Crónica           IMPRIMIR
5 de febrero de 2008

Oportunidad  dorada

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Si se hiciera una encuesta a nivel nacional sobre la pretensión de abandonar el país, una de las respuestas sería precisamente una interrogante: ¿Se le pregunta al hambriento si quiere comer?
  
Sin aspavientos, podría afirmarse que más del 50% de los cubanos prefiere invertir su suerte en otras tierras, sin importarles mucho la geografía, la cultura y otros inconvenientes del lugar que da vueltas en su mente.
  
Lógicamente que nadie elegirá a Afganistán o Palestina como destino, aunque sí de trampolín para saltar a otros sitios menos convulsos.
 
Las ansias de irse van de una leve obsesión al delirio. ¿Que cosa es viajar en el tren de aterrizaje o en el espacio de carga de un avión?, ¿Cómo se podría catalogar a una familia que decide hacerse a la mar en cualquier artilugio flotante? ¿En que rango de la desesperación puede situarse a los cubanos que manifiestan los deseos de salir de su país como una bala sin rumbo?  Caer en Haití o impactar en un matorral de Lesotho. Mendigar temporalmente en un barrio pobre de Buenos Aires o cargar maletas en algún aeropuerto del primer mundo.
  
El destino es lo de menos. Lo que cuenta es la chispa para hacer detonar el valor para la aventura. En ese momento se borra la frontera entre la ilusión y la realidad. Cede la razón y una temeridad zoológica toma el control de las neuronas.
  
Hace algunos años un cubano llegó a las cercanías de un aeródromo del Reino Unido. Desafortunadamente lo descubrieron con signos extremos de congelación y con múltiples fracturas. Tomó el avión equivocado en la Terminal aérea de la capital cubana. Junto a un amigo se acomodó entre las ruedas de la nave que presumiblemente cubriría un itinerario corto. Miami era su sueño, pero la historia fue diferente. Fueron los protagonistas de otra pesadilla. Apenas dos bajas dentro de un catálogo que exhibe cifras escalofriantes. Más de 70 000 muertos y desaparecidos a causa de esos intentos por abandonar la isla por medios poco convencionales.
  
Este año se abrirá una nueva puerta para la estampida que comenzó en 1959. En esta oportunidad se beneficiarán los nietos de ciudadanos españoles que fijaron residencia en Cuba. De acuerdo a una ley que entrará en vigor a finales del año en curso, este grupo podrá heredar la nacionalidad de sus abuelos    
 
De acuerdo a declaraciones del cónsul general de España en La Habana, Pablo Barrios, se estima en alrededor de 50 000 el número de solicitudes anuales para acogerse a la medida.
 
Es decir que en 5 años un cuarto de millón de cubanos podrían contar con la posibilidad de mudarse temporal o definitivamente a España.

Si a esto sumamos las 20 000 visas que otorga el gobierno norteamericano todos los años desde 1994, lo que equivale a 260 000 nacionales hasta 2007, es suficiente para decretar un alarmante panorama para el futuro de Cuba.
    
Cerca de un 20 % de la población ha optado por abandonar el país con carácter definitivo. La mayoría permanece en suelo estadounidense por obvias facilidades geográficas y legales concedidas por las sucesivas administraciones del país vecino para ralentizar un éxodo descontrolado, que a pesar de todo ha logrado concretarse en dos ocasiones (1980 y 1994).
     
Entre el envejecimiento de la población, las bajas tasas de natalidad y una masiva emigración que basa su origen en una mezcla de motivaciones políticas y económicas, se consolidan los argumentos para imaginar un escenario muy difícil en lo que respecta a la futura, pero obvia idea de una Cuba en transición a la democracia.
  
Miles de jóvenes y adultos insistirán en buscarle sentido a sus vidas, bien lejos de su país de origen. El totalitarismo no ofrece las claves de la dialéctica, ni otras sendas por donde revolucionar el intelecto. Es un reproductor de absurdos. Una suerte de semilla que pudre las esencias de la razón. De aquí la gente no se va, se escapa. Por España se abre un resquicio. Le sugiero al personal del consulado español prepararse psicológicamente para lidiar con una multitud que se mostrará impaciente y hasta irracional. Serán expresiones propias de los rehenes que encuentran una ventana para huir o del prisionero ante un salvador que logra entretener al carcelero con tal de liberarlo.
   
Será una explosión de alegría para los afortunados y un aliento para arriesgarse a los que no tienen opciones de una partida sin peligros. Esperemos, con entera seguridad, más muertos. Irse de Cuba es un mandato insertado a perpetuidad, en un rincón del cerebelo. Morir en el intento no es algo que preocupe demasiado a los candidatos a la evasión. La miseria, los policías, las restricciones bastan para incinerar los últimos átomos de la paciencia.

 

 
 
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