Aquellos años de discreción
Tania Díaz Castro
LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - ¡Qué cubano no
los recuerda! En las paredes de los centros laborales del país
colgaban los letreros como recordatorios: La discreción es
un arma de combate. O aquel otro que decía: La virtud de
un revolucionario es ser discreto.
Eran muchos los letreros colocados sobre los escritorios
de las dependencias estatales, en las puertas de los despachos;
hasta en los baños se veían, ausentes éstos
de jabón, papel y muchas veces de agua.
Ya no se ven tantos letreros sobre la necesidad de
ser discretos, es cierto, pero la política de la discreción
continúa, sobre todo en los organismos clave del régimen.
Un poco después del 8 de enero de 1959, fecha
en que llega a La Habana Fidel Castro, luego de la fuga del dictador
Fulgencio Batista, comenzó a exigirse discreción a
los cubanos, porque era mucho lo que ya se comenzaba a ocultar.
Para los cubanos no fue fácil mantenerse con
la boca cerrada, ser reservado y no comentar lo que se sabía.
¡Quién ignora que nuestro carácter
y personalidad resultan todo lo contrario! Quién no conoce
que somos extremadamente sociables, alegres, honestos, sentimentales
y sinceros y en muchos casos explosivos.
Obligarnos a callar no resultó fácil
para el régimen castrista. A mentir, mucho menos. Los cubanos
necesitamos comunicarnos con las personas. No importa si se trata
de desconocidos.
Pero, ¿qué había que callar
por aquellos primeros treinta años? Mucho había que
callar en reuniones, pasillos o a través del hilo telefónico,
porque otro letrero que nos persiguió día por día
era: El enemigo puede estar en cualquier sitio.
Y como el enemigo estaba en cualquier sitio, no se
podían comentar los fusilamientos a los adversarios políticos,
las guerras secretas de Fidel Castro en numerosos países,
la participación de Cuba en todas las guerrillas latinoamericanas,
creándolas en muchos casos, el malabarismo que hacía
el régimen por el mundo en busca de moneda dura, las violaciones
a los derechos del pueblo.
Había que ocultar muchas cosas más:
la marcha productiva de las zafras, la extracción de gas
en los pozos petroleros, por muy mínima que fuera, y sobre
todo, los fracasos económicos, la condición humillante
de Cuba, mantenida por los países del bloque socialista.
Nuestro líder del Movimiento de Derechos en
Cuba, doctor Elizardo Sánchez Santa Cruz, fue precisamente
condenado a dos años de prisión por ser sincero ante
la prensa internacional y expresar su desacuerdo por el fusilamiento
del general Arnaldo Ochoa, en 1989.
Sabemos que el paso al vacío que dio la Revolución
cubana hacia una dictadura se debe, principalmente, a que los cubanos
somos lo suficientemente liberales como para no aprobar que se oculte
lo malo. Somos y seremos abiertos y francos, y capaces, es la verdad,
de soltar un pájaro por cientos volando, de conocer la jungla
por donde transitamos.
Por su idiosincrasia, mucha guerra ha dado
el pueblo cubano a la dictadura de Fidel Castro. Por eso siempre
he pensado que con un simple empujoncito de las masas, el viejo
andamio que sostiene a esa dictadura, se vendría abajo en
segundos.
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