Cardenal
Ortega: Iglesia en Cuba "está viva junto a su pueblo"
Cardenal Jaime Ortega y Alamino, Arzobispo de La
HabanaLA HABANA, 09 Ene. 08 / 04:24 pm (ACI).- En una extensa entrevista
concedida a la revista "Espacio Laical", órgano
del Consejo de Laicos de la Arquidiócesis de La Habana (Cuba),
el Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino, Arzobispo de esta ciudad,
señaló que la Iglesia en la Isla "está
viva, junto a su pueblo".
En la entrevista concedida al periodista Lenier González
Mederos con ocasión del 10º aniversario de la visita
a Cuba del Papa Juan Pablo II, el Purpurado recordó el origen
del viaje del Papa a Cuba, que se remonta a la escala técnica
en las Islas Bahamas que el Papa Juan Pablo II realizó en
1979, de regreso de México, "ocasión en la que
el Presidente Fidel Castro invitó al Papa a que hiciera la
escala en La Habana y no en las Bahamas, pero el Papa siempre pensó
en hacer una visita pastoral a Cuba, y una escala técnica
no le daba tiempo para el tipo de visita que él deseaba realizar".
El Cardenal explicó luego el itinerario de
la comunidad eclesial de la Isla, al recordar que "en 1981
la Iglesia en Cuba comenzó a desarrollar aquel proceso tan
rico que se llamó Reflexión Eclesial Cubana (REC),
desplegado durante cinco años y que concluyó con el
Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC) en 1986".
"Durante los primeros años de la Revolución
la Iglesia, disminuida en agentes pastorales y sin posibilidades
humanas y materiales para ampliar su misión, había
estado replegada sobre sí misma, atendiendo el culto y otras
actividades intraeclesiales, orientadas al mantenimiento espiritual,
moral y material de nuestras comunidades católicas",
dijo el Purpurado.
"El ENEC –prosiguió– significó
entonces abrir puertas, salir a hacer visitas, insuflar un nuevo
espíritu en las comunidades. La Iglesia debía realizar
su misión aquí, en la nueva realidad traída
por la Revolución. Debía ser una Iglesia encarnada,
lo cual tiene dos vertientes. Nuestros fieles debían comprender
esto y salir de su repliegue y el Estado debía reconocer
que la Iglesia tiene una misión que no se limita a los confines
de los templos".
"Este espíritu del ENEC ha marcado la
Iglesia en Cuba desde aquel momento de nuestra historia eclesial
y nacional hasta hoy ininterrumpidamente, con un doble efecto positivo
que se corresponde con nuestro doble propósito: los fieles
católicos han comprendido, progresivamente, que la Iglesia
tiene una misión inaplazable que realizar aquí y el
Estado, también progresivamente, ha ido aceptando y reconociendo
la misión de la Iglesia, que no se limita al culto",
explicó en la entrevista el Arzobispo de la Habana.
Cuando a mediados de la década de los 80 se
propuso la posibilidad de una visita, una de las autoridades cubanas,
Carlos Rafael Rodríguez, respondió que "la visita
podría ser posible y que la misa papal podía celebrarse
en el Coliseo de la Ciudad Deportiva, donde caben algo más
de 15 mil personas, el número de católicos que el
funcionario creía que existían en la Habana".
"Se ve por esta respuesta –explicó
el Cardenal– que no había madurado aún en aquel
entonces, por parte del Estado cubano, un clima suficientemente
abierto para que el Papa visitara nuestro país".
La visita del Pontífice, según el Purpurado,
exigió "una evolución necesaria en las mentalidades,
no era solo un problema estructural de la Iglesia en cuanto a su
organización, jerarquía, o el aumento del número
de fieles. Debía existir una relación aceptable Iglesia-Estado.
Era necesario que esa maduración se produjese".
Según el Cardenal Ortega, la carta pastoral
del Episcopado cubano "El Amor todo lo Espera", publicada
en 1993, "no proponía un cambio de rumbo en la acción
de la Iglesia, sino consecuente con el espíritu del ENEC,
analizaba la situación real en que nos encontrábamos,
que era muy angustiosa para el pueblo en general. Criticaba cierto
inmovilismo ante la crisis y sugería un cambio de política
económico-social con menos control estatal. Por ejemplo,
en cuanto a la agricultura, a pequeños negocios privados,
etc.
