7 de enero de 2008

Los Bartolos


MANUEL VAZQUEZ PORTAL


Mucho antes de que leyera la picaresca española y comprendiera en qué consistía la conservación de la apariencia en los hidalgos venidos a menos; mucho antes de que supiera qué era un catrín en América y hubiera leído, por puro rigor filológico, Don Catrín de la Fachenda; mucho antes de que me riera sin frenos con La vida inútil de Pito Pérez; y mucho antes también de que el carpenteriano Recurso del método viniera a explicarme la relación que existe entre un pícaro o catrín y un caudillo o tirano americano, ya sabía yo lo que era en Cuba ser un bicho.

Un bicho es ese personaje capaz de sacarle lasca a la más inverosímil situación y hacerse dueño lo mismo de una fiesta ajena que de un país. El bicho por lo regular no es graduado de nada, pero sabe de todo. La todología es su especialidad. Es capaz de corregirle una homilía al sacerdote del pueblo, interpretar los oscuros mensajes de los orishas en la letra del año, explicarle a un proctólogo las aventuras, venturas y desventuras de la insomne pupila escatológica, enmendarle la plana al mismísimo don Miguel de Cervantes.

El bicho no está dotado para tirar un pescozón, pero se las ingenia para que alguien siempre se faje por él. Y luego hay que oír la anécdota de cómo despetroncó a su adversario. Jamás tiene un centavo, pero sabe muy bien utilizar el dinero ajeno. No siente lo que dice, pero siempre tiene un discurso listo. Nunca se expone al peligro, pero las hazañas son para él un tema permanente y, por supuesto dejando entrever que es un héroe.

El bicho es sabio en lisonjas oportunas pero se pasa la vida denostando de quienes se le adelantan en guataquerías y zalamerías. Es experto en pesares, cuitas, idilios, romances y traiciones. Nadie sabe como él granjearse las simpatías de quien posteriormente será su víctima. Es capaz de regalar, siempre que no sea suyo, desde un central azucarero hasta una fantasía. Nadie es mejor que él para llorar un muerto ajeno.

Yo he conocido a muchos bichos. Cuba está llena de bichos. Bichos callejeros, bichos intelectuales, bichos políticos. Parece el paraíso del bicho. Y esto no es un resultado del socialismo, que pudiera ser la muestra más elaborada, perfecta y eficaz de la bichería, es tan secular que se diría endémico. Recuérdese aquello de: cuéntase cómo se va en Cuba de Cuevas a Coveo. Escrito por nuestro simpático Ramón Mezas, quien confundiera el término castizo pillo con el criollo bicho. En Cuba se puede ser cualquier cosa menos pesa'o o bobo. Aunque hay muchos bichos que se hacen los bobos para consumar su bichería.

En Morón conocí a uno digno de figurar en la más exigente selección de bichos que se pudiera hacer. Se llamaba Bartolo. Nunca podré olvidar que lo mismo arreglaba los trámites para un divorcio a las volandas que le escribía un discurso al primer secretario municipal del Partido, que le despedía el duelo a una antigua prostituta devenida respetable compañera, que cantaba décimas en la emisora municipal, redactaba impecablemente un engome para la Seguridad del Estado, o ayudaba a preparar un fuga clandestina por la Laguna de la Leche hacia Estados Unidos a otro bicho que acababan de tronar en el Poder Popular.

Bartolo estaba en todo. Ya fuera un bembé en una cuarteria de la calle Marina o en un acto patriótico en el Parque Martí. No había nómina en que el nombre de Bartolo no apareciera. Y esta cualidad lo hacía presente en las primeras filas de cualquier cumbancha, organizador de todas las pachangas. Si el asunto era de trabajo o de riesgo no le faltaba nunca un dolor en la cervical o una imprevista descomposición de estómago. Todos lo afirmaban: Bartolo es un bicho.

Con el tiempo y las canas, aprendí que Cuba está llena de Bartolos. Bartolos callejeros, Bartolos intelectuales, Bartolos políticos, Bartolos disidentes, Bartolos municipales, Bartolos provinciales, Bartolos nacionales, omnibartolos. Bartolos que podían servir desde lazarillos a un ciego en Tormes hasta lazarillos de un pueblo en el Caribe. Pero la característica más sobresaliente del Bartolo actual cubanos es que responde de una manera muy eficiente a aquel viejo adagio: cuando veas las barbas de tu maestro rumbo a la tumba, lleva la tuya a afeitarse con Gillette.

 

 
 
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