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29 de diciembre de 2008
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Demasiado grande

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Raúl Castro debe hablar menos. No tiene capacidad para hilvanar ideas coherentes y mucho menos para cuidar el protocolo. Sus disparates durante su visita oficial a Venezuela y Brasil en los últimos días, avergüenzan hasta sus correligionarios más fieles.

Sus dislates no son nuevos, en septiembre se le ocurrió decirles a los pobladores de Isla de la Juventud, que los veía contentos. Sus palabras fueron incomprensibles. La mayoría de ellos acababan de perder sus casas, enseres personales, escuelas, hospitales y centros de trabajo, tras el paso del huracán Gustav. En ese momento, la Isla no tenia servicio de agua potable ni electricidad.  

Su gestión de crisis tras el paso de los fenómenos meteorológicos fue fuertemente criticada por la población, al no aparecer en el escenario de la tragedia hasta pasados muchos días.

En la  cumbre de presidentes americanos en Brasil, el General de Ejercito actuó de igual modo, si no peor. Lanzó por la borda los esfuerzos de incorporación de Cuba a la Organización de Estados Americanos, institución a la que todos los países latinoamericanos pertenecen, a excepción de Cuba.

No terminaba de profanar al complaciente auditorio de líderes latinoamericanos y caribeños, cuando en un acto de develación de una escultura, le dijo al Presidente venezolano que prefería bajar el volumen de su televisor para seguir trabajando y pedirle a los ayudantes un resumen de lo dicho por Chávez, durante sus alocuciones en Aló Presidente. El público presente esa noche tuvo además que resistir una monserga sobre la guerra de Angola.

La tapa al pomo la puso al día siguiente en Brasilia durante la visita oficial, cuando declaró a los medios que su gobierno estaría interesado en canjear a los cinco espías detenidos hace más de diez años en los Estados Unidos, por los presos políticos cubanos y sus familiares, a quienes enviaría inmediatamente a Estados Unidos.

Desmadre, incomprensión del Estado del Derecho, preocupación por la situación interna, insolvencia política. Cualquiera de las cuatro percepciones sobre un Jefe de Estado es grave. Aun peor, es la suma de todas ellas, y este es el caso.

La confusión sobre el funcionamiento de las leyes en otras naciones y el desconcierto por insolvencia política de lo que puede y no puede hacer el ejecutivo, definen el desmadre verbal y la poca probabilidad de encontrar soluciones negociadas a los problemas. Pero sobre todo, su cruel disposición a seguir utilizando vidas humanas en función de sus intereses personales.

No hay siempre hay que creer los rumores sobre las figuras públicas, sobre todo, cuando son descalificadores; están marcados casi siempre por la envidia y las bajas pasiones. Pero sobre Raúl Castro no se equivocaron los que rumoraban que le quedaba demasiado grande la nueva responsabilidad.

aleagapesant@yahoo.es

 

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