Aunque "no pocas de nuestras sugerencias coincidieron
meses más tarde con las nuevas medidas tomadas"; el
Cardenal revela que "la carta pastoral produjo una enorme molestia
en las esferas oficiales. Los obispos fuimos largamente atacados
por la prensa… se afirmaba que habíamos abandonado
una postura conciliadora por otra de enfrentamiento. No era esa
la motivación de los obispos, sino la de ejercer la misión
propia de la Iglesia en la sociedad, que incluye despertar la conciencia
de gobernantes y gobernados con respecto al bien común de
la sociedad".
"Quizás también al pasar el tiempo
se podrá descubrir que en esta tarea la carta pastoral ‘El
amor todo lo espera’ puso su granito de arena", agregó.
Para evaluar el éxito de la visita del Papa,
señala el Purpurado, "hay que recordar la actitud coherente
y entusiasta de todos los obispos de Cuba. La Conferencia de Obispos
Católicos de Cuba siempre se ha caracterizado por esa unidad
con la que el Señor nos ha favorecido. En aquella época
actuamos muy de conjunto, con mucha decisión y entusiasmo
para que se produjera la visita del Papa".
Aunque la visita fue un éxito, el Cardenal
señaló que "yo particularmente hubiera querido
que el Santo Padre visitara una prisión, aunque no celebrara
la Eucaristía allí. Sin embargo, de mutuo acuerdo
llegamos a la conclusión de que pudiera visitar un hospital
o un centro asistencial, como el leprosorio de San Lázaro,
en El Rincón".
Colaboración Iglesia-Estado
El Cardenal Ortega destacó que la preparación
de la transportación del pueblo exigió constantes
coordinaciones con las autoridades locales. "La coordinación
fue inmensa, entre la comisión de orden de la Iglesia, la
policía, los que estaban a cargo de la organización
de los distintos eventos por parte del gobierno. Fue un momento
que dejó una certeza de que es posible convivir y, al mismo
tiempo, tener una participación en la vida de la sociedad
sin que esto sea conflictivo".
"Todo el tiempo que el Papa estuvo en Cuba los
gestos del pueblo fueron muy significativos. Cada mañana
me sorprendía al acompañarlo siempre al aeropuerto
a tomar el avión que lo llevaría a los distintos lugares
donde celebró la Eucaristía. Me sorprendía
llegar a la Nunciatura y ver toda la calle –desde que la policía
lo permitía, porque es estrecha la calle donde se encuentra
la Nunciatura– llena de personas... Aquello era algo realmente
extraordinario", recordó.
"Evidentemente debo decir que la acogida del
pueblo superó nuestras expectativas. La vibración
de pueblo, la alegría, la disciplina, el entusiasmo, hicieron
que el balance fuera muy positivo, superando nuestras mejores expectativas".
Preocupación del Papa
El Arzobispo de La Haban recuerda que el Papa le
preguntó incisivamente: "el pueblo de Cuba atiende,
pero ¿entiende?". "Yo le dije, Santidad sí,
entiende. A él le preocupaba mucho que su acento no fuera
captado por el pueblo. Otro día me dijo al regresar: ‘este
es un pueblo inteligente, aplaude los conceptos, no la entonación
del discurso’".
"El pueblo –señaló el Cardenal–
entendía las ideas, y no solo se dejaba llevar por lo que
mueve la emoción de un momento. Aunque también la
emoción nos mueve. Cuando el Papa se despedía, esos
aplausos finales, o cuando llegaba, todo era enormemente emotivo.
Al Papa lo que le impactaba era esta capacidad del pueblo de captar
en profundidad las ideas".
"En la partida del Papa en el aeropuerto, el
Cardenal Dziwisz, su secretario en aquel entonces, confesó
que el Papa había llegado algo agotado a Cuba, pero que se
iba ‘energizado’ por las jornadas vividas", reveló
el Cardenal.
Desafíos actuales
Evaluando la situación actual, el Cardenal
Ortega y Alamino destaca que "nuestra cultura popular es de
matriz occidental cristiana, pero hay un cristianismo borrado, un
secularismo impulsado en estos 50 años por una separación
Iglesia-Estado muy acentuada". "Este abismo que se puede
crear entre Evangelio y cultura yo diría que se ha ahondado
en los años de Revolución, evidentemente. Por solo
citar un aspecto, la no presencia de la Iglesia en los medios de
comunicación social es prueba de ello", agregó.
