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23 de diciembre de 2008

 

OPINIÓN
 

Una propuesta inmoral 

Miguel Saludes 

MIAMI, Florida, diciembre, (www.cubanet.org) -La respuesta del gobernante cubano Raúl Castro a la pregunta de un periodista sobre la suerte de los presos de conciencia en la Isla evidenció una de las posibles finalidades de los juicios sumarísimos del 2003.

Aunque nunca se declarara de manera tan directa, la intención del canje siempre ha estado en el ambiente. La prisión de setenta y cinco activistas pro democracia fue ordenada para llevar a la sociedad a un clima de terror. Con ese acto se buscaba parar en seco el creciente desafío que representaba el Proyecto Varela. Pero también esta acción dejaba una carta en manos de la dictadura. Y ella podía ser usada en la liberación de los cinco presos de origen cubano, condenados por espionaje en Estados Unidos. Tal vez el detalle numérico de los procesados revela esa intencionalidad. La cifra original dividida entre cinco pudiera representar el valor simbólico otorgado por los jerarcas castristas a cada uno de sus agentes presos en el Norte. La cábala revolucionaria de Fidel funcionaba una vez más. 

“..¿Quieren soltarlos?, que nos lo digan, se los mandamos para allá con familia y todo. Que nos devuelvan a nuestros cinco héroes. Es un gesto de ambas partes", fueron las palabras del menor de los Castro en Brasil. Una vez más Estados Unidos carga con la responsabilidad. Primero con la justificación de unas condenas abusivas y crueles. Ahora con la liberación de los condenados por los tribunales cubanos. Norteamérica debe llevárselos a todos, con familia incluida, como si fueran unos delincuentes. El destierro anticipado. La propuesta no puede ser menos vejatoria.

Conozco a muchos de los presos en la causa de los Setenta y Cinco. Antonio Díaz Sánchez pudo haber salido hacia Estados Unidos hace muchos años, pero renunció a esa posibilidad. Blas Giraldo fue otro de los que un día decidió no salir de Cuba. Los hermanos Ferrer no tenían en sus planes ese propósito. Miguel Galván fue amenazado de no recibir el permiso de salida del país si continuaba apoyando el Proyecto Varela y haciendo activismo cívico. Antes de la redada de marzo tenía concedida la visa norteamericana. Prefirió enfrentar el horror de la injusticia carcelaria. Omar Rodríguez Saludes estuvo en Alemania en 1994 para visitar a su hermano. Regresó a La Habana apenas cumplido el plazo de tres meses que asignaba el permiso de estancia.  El preso Librado Linares expresó hace pocos meses su rechazo a ser ex carcelado si ello implicaba salir al extranjero. Son algunos de los casos.

Que un gobierno aprese a un grupo de hombres que se oponen a sus designios para luego utilizarlos como fichas de cambio a conveniencia, y para colmo les coloque en la disyuntiva del destierro, ofrece una imagen muy precisa acerca del rostro verdadero de ese régimen.

Si el gobierno cubano desea dar pasos para un eventual mejoramiento de las relaciones con el vecino del Norte el camino no debe ser el chantaje tomando como reos a sus ciudadanos. La liberación de los condenados por objeción de conciencia es una alternativa que no debe ser puesta como premisa para variar actitudes. Ni siquiera para lograr la libertad de quienes en otras partes enfrentan una situación extrema por servirles. Es un gesto indigno que atenta contra el legado que recibió la nación cubana de sus padres fundadores.

La solución está en hacer lo debido. Y lo correcto es dar libertad a quienes se les ha suprimido inmerecidamente; reconocer el derecho de pensar, opinar y expresarse libremente en la propia tierra. Posibilitar la diversidad de criterios en la sociedad. Contar con todos para hacer un país inclusivo. Lo demás vendrá por añadidura. La propuesta del General Raúl Castro, salida sarcástica o asomo sincero de una oferta contenida, pone a los presos de conciencia en situación de rehenes. Buscar salidas desde esa óptica no solo constituye un paso errado. Es un nuevo portazo a quienes depositan sus esperanzas en las posibilidades de un cambio en Cuba en la coyuntura política actual.  

 

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