23 de enero de 2008

La aldea: Cuba Política
Raúl Castro, un general en la sombra

Irene Selser / La Habana, Enviada de Milenio.com/México

Alejado de la prensa y los reflectores, el hermano menor de Fidel Castro es una “ausencia muy presente” en la isla, que en febrero próximo escogerá su nuevo liderazgo.

Viva Raúl! ¡Viva Fidel!”, gritó emocionado en ese mismo orden el joven canciller Felipe Pérez Roque, cuando en el verano de 2001 le correspondió salir a la tribuna para explicar a los cubanos lo que acababa de ocurrir con el gobernante, quien minutos antes se había desvanecido allí mientras hablaba a una multitud en La Habana. Con aquella frase improvisada se reafirmaba a Raúl Castro, entonces de 69 años, como continuador de la revolución forjada junto a su hermano mayor, Fidel Castro Ruz, en enero de 1959.

Además de Raúl Castro, titular de la Defensa, segundo secretario del Partido Comunista y primer vicepresidente del Estado y del gobierno, los observadores sumaron en aquella ocasión otros dos nombres a las especulaciones sobre la futura dirigencia del país: el del vicepresidente Carlos Lage (1952), y el del propio Pérez Roque (1965).

A aquella primera crisis pública de Fidel, atribuida a las altas temperaturas, le siguió una aparatosa caída, en octubre de 2004, al trastabillar bajando de un podio frente al monumento al Che Guevara en la ciudad de Santa Clara, cuando se luxó varias extremidades. En julio de 2006 debió ser operado por un grave mal intestinal y desde esa fecha convalece en algún lugar secreto de la capital, posiblemente el Palacio de Gobierno, en un espacio que habría sido habilitado como residencia y hospital.

Fue el 21 de enero de 1959, en un acto masivo, apenas tres semanas después del triunfo rebelde contra Fulgencio Batista, cuando Fidel Castro propuso al meticuloso Raúl, uno de los organizadores del asalto al cuartel Moncada, como su suplente en el liderazgo en caso de muerte o asesinato; un hombre afable, que detesta los reflectores y siente fobia por la prensa, pero capaz de bailar y reír a plenitud como el común de los cubanos, y compartir sus fotografías en familia con los lectores del Granma. La propaganda estadunidense dibujó de él la imagen de un extremista, hosco y áspero, un “gorila dogmático y tropical”, lejos del perfil amable, ético y aperturista que le atribuyen los más cercanos, incluso los miembros de su tropa.

Con Vilma Espín, guerrillera de la Sierra Maestra e impulsora bajo la revolución de los cambios a favor de la mujer, el también responsable del Segundo Frente Frank País –adonde en medio de la guerra se construyeron hasta 400 escuelas y 20 hospitales, reconocidos por su “orden y administración”–, Raúl Castro concibió cuatro hijos, uno de ellos Mariela Castro, actual directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex). Siguiendo los pasos de su madre, fallecida el 18 de junio de 2007 tras prolongada enfermedad, ella promueve hoy la apertura en la todavía prejuiciosa y conservadora sociedad cubana en relación con la libertad de transexuales y homosexuales, duramente perseguidos en los años 60.

Nacido el 3 de junio de 1931, el responsable militar desde que fueron creadas las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), es reconocido por buscar las opciones económicas más racionales a fin de asegurar la supervivencia del proceso. A Raúl Castro se atribuye el éxito de las empresas castrenses, y según el vicepresidente del Consejo de Estado, Carlos Lage, el desarrollo de un sistema de gestión empresarial surgido en las FAR es “la experiencia más coherente y prometedora” para sacar a la economía cubana de los niveles de improductividad y descontrol que padece.

Lage expresó lo anterior en agosto de 2007 —cuando el mando ya había recaído en Raúl Castro— en una reunión ante directivos de empresas estatales, que aportan a la economía 72% del ingreso total de divisas convertibles. El funcionario aludió al sistema empresarial de gestión militar surgido en 1987 para detener la baja productividad que minaba a las empresas de las FAR, en el marco de una reforma económica más amplia por él impulsada, que les dio cierta autonomía y vinculó, como en el capitalismo, el salario con la eficiencia laboral. En 1992, el presidente Castro paró en seco esas reformas por su componente de mercado.

Ese estilo de gestión llevado a los segmentos estratégicos de la economía local se ha aplicado, de acuerdo con Lage, “en 797 empresas de un total de 2 mil 732” que componen la estructura productiva de la isla y en ellas la productividad creció 7 por ciento al cierre de 2006.

Conocido por dar cabida a ideas elaboradas en colectivo y rechazar cualquier pretensión de derechos especiales por el solo hecho de portar un carnet de militante, Raúl Castro se asoma a la mirada de la prensa en contadas ocasiones y prefiere delegar la misión de hablar en público en cercanos colaboradores.

Defensor del “papel estratégico de la unidad” pero sabedor de que ningún joven “será revolucionario por el hecho de que se le expliquen las penurias que padecieron sus padres y abuelos”, Raúl Castro promovió a fines de 2007, un mes después de enfermar Fidel, un debate nacional (el tercero desde 1980) sobre la situación del país y sus perspectivas, frente a una población abrumada por un abanico de carencias y restricciones.

El 24 de diciembre de 2007, en un recorrido por Santiago de Cuba, el general de cuatro estrellas aceptó que fueron “miles los planteamientos e insatisfacciones” que arrojó el referendo, con críticas al sistema de salud, la terrible distorsión salario-precios o las absurdas medidas que impiden salir y entrar libremente de la isla.

Una imagen televisada de Raúl Castro besando en solitario la urna con las cenizas de Vilma Espín impactó fuertemente a una sociedad habituada a la sacralización del poder.

Se asegura aquí que el general Castro batalló durante meses, en medio de la agonía de su esposa, para lograr que sus funerales fueran en privado, muy lejos de los ceremoniales de Estado. Incluso, según pudieron ver los cubanos por televisión, el nombre de Raúl ya acompaña al de Vilma en una lápida a su lado.

 

 
 
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