Crónica           IMPRIMIR
23 de enero de 2008

Ceremonias y rituales previos

Miguel Iturria Savón


LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - La muchacha salía a la acera cuando yo iba a entrar en mi casa. La miré con sorpresa pero no se detuvo. Apuró el paso para no dar explicaciones. Al abrir la puerta vi la citación para una reunión del Comité de Defensa de la Revolución, al cual no pertenezco desde hace casi tres décadas. Ella lo sabe y por eso me esquivó.


Las citaciones, reuniones y carteles forman parte del ambiente previo a las elecciones de los Diputados a la Asamblea Nacional y de los Delegados a las Asambleas provinciales del Poder popular, verdadero eufemismo para enmascarar el rostro de la estructura del poder desde la base al nivel central.


A las reuniones y carteles locales se une la campaña de los medios informativos sobre el “voto unido”, auténtica tomadura de pelo para garantizar la elección de todos los candidatos, quienes actuarán como coristas en el parlamento del régimen que nos convoca. “Todo bien amarrado”, como ha dicho desde su lecho de enfermo el inefable Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, postulado con alabanzas por los burócratas optimistas que le deben fidelidad por las prebendas compartidas.


El espectáculo electoral tiene el mismo guión de las denominaciones anteriores. Treinta y dos años de experiencia en ceremonias y rituales es un buen aval para el partido único, experto en publicidad normativa y en campañas apocalípticas, en las que vota entre el 96 0 el 98% de la población activa, como si entre esta no hubiera miles de opositores, enfermos mentales, prisioneros, ancianos incapacitados, balseros en espera, testigos de Jehová y multitudes de indolentes hastiados por el hambre, la marginación, las frustraciones y los sueños de cambios de un futuro pospuesto por ese ejército de funcionarios que activan el simbolismo de organizaciones que pregonan lo mismo y asustan a los desafectos.


Las citaciones previas a las elecciones llegan a cada cuadra, barrios, municipios, fincas, cooperativas, campamentos cañeros, contingentes de la construcción, unidades militares y policiales y otros núcleos humanos y divinos. Las comisiones electorales adjuntas al Gobierno y a las dóciles organizaciones de masas y políticas disponen de recursos sin límites, desde imprentas, transporte, emisoras radiales y canales televisivos, hasta pregoneros, palomas mensajeras, vigilantes y niños uniformados para “custodiar las urnas”.


Todo es un reto. Una batalla electoral sin competencias ni conflictos que  asegura la subsistencia de los fieles que se sacrifican en el poder. El juego de roles está bien claro. Nuestro máximo líder solo lleva medio siglo al frente de la isla, mientras sus amigos de México estuvieron setenta años y los seguidores de Lenin setenta y cuatro en la antigua Unión Soviética.


En estos días se libraron las reuniones simbólicas de las envejecidas fuerzas de los Comités de Defensa de la Revolución. Los simuladores se pusieron las caretas, y los delatores afilaron los cuchillos de la infamia, mientras los jóvenes escondían las balsas de partida, y los corruptos hablaban de las bondades del socialismo y las luchadoras de cuerpo a cuerpo se alejaban de los hoteles para que nadie las confundiera con los opositores; esos gusanos que no votan ni asisten a los aquelarres públicos, pero hablan de los derechos humanos, como si el Comandante no estuviera al tanto de sus movimientos y fechorías.

Cuando vi la citación para la reunión de mi cuadra sonreí con desdén. No asisto a los rituales previos de la comedia electoral. Mis vecinos lo saben, pero me avisan por debajo de la puerta, me incluyen en el listado de electores y hasta votan por mí si el Colegio de la circunscripción no alcanza el 96 o el 98 %. Se que “las órdenes se cumplen, no se discuten”; pero a mi no me gusta la unanimidad, prefiero unas elecciones libres, sin orientaciones aritméticas, mandamientos unipartidistas ni opositores excluidos. 

 

 
 
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