7 de enero de 2008

Hijos de un mismo pueblo

GIL FERNANDEZ YERA


Una vez más, algo característico de la libertad de expresión, tras el arribo en días recientes de varios cubanos talentosos a tierras de libertad he escuchado una buena cantidad de opiniones sobre el tema. Refiriéndome a los tres primeros bailarines que hace unos pocos días solicitaron asilo en los EEUU, he decidido expresarles mi opinión.

Estos jóvenes nacieron alrededor de un cuarto de siglo después del triunfo de una revolución convertida en involución y totalitarismo. Crecieron en una sociedad desmoronada, agotada de escuchar planes quinquenales desastrosos ligados a empobrecimiento y exportación de guerras y revoluciones, que confundió los buenos modales de conducta y lenguaje con manierismos burgueses, que, como bien dijo Pedro Meurice, el valiente ex arzobispo de Santiago de Cuba, ha confundido patria con un partido. De qué patria se va a pedir que hablen éticamente si los valores patrios están ligados a un sistema fracasado y de opresión, si ser cubano es ser un ciudadano de segunda clase en su propia tierra natal, sometido a una nueva forma de apartheid.

Estos virtuosos de la danza han sido formados en una escuela y compañía que produce bailarines extraordinarios. Estoy consciente de que en casi todas las instituciones artísticas hay que sufrir penurias con el famoso ego de divos y divas del arte. Pero vienen de una compañía que rebasa esas fronteras y su directora, la famosa prima ballerina assoluta Alicia Alonso, con la misma luz que ayudó a crear la compañía, quema a sus mejores hijos con el absolutismo de las miserias humanas y el poder político único. En el Ballet Nacional de Cuba las opciones no existen. En el mundo libre, para el talento, están al doblar de la esquina porque no eres posesión de nada ni nadie.

No hacen falta denuncias explícitas. No hace falta hacer preguntas. El simple hecho de que un ciudadano no sea dueño de su pasaporte, de que esté sometido a una autoridad que va más allá de la disciplina técnico-administrativa de una institución para convertirse en posesión de un sistema político totalitario es más que suficiente. Me basta con la presencia de estos muchachos entre nosotros.

Quiero decirles que el invento difamatorio de la mafia de Miami no existe en la gran masa del exilio cubano. Somos los hermanos de un mismo pueblo comprensivo, tolerante y democrático que desea unión y justicia, no separación y crítica a una juventud víctima.

Así como una célula necesita de su pleno funcionamiento individual para integrar un tejido robusto y saludable, la sociedad, máxima expresión del ser humano organizado, necesita de la libertad individual de sus integrantes para formar una unión equilibrada y de progreso.

Bienvenidos. ¡Viva la libertad!

Médico cubano.

 
 
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