17 de enero de 2008

Diario Las Americas
Publicado el 01-12-2008


Las votaciones en Cuba


Por Pablo Alfonso

Hace ya algún tiempo que el presidente de Costa Rica, Oscar Arias, acuñó una frase pintoresca: Carrera de un sólo caballo, no es una carrera de caballos.
Fue durante su primer período presidencial y el también Premio Nobel de la Paz, se refería en sus palabras al denominado proceso electoral en Cuba.
Nada esencial ha cambiado desde entonces en el panorama cubano. El certamen de votación que se efectúa en Cuba como un ritual carnavalesco -cada dos años para renovar a la mitad de los diputados y cada cuatro años para seleccionar un Consejo de Estado-, es el mismo. En tales certámenes compite un solo caballo. Es decir, no hay competencia. No se elige a nadie, porque no hay opciones de elección.
El próximo domingo 20 de enero es el turno del nuevo espectáculo. El castrismo celebra votaciones. Los cubanos votarán por el candidato a diputado que corresponda en su municipio y también por el delegado provincial respectivo.
La cuenta es clara. Hay un candidato para cada escaño. No compiten nunca dos aspirantes por el mismo asiento en la pomposa Asamblea Nacional del Poder Popular. Nada de eso. En la práctica cada uno de los elegidos por las Comisiones de Candidaturas, y que se presentan a la población como “candidatos”, ya tienen asegurado su asiento. Su “elección” como diputado está asegurada. Así es que ya están listos para “diputear”, tan pronto se instale formalmente la Asamblea.
Los voceros de la dictadura defienden su sistema alegando que se trata de “un estilo de democracia”, como cualquier otro. Con características propias. ¡Hay que escuchar hablando sobre el tema, al diputado presidente, Ricardo Alarcón! Y, si no le basta con ese discurso, puede rastrear en el dial de la radio miamense a más de un defensor de ese estilo de democracia. Seguro que los va a encontrar. ¿Por qué abandonaron un día el paraíso castrista?. No lo sé y tampoco lo cuestiono. Están en su derecho a promover otras formas políticas. Viven en una genuina sociedad democracia, donde la democracia, se practica. Este comercial es gratuito.
La ley electoral cubana establece un máximo de 45 días, a partir de su elección, para que los diputados tomen posesión de sus cargos y la Asamblea Nacional quede constituida. En este caso la fecha límite es el cinco de marzo. En ese mismo momento –o antes-, los diputados tendrán que votar por una lista con los candidatos al Consejo de Estado. No está muy claro quién confecciona la lista, pero se supone que una comisión de candidatura está encargada de proponer al nuevo Consejo de Estado, encabezado por su presidente.
¿Se mantendrá el dictador Fidel Castro como presidente del Consejo de Estado? Vamos a dejar para otra ocasión esa pregunta. Desde el 20 de enero hasta el cinco de marzo habrá tiempo para especular.
Las votaciones cubanas son tema, para mí, de una reflexión diferente. La primera proviene de la retórica oficial. De la demagogia que usa la cúpula gobernante para adornar un proceso electoral, afeado en esencia por su carácter fascista y dictatorial.
El mejor ejemplo es el del Comandante en Jefe. Postrado en su lecho de enfermo, encontró tiempo esta semana para garabatear unas líneas y enviarlas a la televisión nacional. El dictador convocó a los cubanos “al voto unido”. Castro no quiere que el voto se “divida”. Llamó a “votar en bloque”.
Quien escucha semejante sofisma imagina que hay una reñida contienda electoral en el país. Pudiera incluso pensar que en las elecciones del 20 de enero participan candidatos con criterios políticos diferentes a los de la dictadura.
Nada de eso. Lo que Castro quiere decir es que los “votantes” no pasen demasiado trabajo. Una sola marca, en la parte alta de la boleta y ya está: candidatura completa.
Como explicó en su notica del pasado martes, las elecciones cubanas son un ejemplo, porque “seleccionar candidato no exige esfuerzo”. Castro lo tiene claro. “Soy decidido partidario del voto unido”. El sofisma elevado a su máxima expresión. ¿Es que acaso puede haber un voto dividido, diferente, en una proceso donde solo aspira un candidato por cada posición?
La segunda reflexión nos lleva a conclusiones más tristes. La degradación ética y moral de importantes representantes de la intelectualidad y la cultura nacional.
Por las páginas del órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, desfilan por estos días algunos de estos ejemplares, cotorreando las consignas oficiales. Repiten el mismo discurso. Falsean la verdad histórica.
Un triste ejemplo. Nancy Morejón, poeta y ensayista, Premio Nacional de Literatura 2001 declaraba este viernes en Granma: “El voto que voy a tener el gusto de ejercer el próximo domingo 20 no lo hubieran podido hacer ninguna de mis dos abuelas, ni siquiera a principios del siglo XX, ya nacida la República mediatizada”.
Una media verdad en cuanto al derecho del voto femenino. Sólo que a esta intelectual que se congratula por ejercer su derecho a votar ahora “con soberanía e independencia” se le olvidó aclarar “un detallito”. Es cierto que ninguna de sus dos abuela hubieran podido ejercer el derecho al voto, pero su madre, lo pudo hacer, sin duda alguna.
El derecho al voto femenino no fue “un logro” de la revolución castrista. Las mujeres cubanas se ganaron ese derecho en 1934, como resultado del pujante movimiento social progresista, moderno y democrático que existía en Cuba.
Que tristeza, Morejón!

 

 
 
CubaNet no se responsabiliza por el contenido de las páginas externas