Crónica           IMPRIMIR
8 de febrero de 2008

Nefasto, el pleno empleo y las proteínas

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Los enemigos de la revolución cubana no escarmientan. Quienes se atreven a dudar de la veracidad de los mamotretos y cifras dados a conocer por los funcionarios de la Isla se cogen las estadísticas con la puerta.

La perniciosa costumbre de cuestionar cuanto dato, información o morcilla hilvanen nuestros inflaglobos diligentes, atenta no sólo contra el monte de espuma de la empleomanía cubana, sino que también impacta en la boyante terquedad de huérfanas cazuelas.

Hay que ser mal intencionado, cegato y subversivo para poner en duda que la tasa de desempleo en la Isla ascendió a 1,8% de la población económicamente activa.

En un país hasta donde el aire trabaja meciendo el marabú en las carreteras, no se puede decir que existan vagos, ociosos, ni fértiles  matarratos de esquina, contén y parques aledaños.

Si nos remitimos al significado de la palabra empleo en su acepción capitalista, veremos que califica como acción y efecto de emplear, y  ocupación u oficio.

En cambio, de acudir a nuestro socorrido y universal Diccionario Especial de Lingüística Revolucionaria Aplicada (DELIRA), el término alcanza mayor objetividad al ser catalogado como opción y efecto de vaguear, y simulación o vicio.

Congraciados con esta última definición, ¿puede alguien negar que en la Isla existe el pleno empelo con esas calles repletas de vendedores, esas industrias donde mil hombres fabrican una caja de dominó mensual, o esos centrales donde las chimeneas sirven para estudiar el libro de Juan Antonio, “El seco”, “Historia de la vagancia en Cuba”, o para jugar al escondido?

Y ni hablar de los cientos de miles que simulan no trabajar (para confundir al enemigo), mientras recorren tiendas, juegan bolita, van a la playa, duermen una siesta en medio del horario laboral.

Al enemigo no se le puede dar ni el más mínimo rastro de nuestros procederes, como dijera el empresario Chichí Güevera a quienes les facilitaban encubar los huevos de su gallinero en el horno de un laboratorio de Higiene y Epidemiología de la capital.

Además, si cantar es un trabajo, y en Cuba todo el mundo canta, o vive del canto, no hay dudas de que existe el pleno empleo.

En cuanto a la veracidad del informe que habla de las calorías y proteínas que hoy consumimos los cubanos, ascendentes a 3 mil 287 kilocalorías y 89,9 gramos, respectivamente, es imposible de refutar.

Porque ¿acaso alguien se olvida que agregaron una página más a la libreta de racionamiento? ¿Que se adicionó un trabajador social a cada carnicero, un inspector a todo dependiente de comercio, una pila a la linterna de los miles de cazadores de mosquito y un camión a la cadena puerto- transporte-economía interna?

Además, si la agricultura creció un 24, 7% en los organopónicos del semanario Trabajadores, en las hortalizas y huertos intensivos del Granma, en los enormes potreros de marabú con regadío del periódico Juventud Rebelde, y en las tierras baldías del parlamento, hay que ser un animal para no comprender que el Producto Interno Bruto (PIB) del país se disparara hasta un 7,5 % en 2007.

Y eso que la construcción retrocedió un -0,9%, el turismo en un -1,8% y el comercio también en un -1,8%, que si no, en vez de los seis pepinos per cápita, la media calabaza y el cuarto de libra de quimbombó que se sumó a la canasta básica en tan exitoso año, hubieran aumentado en un -0,3 por ciento.

Si también agregamos el aumento de las temperaturas por culpa del desmerengamiento de la capa de ozono, el descenso del poder adquisitivo de los trabajadores y la ola de calor que recorrió la Isla desde los Remates de Guane, en Pinar del Río, hasta el convulsivo Retrete, en la provincia Holguín, sería fácil adivinar de dónde es que nos llueve la disminución y aumento de kilo-calorías, en ese orden caliginoso.

No hay dudas que de calorías y proteínas está lleno el camino de los cubanos. Las cifras así lo avalan y los periódicos también. No importa que las mesas y los comensales se nieguen a reconocerlo.

Una revolución con pleno empleo y proteínas es indetenible. Un pueblo loco por conocerlas jamás será vencido por la obesidad.

Eso se los aseguro yo, Nefasto “El proteínico”-

 

 
 
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