Crónica           IMPRIMIR
8 de enero de 2008

Aquellos años de discreción

Tania Díaz Castro


LA HABANA, enero (www.cubanet.org) - ¡Qué cubano no los recuerda! En las paredes de los centros laborales del país colgaban los letreros como recordatorios: La discreción es un arma de combate. O aquel otro que decía: La virtud de un revolucionario es ser discreto.

Eran muchos los letreros colocados sobre los escritorios de las dependencias estatales, en las puertas de los despachos; hasta en los baños se veían, ausentes éstos de jabón, papel y muchas veces de agua.

Ya no se ven tantos letreros sobre la necesidad de ser discretos, es cierto, pero la política de la discreción continúa, sobre todo en los organismos clave del régimen.

Un poco después del 8 de enero de 1959, fecha en que llega a La Habana Fidel Castro, luego de la fuga del dictador Fulgencio Batista, comenzó a exigirse discreción a los cubanos, porque era mucho lo que ya se comenzaba a ocultar.

Para los cubanos no fue fácil mantenerse con la boca cerrada, ser reservado y no comentar lo que se sabía.

¡Quién ignora que nuestro carácter y personalidad resultan todo lo contrario! Quién no conoce que somos extremadamente sociables, alegres, honestos, sentimentales y sinceros y en muchos casos explosivos.

Obligarnos a callar no resultó fácil para el régimen castrista. A mentir, mucho menos. Los cubanos necesitamos comunicarnos con las personas. No importa si se trata de desconocidos.

Pero, ¿qué había que callar por aquellos primeros treinta años? Mucho había que callar en reuniones, pasillos o a través del hilo telefónico, porque otro letrero que nos persiguió día por día era: El enemigo puede estar en cualquier sitio.

Y como el enemigo estaba en cualquier sitio, no se podían comentar los fusilamientos a los adversarios políticos, las guerras secretas de Fidel Castro en numerosos países, la participación de Cuba en todas las guerrillas latinoamericanas, creándolas en muchos casos, el malabarismo que hacía el régimen por el mundo en busca de moneda dura, las violaciones a los derechos del pueblo.

Había que ocultar muchas cosas más: la marcha productiva de las zafras, la extracción de gas en los pozos petroleros, por muy mínima que fuera, y sobre todo, los fracasos económicos, la condición humillante de Cuba, mantenida por los países del bloque socialista.

Nuestro líder del Movimiento de Derechos en Cuba, doctor Elizardo Sánchez Santa Cruz, fue precisamente condenado a dos años de prisión por ser sincero ante la prensa internacional y expresar su desacuerdo por el fusilamiento del general Arnaldo Ochoa, en 1989.

Sabemos que el paso al vacío que dio la Revolución cubana hacia una dictadura se debe, principalmente, a que los cubanos somos lo suficientemente liberales como para no aprobar que se oculte lo malo. Somos y seremos abiertos y francos, y capaces, es la verdad, de soltar un pájaro por cientos volando, de conocer la jungla por donde transitamos.

Por su idiosincrasia, mucha guerra ha dado el pueblo cubano a la dictadura de Fidel Castro. Por eso siempre he pensado que con un simple empujoncito de las masas, el viejo andamio que sostiene a esa dictadura, se vendría abajo en segundos.

 

 
 
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