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30 de diciembre de 2008

 

OPINIÓN
 

Entre Chirino y Rodríguez. Un Pueblo

Adrián Leiva 

MIAMI, Florida, diciembre, (www.cubanet.org) -Los amigos del barrio habían reunido los recursos que tenían al alcance de sus bolsillos para festejar el fin de año con una animada fiesta. 

Luego de la colecta y realizado el balance financiero, se dieron a la tarea de comprar los comestibles y las bebidas. Había que celebrar el 31 de diciembre con la alegría que caracteriza al cubano; terminaba el año 1989. 

Cantos de sirenas, procesos de errores y tendencias negativas, triunfos en el teatro de operaciones militares del sur de Angola por las tropas cubanas, las causas uno y dos (Los generales Ochoa y Abrahantes), las suspensión de la venta en Cuba de las revistas Spútnik y Novedades de Moscú, que sacaban a la luz publicas los desmanes y crímenes de la dictadura soviética, era ese el escenario que finalizaba 1989 en la Isla. 

En Europa del Este y en la Unión Soviética, se producían trasformaciones y una esperanza de libertad se anunciaba para los pueblos oprimidos bajo el yugo del estalinismo. Para los cubanos, esos cambios significaban la paulatina disminución del subsidio soviético y la antesala del llamado periodo especial.  

El rostro de la ineficiencia del sistema económico cubano mostraría su verdadera cara un año más tarde y el deterioro del nivel de vida en la población seria la realidad perpetua para el pueblo, hasta nuestros días. 

El cubano promedio miraba, entre curioso e indiferente, la transformación en el llamado campo socialista. La vida continuaba en la Isla con la manipulación de la información en la prensa nacional.

La noche del 31, comenzó la “pachanga”. Ron, cerveza, bocaditos y los demás refrigerios que había en la casa, daban la energía a los reunidos en aquella despedida de año viejo entre risas y bailes. La música se escuchaba en toda la cuadra, por las bocinas, colocadas en el portal de la vivienda, salía el contagioso ritmo que hacían bailar.  

Oxigeno, Déjate querer, El Tiki tiki y otras canciones del repertorio de Willy Chirino, hacían gozar a los bailadores. Luego Los Van Van, para dar paso a otras agrupaciones salseras foráneas, sin faltar la música de Celia Cruz. 

A las doce de la noche las emisoras de radio y televisión nacional leyeron el tradicional comunicado por un nuevo aniversario de la revolución y hablaron de los “éxitos alcanzados en la construcción del socialismo”. En la fiesta, a esa misma hora se escuchaba una canción de Chirino que ninguna gracia le hacia por su texto al oficialismo dentro de Cuba. Simple coincidencia. 

Pasada las cuatro de la mañana los invitados se retiraron. Era ya primero de enero de 1990.

En la casa donde se había celebrado la fiesta, pasado el medio día y recuperadas las energías varios de los jóvenes entonaban guitarra en mano, canciones de Silvio Rodríguez y Pablo Milanes mientras terminaban de consumir la bebida y los comestibles que habían quedado de la noche anterior. 

Un agente de vigilancia se presentó en la vivienda y sin explicación alguna les informó que debían presentarse en el local de la policía. Minutos más tardes el grupo de jóvenes y los dueños de la vivienda eran interrogados por el jefe de la policía del reparto Palatino en el municipio Cerro de la Habana. 

El delito: Escuchar la música de Willy Chirino. 

Uno de los jóvenes pregunto al agente policial: - ¿Existe alguna ley que prohíba escucharlo?

El gendarme enmudeció, para luego decir que no. Acto seguido los jóvenes le contestaron: -Nosotros escuchamos música de Chirino, los Van Van, o de Silvio, nos no inculquen la política en la música que no es la mentalidad de nuestra generación.
Dicho esto todos dieron la espalda y se marcharon. 

Hace unos días me encontré en Miami al ya no tan joven que formuló aquella pregunta, luego de años sin vernos me invitó a su casa. Me mostró toda la colección de los discos de Willy Chirino, pero también la música de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, entre otros músicos cubanos que viven en ambas orillas.  

En Cuba casi era un delito escuchar a Willy Chirino y otros músicos cubanos radicados en el exterior, en cambio en Miami, algunos escuchan a Silvio semi escondidos, como si temieran de la otra “censura” mental. 

Las generaciones de cubanos que han vivido en Cuba y han emigrado en los últimos años están desintoxicadas del odio y la confrontación.  

Casi veinte años han trascurrido desde aquella noche. Para los cubanos este tiempo significa más división de la familia, peor nivel de vida y libertad y la misma incomunicación. ¿Qué fracasó, qué no viene llegando; por qué tampoco la era parió un corazón?  

Esta distante la noche del 31 de diciembre de 1989; dentro de unos días celebraremos el fin del año 2008. Roguemos a Dios, pero también pongamos todos nuestros empeños para lograr desintoxicarnos del odio y la irracionalidad y dar paso a la reconciliación con nosotros mismos en primer orden, y entre todos los cubanos. 

Ya viene llegando el momento en que la era para un nuevo corazón: el amor. Nuestro pueblo lo necesita. 

 

REVISTA CUBANET
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