Crónica           IMPRIMIR
8 de febrero de 2008

Un negocio redondo

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) -Luciano Bastidor Piedra es un anciano que vive solo en el reparto Zamora, Marianao, con un retiro de ciento treinta y seis pesos y vio funcionar su refrigerador Philco americano de  la década del cuarenta toda la vida.

Es cierto que lo chapistearon varias veces y  fue pintado para librarlo del óxido y los golpes accidentales, pero mantenía su máquina original y jamás se le cambió el gas o algún componente por roturas.

Ni las caídas de voltaje o los frecuentes apagones que diezmaban a los refrigeradores rusos y los otros de la “shopping” hicieron mella alguna en su flamante Philco y su rendimiento seguro.

Cuando llegó la “revolución energética” y tanta gente se benefició diciendo adiós a los fantasmales carapachos que enrarecían las cocinas cubanas, Luciano dijo: Yo no cambio mi Philco.

En la reunión del CDR se hizo el listado de los canjes. Luciano levantó la mano, pidió la palabra y dio una contundente explicación del perfecto estado técnico de su equipo y su relación casi familiar que mantenían de toda la vida. Pero le contestaron que todos los refrigeradores iban a ser cambiados sin excepción. Es una política de ahorro para todo el país, dijo el presidente de la comitiva que supervisaba el cumplimiento de la revolución energética.

--Yo no cambio mi Philco --se repitió en voz baja el anciano mientras regresaba a su casucha.

Un día tocaron a su puerta. Era una trabajadora social, acompañada de un técnico de refrigeración, dos ayudantes y un policía. Un camión de la agricultura movilizado para este fin y cargado ya de otros viejos refrigeradores de las nacionalidades más disímiles, esperaba en la calle por el Philco.
Luciano quiso rebelarse contra la forzosa operación, pero la presencia del policía le bajó los humos.

Los ayudantes enrojecidos por el esfuerzo, lograron cargar la osamenta ferrosa y lentamente lo sacaron de la casa. Luego de un descanso y ayudado por el técnico y por el policía lo subieron al camión junto al rezumadero de trastes amontonados en sus aspectos míseros.

El técnico de refrigeración hizo un comentario que desoló aún más al viejo  Luciano.

--Ese equipo aún tiene su máquina original y se ve que jamás ha tenido ni una falla en su mecanismo. Eran equipos construidos para no romperse nunca.

El camión arrancó con su carga y se detuvieron en otra vivienda, a continuar el saneamiento  del consumo eléctrico. Con los ojos llorosos, Luciano veía a su Philco marcharse para siempre y un nudo le apretó la garganta, pero lo terrible estaba por venir todavía. La trabajadora social se le acercó con una planilla y le dijo:

--Firme aquí.
--¿Qué es eso? –preguntó el anciano.
--Es el contrato para el pago del nuevo refrigerador.
--El pago? ¿Y cuánto es?
--Seis mil ciento cincuenta pesos –dijo la trabajadora social.

Luciano abrió tanto los ojos que pareció que fueran a salirse. Y gritó con furia:

--¡Me quitan mi Philco que jamás ha pestañeado ni se ha roto nunca… me traen otro que Dios sabrá cuánto me dure… y para colmo tengo que pagar seis mil ciento cincuenta pesos…! ¡Qué clase de negocio es ese…!

 

 
 
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