Crónica           IMPRIMIR
6 de febrero de 2008

Sin líderes ni cancerberos

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Alinear la prensa independiente dentro de un orden político; dirigirla de la satisfacción de las necesidades profesionales implícitas hacia un terreno ajeno resultará muy perjudicial para los objetivos de su labor.

El trabajo de los periodistas independientes es un hecho concreto. Nadie puede negar que la prensa independiente haya cumplido con el fin de informar sobre la realidad cubana durante más de una década.

Además, en una evaluación a largo plazo, podremos afirmar que la memoria de estos años habrá que buscarla en los artículos, crónicas, trabajos económicos que han llenado las variadas páginas electrónicas que informan sobre Cuba.

Auxiliados por los archivos de búsqueda, podrán obtener un testimonio plasmado en blanco y negro de los hechos más relevantes desde mediados de los años noventa. Allí encontrarán lo que la prensa extranjera radicada en la isla no se atrevió, no se interesó o no pudo decir. Con mayor o menor éxito, están a la mano las micro historias que reflejan lo transcurrido sin ocultar matices. 

Altas y bajas marcan el camino que han transitado hasta hoy quienes integran las filas del periodismo libre en la isla y es justo reconocerlo. Pero, para lograr los objetivos de mejoramiento profesional de los periodistas independientes no hace falta una estrategia propia de un partido político, ni una cabeza pensante para diseñarlos.

Fatal podrá resultar que los periodistas independientes acudan a quienes guarden esquemas mentales recurrentes a estrategias partidistas. El militantismo político es una característica ajena a la profesionalidad de una prensa que se requiere cada vez más libre de ataduras. Estimular el padrinazgo, equivale únicamente  a creer una vez más en el cuento de la zanahoria y el burro.

La presencia de ambiciones personales avaladas por un protagonismo individual a ultranza no facilitará de ninguna manera la supervivencia de la prensa independiente en Cuba. Sin lugar a dudas, las personalidades mediáticas nos han reportado más disensiones que pasos de avance. En asunto tan complejo, vale más insistir en el compromiso profesional de los implicados que en la peripecia individual de alguien con ínfulas de diva de espectáculo.

En un país donde hay carencia de espacio en el escenario por causa de la omnipresencia y la omnipotencia de tantas personalidades, no necesitamos de más figuras centrales. La pluralidad, la existencia de opciones y de opiniones podrán garantizar mejor la dinámica de un grupo de actores, como los periodistas independientes, unidos por  lazos de confianza que tengan por resultado una sinergia cualitativa.

Cierto es que la jerarquización profesional es más urgente que la promoción masiva con el fin de garantizar número. La superación profesional encontraría un acicate real si se toma bien en serio lo anterior. Mucho daño ha traído ya el igualitarismo en todos estos años. Esto, ya cae en el terreno de las agencias de prensa independientes y de quienes las ayudan desde el exilio.

Sin embargo, insisto en que el reconocimiento de la calidad profesional no se puede medir con la vara de las afiliaciones políticas o por la simpatía despertada gracias a obsequiosas promesas de apoyo a liderazgos inútiles.

A tenor con todo lo expuesto, la relación entre los periodistas independientes y quienes los apoyan y ayudan desde el exilio reviste un carácter muy importante. Hacemos falta para que existan y existimos gracias a la promoción del trabajo nuestro y a lo que nos informan sobre los intereses del público lector. Considerar que nuestras preocupaciones y desvelos volcados en noticias conciernen a todos y son de interés de un amplio auditorio, solamente significa errar por presunción.

El adjetivo independiente ha sido últimamente un poco menospreciado. La pertinencia de la significación reside en que no necesitamos obedecer si no a nuestra devoción por la libertad de expresión, en lugar de a magnates de prensa.

Aún en nuestro espacio reducido, el proceso de surgimiento de tales magnates no es preciso. Dependemos de nosotros mismos y de la calidad del trabajo que presentemos.

Es inexcusable escudar la mediocridad con vocerío militante por una figura o por razones partidistas. Ese es uno de los lastres de la prensa oficial. Los periodistas independientes no necesitamos líderes ni cancerberos.

 

 
 
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