Crónica           IMPRIMIR
31 de enero de 2008

Nefasto y el negro frustrado

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - En Cuba no hay racismo. Ni siquiera razas. Sólo estirpes revolucionarias. Eso sí, llena de gloriosos matices.

Hay que ver con cuanta donosura y votos por el bien de la oscuridad en la piel se expresan cientos de cubanos.

Ser negro hoy dentro de la Isla es un privilegio. Apenas caminan a pie, pues siempre hay un carro patrullero que le dé botella. Son los más proclives a una visa europea, sin o con retorno. No tienen que devanarse los sesos con cargos de responsabilidad, ya que por consideración a su pasado de esclavitud, se le exime de ocupar el puesto  más alto de un ministerio, una gerencia, un hospital y hasta de una pizzería.

Los prietos deben andar en su ambiente. Y para eso, nada mejor que la música o el deporte.

Por eso entiendo las preocupaciones mostradas por Blanca Penumbra, la negrita del solar La luz del apagón, ante el comportamiento de su hermano Elixir de cañandonga X.

Este sujeto, trastornado por el canto de sirena de los blancos, se la pasa quejándose de la cárcel de su piel, el origen y rumbo de las razas, y otros criterios oscuros que lo hacen renegar de sus ancestros congos y carabalíes.

Asegura Blanca Penumbra que Elixir es un negro frustrado por culpa de su elevado nivel cultural.

Ya desde niño, agrega la del solar, comenzaron sus desviaciones. ¿Quién ha visto a un negrito en sus cabales dejar de robar mangos por leerse algún libro? ¿Dejar de tirar piedras a los ómnibus, bolas de fangos a los transeúntes, chícharos en cerbatanas a un círculo de abuelos, o jugar pelota en medio de la calle por practicar deportes para blancos como el ajedrez y el tenis?, se pregunta indignada la penumbra.

Pero el colmo llegó en la adolescencia, sentenció. Dice que le dio por estudiar medicina y se graduó de oftalmólogo. Decidió casarse sin amor con una prietecita, tuvieron un hijo y la dejó. Quiso dar un viaje al extranjero, cumplió misión en medio de la selva y decidió volver.

Y ya de adulto, profesional, vuelto a casar, esta vez con una blanca, sigue haciendo gala de sus desviaciones, cuenta Penumbra.

¿Cómo es posible que a un negro de buena estirpe no le guste un bembé, el repique de los cueros bañados en aguardiente cuando se da un tambor, y hasta reniegue de las delicias rítmicas de un guaguancó?

¿Es normal que un negro se desgaste en la cola para entrar a un ballet? ¿Tararee en la ducha la música de Cascanueces y Arlequín?

¿No está siquiátrico y frustrado el prieto al que le moleste la bulla y el regguetón, no coma tamal en cazuela ni turrones de maní?

¿Acaso puede considerarse cuerdo el negro que no juegue dominó y se pase la vida leyendo a Gunter Gras, Juan Madrid, García Márquez, a Junichiro Tanizaki y a John Updike?

También resulta preocupante, muestra de su falta de equilibrio mental, que le dé por sentarse a ver una puesta de sol, cuando el sol está ahí para hacernos sudar en medio de una gozadera.

No es justo, añade Blanca Penumbra, que no aproveche el privilegio de su piel ni la inquietud de sus genes.

Se puede aspirar a blanco, pero no hay que exagerar.

Y no digo esto por racismo, envidia u otras novelerías que andan por ahí juntando al Rojo y el Negro, al canario y al totí y al sombrío despertar con un avestruz, porque negro es negro y eso no cambiará jamás, concluyó su historia Blanca Penumbra y me preguntó:

¿Puede darme un consejo antes de que llegue a recogerme el sueco?

Sí, cómo no, le respondí. Negro que renuncia a su raíz se lo lleva una española.

Eso se lo aseguro yo, Nefasto “El psicólogo”.

 

 
 
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