23 de enero de 2008

Tres observaciones al margen

Armando Añel / Diario Las Américas

El tema es obligado. Las elecciones a la llamada “Asamblea Nacional del Poder Popular” se celebraron este domingo en Cuba. La conclusión también parece obligada: esta nueva puesta en escena ratifica la voluntad inmovilista de la nomenclatura. Incluso, carece de importancia la tan pregonada ratificación de Fidel Castro como presidente del Consejo de Estado, a decidirse el próximo 24 de febrero. En el proceso “electoral” castrista no se ventila el futuro del agonizante dictador sencillamente porque no existe en Cuba una estructura política que pueda influir, o frenar, las decisiones de los hermanos Castro. Los hermanos Castro son esa estructura.

Cabe entonces deslizar tres observaciones al margen, desde el presupuesto de que no hay manera de tomarse en serio los “sufragios” celebrados el domingo:

1- Las autoridades han sido suficientemente impúdicas al recordarle a los interesados que, en lo que se refiere al funcionamiento del proceso, rechazan cualquier amago de supervisión internacional. Los trapos sucios se airean en privado, a salvo de miradas indiscretas: los votos contra el voto unido, aquellos que rezan “Abajo Fidel”, etcétera, no pueden pasar por manos imparciales. Se cuentan a favor del castrismo y punto.

Según Ramón Pez Ferro, presidente de la Comisión de Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional del Poder Popular -¿relaciones internacionales para qué?, habría que preguntarle parafraseando a Castro-, resulta improcedente “dejar en manos de extranjeros o nacionales, no vinculados legalmente al proceso, la validez o no de las elecciones”. El eufemismo “nacionales no vinculados legalmente” apunta a quienes disienten del oficialismo, como es lógico. Los observadores cubanos son los primeros excluidos.

2- Los “comicios” se vieron rodeados de un despliegue que incluyó declaraciones de personalidades del deporte y la cultura oficial, las que apoyaron invariablemente el “voto unido”. Se reportó, además, que en algunas zonas de la capital cubana funcionarios del gobierno obsequiaron a los primeros votantes con flores, diplomas, calendarios y productos para el aseo personal. El circo dentro del circo. El despliegue probablemente tuvo doble finalidad: sacar a suficiente gente a la calle como para camuflar mediáticamente la magnitud del fraude, y mostrar, a través de la propaganda, que en Cuba la propaganda es necesaria: asimilado esto último, el observador despistado puede inferir que en la Isla el voto ciudadano es tenido en cuenta. ¿No gasta el Estado ingentes recursos en convencer a la población para que acuda a las urnas?

3- En declaraciones a la prensa oficialista, concedidas a la salida de su colegio electoral, Raúl Castro aseguró que la actual es una etapa compleja para el país, en la que su gobierno debe enfrentar “grandes decisiones poco a poco”. Críptica en su enunciado, quizá la frase del general insinúa lo que vendrá tras la muerte del hermano mayor: decisiones como la de permitir el repunte de la iniciativa privada a escala periférica, por ejemplo, o que los ciudadanos puedan disponer de sus propias viviendas. Tal vez. Una nueva fase cosmética en la que el castrismo, ya sin su máximo conductor al timón, intentará redecorar el escenario –nunca el libreto- del totalitarismo a la cubana.

El “poco a poco” del actual gobernante interino es, en este sentido, revelador. Indica que cualquiera que sea el alcance de las reformas que el régimen estaría dispuesto a implementar, las abordará a paso de tortuga, a contracorriente de la opinión pública. Todo debe quedar atado, y bien atado, así que se impone la cautela. El objetivo último no es liberar a los cubanos. Es afianzar a los liberticidas.

 

 
 
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