Sólo
para cubanos
TERESITA MAYANS
Llegaron y siguen llegando. ¿Quiénes? Los responsables
de haber hundido en la desgracia a todos los cubanos. Estos y otros
se dieron a transformar a una Cuba que recibieron el fatal 1 de
enero del año 59 rutilante, próspera en esto que es
hoy, un país más que empobrecido, en ruinas. Donde
con frecuencia se ve a ciudadanos escarbando en latones de basura
para encontrar algo, cualquier cosa, algo es algo donde no hay nada.
Estos que llegaron y siguen llegando, responsables
del desastre tanto por cobardía, por la canalla y deliberada
mala intención, por colaboración, indolencia u omisión,
pero todos responsables de la pérdida de la independencia,
artífices de la prohibición de cosas tan sencillas
y legítimas como mi derecho a mudarme y vivir donde me dé
la gana, salir y entrar a mi país cuantas veces me apetezca,
de pararme en una esquina sin que me exijan identificarme o me pregunten
qué hago.
Ahora llegan con esa alegría entusiasta propia
de los insensibles convencidos de que encontraron en este doloroso
exilio tan vituperado por ellos mismos la fuente de la purificación
y del perdón a sus crímenes y desmanes que limpia
y conduce al paraíso como si nada hubiera pasado, quiero
decir, con esa nada llena de cárceles y carceleros, de delatores
y torturadores, cómplices del crimen diciendo: ''Nos engañaron,
creímos de buena fe''. Pero también se mudan frente
a mi casa por obra y gracia de la casualidad y de la inmensa tolerancia
que permite la democracia a estos victimarios que hasta días
recientes practicaron, apoyaron y ejercieron abusos.
En Cuba existen las llamadas zonas congeladas, quiero
decir, zonas donde para residir se necesita un permiso especial
de la Seguridad del Estado. Incluye toda la faja costera del malecón
habanero amén de enormes barrios a través de toda
la isla. ¿Se imagina a Martha Beatriz Roque ejerciendo su
derecho de vivir al lado de Ramiro Valdés o a Pérez
Antúnez sentado en el portal de una casa frente a Furry Colomé?
Como dirían los cubanos: ''No es fácil''. Y, como
si fuera poco, tenemos que oír a sus bocas grandes, a sus
propias vísceras hablar en voz alta y ofrecer testimonios
miserables, como si aquí, donde están parte de sus
víctimas, no supiéramos qué hicieron, qué
hacen y qué seguirán haciendo.
Estos entusiastas colaboradores del régimen,
en un pasado cercano uniformados de verde olivo, o un delator del
cedeerre, se creen portadores únicos de noticias, hablan
de métodos de torturas, de crímenes, de cómo
viven, qué comen y beben generales y coroneles más
otros tantos de la cúpula gobernante, mientras no son tronados,
desde luego, o enviados al plan payama o acusados de traidores y
ladrones en juicios militares. Nota: los únicos ladrones
autorizados ya sabemos quiénes son, pero en el caso extrañamente
sui generis del código penal de la Cuba actual no se cumple
aquella máxima de ladrón que roba a ladrón
tiene cien años de perdón o la de el aura gritándole
al pavo que tiene el pescuezo pela'o. Fidel Castro se robó
desde la república, con todo lo que tenía dentro,
hasta un pudoroso ostión cerrado en su concha en las orillas
del mar que bordea la isla. La historia la sabemos. Pero estos cómplices,
cuando tenían mando y ''se salían del plato'' o cometían
una peccata minuta, eran llevado a juicios (léase circo),
acusados de cualquier cosa, sobre todo de robarle al comandante
en jefe y ahí mostraban su verdadera esencia, parecían
pupilas arrepentidas sacadas de lupanares por un ''particular'',
pidiendo perdón, exhibiendo como un trapo sucio su mea culpa,
haciéndose el harakiri mientras sollozantes, con el mentón
caído sobre el pecho, pronunciaban una andanada de frases
suplicantes cuajadas de loas al comandante.
No, de ninguna manera. Que sepan estos culpables
arrepentidos que no nos dejan boquiabiertos con sus repetidos y
viejos comentarios, siempre de estreno según se creen, y
que al mismo tiempo los lanzan ceremoniosamente al aire convertidos
en gastadas noticias, casi que colonizándonos, como si los
cubanos dignos que conforman este verdadero exilio fuera una masa
acéfala desconocedora de cuanto pasa en Cuba.
No importa, que sigan llegando como mansas palomas
que vuelan hacia los hombros de San Francisco de Asís, pero
tengan presente que estos culpables en una Cuba libre tendrán
que responder ante verdaderos tribunales. Con todas las garantías
procesales. Pero sepan también que muchos no tendrán
regreso.
Escritora cubana, ex presa política.
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