Crónica           IMPRIMIR
30 de enero de 2008

Los ferries de ayer


Tania Díaz Castro

LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - Antes de 1959, fecha que da inicio al régimen castrista, en Cuba no era necesario emigrar en embarcaciones rudimentarias. Para eso estaban los aviones y principalmente los ferries, un servicio de barcos norteamericanos puesto en vigor en 1914 del siglo pasado, justamente en los meses que el gobierno del general Mario García Menocal pone en circulación por primera vez el peso cubano, a la par del dólar, con monedas metálicas de oro, plata y níquel y en el puerto habanero se inaugura el edificio de la Aduana y el Muelle de San Francisco. 

Los ferries o ferry-boats eran grandes embarcaciones acondicionadas para el transporte no sólo de pasajeros, sino también para automóviles o trenes. Realizaban sus travesías diarias entre Cayo Hueso y La Habana y en ellas viajaban las personas de pocos recursos económicos. El costo del pasaje, por los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, era sólo de diez a trece dólares.
 Un poco después, y a pesar de la difícil situación política que reinaba en la isla entre los partidos conservadores y liberales, con grandes disturbios, huelgas e insurrecciones, el ferry norteamericano no fue usado para que los cubanos escaparan del país. Esto sólo ocurre entre 1952 y 1958,  bajo la dictadura de Fulgencio Batista, cuando numerosos miembros del Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro y perseguidos por la policía, viajaron con pasaportes reales o falsos, con el fin de  refugiarse en Estados Unidos.

Mi padre, un empleado del Ministerio de Estado de la época del dictador Batista, huyó a Estados Unidos en un ferry en mayo de 1957, unos días después de haber sido puesto en libertad por la Dirección del Servicio de Inteligencia Militar -SIM-, lo que es hoy la Seguridad del Estado Cubano.

 En las cárceles del SIM mi padre y dos compañeros suyos habían permanecido por espacio de un mes, acusados de haber confeccionado pasaportes falsos a numerosos revolucionarios del Movimiento 26 de Julio, los que habían viajado en ferry precisamente días antes. Muchos años después, con el triunfo del castrismo, me confesó que en efecto, los pasaportes falsos los hacían casi a diario, pero que como a él no le habían probado nada, había quedado en libertad.

Vivió más de dos años en Nueva York y regresó a Cuba a finales de 1959. Siempre me comentaba que gracias a aquel ferry norteamericano, donde viajó hasta Cayo Hueso, había salvado su vida.

 Recordando este pasaje de mi vida familiar, me pregunto si la dictadura de Batista fue más dura que la de Fidel Castro. Razones hay de sobra para pensar que no, sobre todo si se sabe que de aquellos cubanos que viajan en rústicas embarcaciones, se calcula que han muerto aproximadamente 80 mil, registrados 1,956 con nombres y apellidos.

 
 
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