Crónica           IMPRIMIR
24 de enero de 2008

Cubanos de mal humor (I)
 
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba,  enero (www.cubanet.org) - De qué se ríen los cubanos no es un secreto para nadie: de sus propias desgracias.

Sin embargo, el con qué se ríen los cubanos ha establecido un debate a nacional.

La publicación en el semanario Trabajadores de una serie de artículos escritos por Yuris Nórido bajo el título ¿Con qué se ríen los cubanos? (que arremeten contra la forma y el contenido a la hora de hacer el humor en el país) arranca carcajadas a quienes nos desternillamos de risa ante la seriedad de un trasnochado censor.

A pesar de que muchos artistas, críticos del sector  y una parte de los espectadores aseguran coincidir en que la grosería, el hipercriticismo, la banalidad, la improvisación y los chistes discriminatorios son las causas principales que impiden el disfrute del humor, aún queda mucha tela que aportar para confeccionar el sayón.

Para ello, lo primero sería preguntarse: ¿Con qué cuentan los humoristas cubanos para desarrollar su labor?

Y no me refiero a talento, pues les sobra, sino a temáticas posibles de abordar, espacios y recursos que nunca se toman en cuenta por el público a la hora de ofrecer sus opiniones sobre la obra.

Basta con recordar que la tradición de humor político atesorada en Cuba desde el período colonial fue eliminada.

Nada de sátiras, caricaturas o algo que siquiera provoque un esbozo de sonrisa a costa de los nuevos gobernantes llegados con la revolución, so pena de irse del aire y no sólo gráfica o televisivamente.

No se puede olvidar al dúo Los Tadeos, colocados entre los primeros mártires de la risa en Cuba por expresar aquel malogrado y memorable chiste:

-¿Cuál es el colmo de un presidente?

-Matar al pueblo de hambre y hacerle el entierro gratis.

Tampoco pasar por alto la desaparición  de programas televisivos como Cachucha y Ramón, Mamacusa Alambrito, La taberna de Pedro, el Show de Popa,  entre otros enumerados en Encuentro en la red por el caricaturista Arístides, también siquitrillado por sus alusiones al gobierno en esa etapa que inauguraba la “democracia socialista”

De ahí en adelante, entre uno que otro acto de equilibrio para no caer en desgracia, apareció San Nicolás del Peladero, aunque ambientado en otra sociedad, y referenciado por los cubanos en situaciones comunes.

También estaban en la pequeña pantalla Detrás de la Fachada, Casos y Cosas de Casa, Tito el taxista y demás propuestas anodinas que tocaban con pinzas la realidad, o salían al aire más blancas que un vaso de leche en el país de la risa y el amor.

No fue hasta Sabadazo que se intentó una rebelión contra el imperio del bostezo en el humor revolucionario. Pero cuando empezó a tirar de la cadena de la intolerancia para llegar al mono del poder, ahí mismo se puso la mortaja

Por eso es que me asombra leer la opinión de un patán trasnochado cuando asegura que en Cuba “se emplea el humor para ejercer la crítica indiscriminada y por qué no, improcedente, discordante con nuestra sociedad y que son enmascaradas con chistes de corte hipercrítico”.

Calificar de hipercrítico  los malabares que hace el personaje Mentepollo en el humorístico Deja que yo te cuente, si bien desarrollado con calidad  y humor, desprovisto de un nivel que profundice en los orígenes, pues apenas roza las consecuencias en un tono a medio camino entre la parodia y la sátira, en vez de chiste resulta un atracón, y no de carne de res.

¿Acaso puede ser discordante con nuestra sociedad un personaje que hable de la corrupción, el robo, el nepotismo, las desigualdades y la discriminación?
 
No puede ser tildado de improcedente hablar de la imposibilidad de un cubano de acceder a un hotel, recibir un eficiente y respetuoso tratamiento en un centro hospitalario, una terminal, una cafetería, una tienda o una funeraria, con todo y lo que dijo Guillén.

No, Severo Seriote (SS), eso jamás. A menos que usted viva en una urna de cristal, sea miembro de la cúpula gobernante o habite en un pantano de los Everglades.

 
 
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