Hijos
de un mismo pueblo
GIL FERNANDEZ YERA
Una vez más, algo característico de la libertad de
expresión, tras el arribo en días recientes de varios
cubanos talentosos a tierras de libertad he escuchado una buena
cantidad de opiniones sobre el tema. Refiriéndome a los tres
primeros bailarines que hace unos pocos días solicitaron
asilo en los EEUU, he decidido expresarles mi opinión.
Estos jóvenes nacieron alrededor de un cuarto
de siglo después del triunfo de una revolución convertida
en involución y totalitarismo. Crecieron en una sociedad
desmoronada, agotada de escuchar planes quinquenales desastrosos
ligados a empobrecimiento y exportación de guerras y revoluciones,
que confundió los buenos modales de conducta y lenguaje con
manierismos burgueses, que, como bien dijo Pedro Meurice, el valiente
ex arzobispo de Santiago de Cuba, ha confundido patria con un partido.
De qué patria se va a pedir que hablen éticamente
si los valores patrios están ligados a un sistema fracasado
y de opresión, si ser cubano es ser un ciudadano de segunda
clase en su propia tierra natal, sometido a una nueva forma de apartheid.
Estos virtuosos de la danza han sido formados en
una escuela y compañía que produce bailarines extraordinarios.
Estoy consciente de que en casi todas las instituciones artísticas
hay que sufrir penurias con el famoso ego de divos y divas del arte.
Pero vienen de una compañía que rebasa esas fronteras
y su directora, la famosa prima ballerina assoluta Alicia Alonso,
con la misma luz que ayudó a crear la compañía,
quema a sus mejores hijos con el absolutismo de las miserias humanas
y el poder político único. En el Ballet Nacional de
Cuba las opciones no existen. En el mundo libre, para el talento,
están al doblar de la esquina porque no eres posesión
de nada ni nadie.
No hacen falta denuncias explícitas. No hace
falta hacer preguntas. El simple hecho de que un ciudadano no sea
dueño de su pasaporte, de que esté sometido a una
autoridad que va más allá de la disciplina técnico-administrativa
de una institución para convertirse en posesión de
un sistema político totalitario es más que suficiente.
Me basta con la presencia de estos muchachos entre nosotros.
Quiero decirles que el invento difamatorio de la
mafia de Miami no existe en la gran masa del exilio cubano. Somos
los hermanos de un mismo pueblo comprensivo, tolerante y democrático
que desea unión y justicia, no separación y crítica
a una juventud víctima.
Así como una célula necesita de su
pleno funcionamiento individual para integrar un tejido robusto
y saludable, la sociedad, máxima expresión del ser
humano organizado, necesita de la libertad individual de sus integrantes
para formar una unión equilibrada y de progreso.
Bienvenidos. ¡Viva la libertad!
Médico cubano. |