Crónica           IMPRIMIR
8 de febrero de 2008

Se busca escritor en Jaimanitas

Tania Díaz Castro

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Algunos agentes de la Seguridad del Estado  son tremendos. Los conocemos bien. Andan de aquí para allá como unos locos, en motos Suzuki o autos descascarados marca Lada; y los más infelices a pie, aunque con buenos zapatos. El contenido de su trabajo es bien triste. Así lo recogerá la historia. Andan por toda Cuba a la caza de disidentes o de escritores que quieren escribir con libertad y cumplen rigurosamente con lo establecido.

Trabajan a sus anchas, es cierto, sin interrupción alguna, sin obstáculos, porque viven en una sociedad de vigilancia permanente, con una gigantesca base de datos donde no falta ni el bobo de la yuca, que ya es mucho decir.

Se conocen cualquier cicatriz que tenga en el cuerpo el más insignificante de los disidentes, leen la palma de la mano de todo aquel que diga algo feo del régimen y cuando te entrevistan, en cuartitos de estaciones de policía o en cualquier otro lugar, te miran fijo al iris, para conocer mejor tu verdad, esa verdad que les cae como una bomba en sus cabezas.

Pensándolo bien no son tan crueles. Crueles son las leyes que ellos cumplen. Amenazan, eso sí, con esas leyes, y nada más. Quedan con las caras arrugadas del disgusto y te dejan marchar, porque para eso están: para asustar con el coco, ese que, como ya hemos crecido, no nos inspira ningún miedo.

A propósito de esto que les digo, el otro día, como vivimos en una sociedad super vigilada, en sólo cuestión de horas rastrearon a un escritor perteneciente a la Unión de Escritores de Cuba -UNEAC-, uno de los tantos que se mueren de hambre en la Isla de papá, porque un día antes una crónica suya había salido publicada en CubaNet.

Los segurosos , que se dijeron llamar Salvador y Eugenio, muy circunspectos y nada nerviosos, llegaron a la mísera casita del escritor Frank Correa, en Jaimanitas, municipio cercano a la capital, y le recordaron, como quien no quiere la cosa, la Ley 88, más conocida como Ley Mordaza, un engendro de ley inventada por un régimen dictatorial en decadencia, para que ningún ciudadano cubano se atreva a escribir o a decir que es una dictadura.

Me pregunto si estos dos agentes pudieron descubrir más tarde que la mirada del humilde escritor de Jaimanitas no demostró miedo alguno. Todo lo contrario. Les dijo por lo claro, firme y decidido, que va a seguir escribiendo, como si fuera un hombre libre.

 

 

 
 
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