El Purpurado destacó que, muchos intelectuales
han redescubierto el valor del aporte católico en el pasado
cubano y su influencia incluso en la generación que hizo
la Revolución. "Yo siempre he interpretado que nunca
se ha dejado de construir y hacer –aunque haya ideas totalmente
ajenas o contrarias aparentemente en muchos casos– sobre la
base de aquello que quedó de esta formación católica.
Creo que la base de muchas inquietudes y búsquedas se encuentran
a veces en ese influjo del pensamiento cristiano. Esta impronta
de lo católico se ha hecho cada vez más conciente
entre pensadores, profesores, investigadores y estudiosos actuales.
Desde estos ámbitos se va haciendo un camino, y esa síntesis
viene siendo una meta a alcanzar. Lo importante es que se está
haciendo el camino, y sí se han dado pasos creo yo".
"Corresponde a las nuevas generaciones de católicos
tener este espíritu de inserción social. Esto es algo
que la Iglesia debe potenciar. Que haya siempre en nosotros amor
a la Patria, que no haya –a pesar de las diferencias ideológicas
y de los problemas que esta realidad pudo haber suscitado, algunos
de ellos dolorosos en la historia reciente de algunos católicos–
un desentendimiento del católico de la vida social, del bien
social común", exhortó el Cardenal en la entrevista.
Los católicos, agregó, "no podemos
tener una actitud de espectadores, de meros analistas. Debemos tener
una actitud participativa. Todo esto siempre tiene dos vertientes:
que participemos y que se comprenda que nuestra participación
es a título de cubanos que formamos parte de este pueblo
nuestro al cual amamos y queremos servir. El Estado debe comprender
esta realidad. Creo que estos son los caminos por los que debemos
transitar".
La reconciliación nacional
El Cardenal Ortega reconoció en la entrevista
que el concepto "reconciliación nacional" es "un
término que muchas veces no se puede usar en Cuba, a veces
no se puede usar fuera de Cuba en algunos medios, puesto que se
piensa siempre en una clave muy política, haciendo referencia
a la posibilidad de reconciliar ideologías o modos de pensar,
lo cual es casi imposible cuando se han afianzado ciertos modos
de pensar y ciertas ideologías".
Sin embargo, "si se pueden reconciliar las personas.
El cubano, tal y como yo lo veo en Cuba hoy, es un humano bien dotado
para la reconciliación. No somos un pueblo que lleve cuentas
de manera trágica. Creo que unos y otros podamos alcanzar
esa fraternidad en el tú a tú, en el yo y el otro,
de todos los días. Y eso es universal. No se trata de diálogos
de cúpulas de Iglesia y Estado, diálogos entre sectores
políticos diversos. En estos diálogos pueden suscitarse
acuerdos o desacuerdos, puede haber tratados, pero cuando el cristiano
habla de reconciliación dice te quiero a ti, quisiera que
tú me quisieras a mí igual". El Arzobispo explicó
que "estamos lejos de llegar a la perfección en este
aspecto, pero esta ha sido la predicación de la Iglesia a
través de los siglos"; y destacó que "en
la medida que se avance en esta reconciliación interpersonal,
que se hace grupal, y que logremos perfilar un estilo de convivencia
entre nosotros, otras situaciones mejorarán, muchas veces
situaciones de índole político, y enfrentamientos".
El Cardenal finalmente recordó que cuando
vio al Papa Juan hablo II –que había marcado su vida
episcopal– en Cuba, "en medio de nuestro pueblo, como
mensajero de la Verdad y la Esperanza, pensé que no estaba
siendo él más que fiel a lo que hizo en su patria
como sacerdote, obispo y como hizo recorriendo el mundo entero como
Pastor Supremo de la Iglesia".
"Eso mismo hacía él en esa Cuba
donde él me había urgido a hacer de la Iglesia misionera".
Así, con aquella visita papal, "la Iglesia se dio a
conocer a nuestra sociedad, y se dio a conocer al mundo entero:
la Iglesia Católica estaba ahí, estaba viva, junto
a su pueblo", concluyó.
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