Las
votaciones en Cuba
Por Pablo Alfonso
Hace ya algún tiempo que el presidente de
Costa Rica, Oscar Arias, acuñó una frase pintoresca:
Carrera de un sólo caballo, no es una carrera de caballos.
Fue durante su primer período presidencial
y el también Premio Nobel de la Paz, se refería en
sus palabras al denominado proceso electoral en Cuba.
Nada esencial ha cambiado desde entonces en el panorama
cubano. El certamen de votación que se efectúa en
Cuba como un ritual carnavalesco -cada dos años para renovar
a la mitad de los diputados y cada cuatro años para seleccionar
un Consejo de Estado-, es el mismo. En tales certámenes compite
un solo caballo. Es decir, no hay competencia. No se elige a nadie,
porque no hay opciones de elección.
El próximo domingo 20 de enero es el turno
del nuevo espectáculo. El castrismo celebra votaciones. Los
cubanos votarán por el candidato a diputado que corresponda
en su municipio y también por el delegado provincial respectivo.
La cuenta es clara. Hay un candidato para cada escaño.
No compiten nunca dos aspirantes por el mismo asiento en la pomposa
Asamblea Nacional del Poder Popular. Nada de eso. En la práctica
cada uno de los elegidos por las Comisiones de Candidaturas, y que
se presentan a la población como “candidatos”,
ya tienen asegurado su asiento. Su “elección”
como diputado está asegurada. Así es que ya están
listos para “diputear”, tan pronto se instale formalmente
la Asamblea.
Los voceros de la dictadura defienden su sistema
alegando que se trata de “un estilo de democracia”,
como cualquier otro. Con características propias. ¡Hay
que escuchar hablando sobre el tema, al diputado presidente, Ricardo
Alarcón! Y, si no le basta con ese discurso, puede rastrear
en el dial de la radio miamense a más de un defensor de ese
estilo de democracia. Seguro que los va a encontrar. ¿Por
qué abandonaron un día el paraíso castrista?.
No lo sé y tampoco lo cuestiono. Están en su derecho
a promover otras formas políticas. Viven en una genuina sociedad
democracia, donde la democracia, se practica. Este comercial es
gratuito.
La ley electoral cubana establece un máximo
de 45 días, a partir de su elección, para que los
diputados tomen posesión de sus cargos y la Asamblea Nacional
quede constituida. En este caso la fecha límite es el cinco
de marzo. En ese mismo momento –o antes-, los diputados tendrán
que votar por una lista con los candidatos al Consejo de Estado.
No está muy claro quién confecciona la lista, pero
se supone que una comisión de candidatura está encargada
de proponer al nuevo Consejo de Estado, encabezado por su presidente.
¿Se mantendrá el dictador Fidel Castro
como presidente del Consejo de Estado? Vamos a dejar para otra ocasión
esa pregunta. Desde el 20 de enero hasta el cinco de marzo habrá
tiempo para especular.
Las votaciones cubanas son tema, para mí,
de una reflexión diferente. La primera proviene de la retórica
oficial. De la demagogia que usa la cúpula gobernante para
adornar un proceso electoral, afeado en esencia por su carácter
fascista y dictatorial.
El mejor ejemplo es el del Comandante en Jefe. Postrado
en su lecho de enfermo, encontró tiempo esta semana para
garabatear unas líneas y enviarlas a la televisión
nacional. El dictador convocó a los cubanos “al voto
unido”. Castro no quiere que el voto se “divida”.
Llamó a “votar en bloque”.
Quien escucha semejante sofisma imagina que hay una
reñida contienda electoral en el país. Pudiera incluso
pensar que en las elecciones del 20 de enero participan candidatos
con criterios políticos diferentes a los de la dictadura.
Nada de eso. Lo que Castro quiere decir es que los
“votantes” no pasen demasiado trabajo.
Una sola marca, en la parte alta de la boleta y ya
está: candidatura completa.
Como explicó en su notica del pasado martes,
las elecciones cubanas son un ejemplo, porque “seleccionar
candidato no exige esfuerzo”. Castro lo tiene claro. “Soy
decidido partidario del voto unido”. El sofisma elevado a
su máxima expresión. ¿Es que acaso puede haber
un voto dividido, diferente, en una proceso donde solo aspira un
candidato por cada posición?
La segunda reflexión nos lleva a conclusiones
más tristes. La degradación ética y moral de
importantes representantes de la intelectualidad y la cultura nacional.
Por las páginas del órgano oficial
del Partido Comunista de Cuba, desfilan por estos días algunos
de estos ejemplares, cotorreando las consignas oficiales. Repiten
el mismo discurso. Falsean la verdad histórica.
Un triste ejemplo. Nancy Morejón, poeta y
ensayista, Premio Nacional de Literatura 2001 declaraba este viernes
en Granma: “El voto que voy a tener el gusto de ejercer el
próximo domingo 20 no lo hubieran podido hacer ninguna de
mis dos abuelas, ni siquiera a principios del siglo XX, ya nacida
la República mediatizada”.
Una media verdad en cuanto al derecho del voto femenino.
Sólo que a esta intelectual que se congratula por ejercer
su derecho a votar ahora “con soberanía e independencia”
se le olvidó aclarar “un detallito”. Es cierto
que ninguna de sus dos abuela hubieran podido ejercer el derecho
al voto, pero su madre, lo pudo hacer, sin duda alguna.
El derecho al voto femenino no fue “un logro”
de la revolución castrista. Las mujeres cubanas se ganaron
ese derecho en 1934, como resultado del pujante movimiento social
progresista, moderno y democrático que existía en
Cuba.
Que tristeza, Morejón!
|