Diario
Las Americas
Publicado el 01-12-2008
Las votaciones en Cuba
Por Pablo Alfonso
Hace ya algún tiempo que el presidente de
Costa Rica, Oscar Arias, acuñó una frase pintoresca:
Carrera de un sólo caballo, no es una carrera de caballos.
Fue durante su primer período presidencial y el también
Premio Nobel de la Paz, se refería en sus palabras al denominado
proceso electoral en Cuba.
Nada esencial ha cambiado desde entonces en el panorama cubano.
El certamen de votación que se efectúa en Cuba como
un ritual carnavalesco -cada dos años para renovar a la mitad
de los diputados y cada cuatro años para seleccionar un Consejo
de Estado-, es el mismo. En tales certámenes compite un solo
caballo. Es decir, no hay competencia. No se elige a nadie, porque
no hay opciones de elección.
El próximo domingo 20 de enero es el turno del nuevo espectáculo.
El castrismo celebra votaciones. Los cubanos votarán por
el candidato a diputado que corresponda en su municipio y también
por el delegado provincial respectivo.
La cuenta es clara. Hay un candidato para cada escaño. No
compiten nunca dos aspirantes por el mismo asiento en la pomposa
Asamblea Nacional del Poder Popular. Nada de eso. En la práctica
cada uno de los elegidos por las Comisiones de Candidaturas, y que
se presentan a la población como “candidatos”,
ya tienen asegurado su asiento. Su “elección”
como diputado está asegurada. Así es que ya están
listos para “diputear”, tan pronto se instale formalmente
la Asamblea.
Los voceros de la dictadura defienden su sistema alegando que se
trata de “un estilo de democracia”, como cualquier otro.
Con características propias. ¡Hay que escuchar hablando
sobre el tema, al diputado presidente, Ricardo Alarcón! Y,
si no le basta con ese discurso, puede rastrear en el dial de la
radio miamense a más de un defensor de ese estilo de democracia.
Seguro que los va a encontrar. ¿Por qué abandonaron
un día el paraíso castrista?. No lo sé y tampoco
lo cuestiono. Están en su derecho a promover otras formas
políticas. Viven en una genuina sociedad democracia, donde
la democracia, se practica. Este comercial es gratuito.
La ley electoral cubana establece un máximo de 45 días,
a partir de su elección, para que los diputados tomen posesión
de sus cargos y la Asamblea Nacional quede constituida. En este
caso la fecha límite es el cinco de marzo. En ese mismo momento
–o antes-, los diputados tendrán que votar por una
lista con los candidatos al Consejo de Estado. No está muy
claro quién confecciona la lista, pero se supone que una
comisión de candidatura está encargada de proponer
al nuevo Consejo de Estado, encabezado por su presidente.
¿Se mantendrá el dictador Fidel Castro como presidente
del Consejo de Estado? Vamos a dejar para otra ocasión esa
pregunta. Desde el 20 de enero hasta el cinco de marzo habrá
tiempo para especular.
Las votaciones cubanas son tema, para mí, de una reflexión
diferente. La primera proviene de la retórica oficial. De
la demagogia que usa la cúpula gobernante para adornar un
proceso electoral, afeado en esencia por su carácter fascista
y dictatorial.
El mejor ejemplo es el del Comandante en Jefe. Postrado en su lecho
de enfermo, encontró tiempo esta semana para garabatear unas
líneas y enviarlas a la televisión nacional. El dictador
convocó a los cubanos “al voto unido”. Castro
no quiere que el voto se “divida”. Llamó a “votar
en bloque”.
Quien escucha semejante sofisma imagina que hay una reñida
contienda electoral en el país. Pudiera incluso pensar que
en las elecciones del 20 de enero participan candidatos con criterios
políticos diferentes a los de la dictadura.
Nada de eso. Lo que Castro quiere decir es que los “votantes”
no pasen demasiado trabajo. Una sola marca, en la parte alta de
la boleta y ya está: candidatura completa.
Como explicó en su notica del pasado martes, las elecciones
cubanas son un ejemplo, porque “seleccionar candidato no exige
esfuerzo”. Castro lo tiene claro. “Soy decidido partidario
del voto unido”. El sofisma elevado a su máxima expresión.
¿Es que acaso puede haber un voto dividido, diferente, en
una proceso donde solo aspira un candidato por cada posición?
La segunda reflexión nos lleva a conclusiones más
tristes. La degradación ética y moral de importantes
representantes de la intelectualidad y la cultura nacional.
Por las páginas del órgano oficial del Partido Comunista
de Cuba, desfilan por estos días algunos de estos ejemplares,
cotorreando las consignas oficiales. Repiten el mismo discurso.
Falsean la verdad histórica.
Un triste ejemplo. Nancy Morejón, poeta y ensayista, Premio
Nacional de Literatura 2001 declaraba este viernes en Granma: “El
voto que voy a tener el gusto de ejercer el próximo domingo
20 no lo hubieran podido hacer ninguna de mis dos abuelas, ni siquiera
a principios del siglo XX, ya nacida la República mediatizada”.
Una media verdad en cuanto al derecho del voto femenino. Sólo
que a esta intelectual que se congratula por ejercer su derecho
a votar ahora “con soberanía e independencia”
se le olvidó aclarar “un detallito”. Es cierto
que ninguna de sus dos abuela hubieran podido ejercer el derecho
al voto, pero su madre, lo pudo hacer, sin duda alguna.
El derecho al voto femenino no fue “un logro” de la
revolución castrista. Las mujeres cubanas se ganaron ese
derecho en 1934, como resultado del pujante movimiento social progresista,
moderno y democrático que existía en Cuba.
Que tristeza, Morejón!
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