Iowa,
Miami y la esperanza
ALEJANDRO ARMENGOL
La para algunos sorpresiva victoria de Barack Obama en Iowa demuestra
que el pueblo norteamericano no está deseoso de un cambio,
sino que comienza a exigirlo. Votantes en un estado mayoritariamente
blanco y agrícola eligieron a un aspirante a la candidatura
presidencial de la raza negra. Mujeres optaron por un hombre, y
colocaron en un segundo lugar la posibilidad de llevar a la Casa
Blanca a una figura femenina. Electores republicanos cruzaron las
filas partidistas y se pronunciaron a favor de un político
que hasta el jueves pasado se consideraba una representación
de lo más ajeno a sus valores. Por encima de otras consideraciones,
se impuso el criterio de que, dentro del Partido Demócrata,
nadie representa mejor que Obama la esperanza del cambio. ¿Ocurrirá
lo mismo en Miami?
Otros dos factores igualmente importantes --e íntimamente
relacionados con el deseo de darle un giro a esta nación--
fueron la participación de nuevos votantes y el apoyo abrumador
que los independientes le dieron al senador por Illinois.
Un quinto de los participantes en los caucus demócratas
fueron independientes. El 57 por ciento de los reunidos dijo que
era la primera vez que participaba en una actividad de este tipo.
Dos tercios de esta cifra favoreció a Obama.
La popularidad del aspirante presidencial es alta
aún entre los demócratas registrados. Obama y Hillary
Clinton lograron un empate virtual.
Elegir a un aspirante con una plataforma más
audaz importó más que favorecer a quien cuenta con
mayor experiencia.
Los resultados de las primarias de Iowa no necesariamente
definen el curso político de la elección. En ocasiones
han sido más un evento de propaganda y periodístico,
que ha servido para dar el impulso necesario a una figura hasta
entonces poco notable o ayudado a convencer a un aspirante que ha
llegado el momento de retirarse. Por lo tanto, cualquier vaticinio
a partir de ellas resulta provisional.
Lo interesante es que este año Iowa no ha
dejado de cumplir algunas de estas funciones tradicionales, pero
al mismo tiempo ha hecho más que insinuar un camino: la contienda
electoral no sólo va a resultar muy movida, sino también
está sólidamente definida desde los comienzos.
Respecto a Miami y el voto exiliado tradicional,
Iowa dejó a los ''anticastristas verticales'' con una doble
derrota: ni Rudy Giuliani ni John McCain, los dos aspirantes con
mayor popularidad y apoyo económico entre los sectores más
influyentes de este sector exiliado, quedaron bien situados: McCain
en un cuarto lugar y Giuliani, que ha preferido concentrar su campaña
en la Florida, en un sexto.
Uno de los problemas que confrontan los que representan
esa parte del exilio, que siempre se menciona --para bien y para
mal-- al hablar de la influencia cubanoamericana en las elecciones
presidenciales, es la falta de un candidato con el que puedan identificarse
a plenitud: una figura que represente con claridad no sólo
sus intereses, sino sus puntos de vista más domésticos.
Nadie como George W. Bush --el implacable reloj de la Casa Blanca
avanzando-- para suplir esta función.
Así que más allá de oír
a diario los anuncios de campaña de Mitt Romney, muchos cubanos
todavía no han decidido si votan por McCain, que hasta el
momento mantiene el apoyo tibio de los congresistas cubanoamericanos
por la Florida, o por Giuliani, quien se pasea por Hialeah persiguiendo
el fantasma, que algunos combatientes de ''línea dura'' recuerdan,
del encausamiento y prisión de Eduardo Arocena, del grupo
terrorista Omega 7.
Por otra parte, la victoria de Obama tampoco resulta
dulce para quienes se manifiestan por el statu quo en la política
hacia la isla. No por gusto este mismo sector del exilio se lanzó
a atacarlo cuando el aspirante demócrata estuvo en Miami.
Obama ha calificado la política de restricciones
del gobierno de Bush para los viajes y envíos de remesas
a Cuba como ''una estrategia disparatada'', que debería dejarse
de lado por otras iniciativas que sirvan para ''apoyar la causa
de la libertad y la democracia en Cuba''. El senador ha prometido
derogar estas medidas si accede a la Casa Blanca en el 2008.
¿Fue lo ocurrido en Iowa un avance de lo que
pasará entre los votantes cubanoamericanos en Miami? Las
cifras al menos permiten la esperanza de un cambio.
Si hay una política de la actual administración
que representa la negación de cualquier idea nueva es la
que se refiere a los limitados vínculos con el gobierno cubano.
Y las medidas no sólo afectan a las relaciones entre Washington
y La Habana, sino especialmente a los contactos personales que pueden
mantener quienes viven a ambos lados del estrecho de la Florida.
En la comunidad exiliada se ha producido un cambio
demográfico que aún no se refleja en el campo político.
La transformación en actitudes, valores y puntos de vista
respecto a la situación cubana y la vida cotidiana de quienes
viven en la isla ha figurado una y otra vez en las encuestas realizadas
en los últimos años, pero no se ha reflejado hasta
el momento en las boletas. Más bien ha ocurrido lo opuesto,
durante los dos últimos períodos presidenciales. Y
hasta el momento, los aspirantes a la candidatura presidencial republicana
no parecen preocupados al respecto: se limitan a apostar por la
continuación de tales medidas.
En última instancia, podría ser
que lo que hemos vivido estos últimos cuatro años
es simplemente una apariencia de continuidad, y en las próximas
elecciones se producirá el esperado viraje. Iowa ha servido
para renovar la esperanza. Los cubanoamericanos que quieren un cambio,
no sólo en la política nacional e internacional de
este país, sino también una mayor libertad para decidir
si visitan o no Cuba, y puedan hacer con su dinero lo que les dé
la gana, tienen razón para estar optimistas
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