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22 de diciembre de 2008

 

OPINIÓN
 

Reflexiones sobre una realidad nacional

Adrián Leiva 

MIAMI, Florida, diciembre, (www.cubanet.org) -Una de las realidades que más golpea a la sociedad cubana, incluso por encima de las limitaciones materiales, es la desmoralización del individuo como ser social; ese es el mayor “logro” del sistema totalitario que desde hace casi cincuenta años impera en Cuba. 

Con la anunciada creación del hombre nuevo proclamada por el sistema fidelista, comenzó a gestarse el mayor peligro que enfrenta hoy la familia cubana, al margen de la división propiciada por la galopante emigración. 

La sociedad en toda su estructura está animada por la interrelación de todos los factores que la forman. Las instituciones juegan un papel imprescindible en esta tarea y la familia también tiene un protagónico.

Cuando las instituciones desvían el curso normal por los errores de los hombres que las dirigen, cada eslabón, cada ciudadano, está en el deber y la obligación social y moral de actuar cívicamente ejerciendo todos sus derechos y exigiendo el restablecimiento del orden para evitar que el poder político se erija por encima de la condición humana de cada ciudadano. 

El pueblo cubano no actuó así durante el Golpe de Estado protagonizado por Fulgencio Batista el 10 de marzo del 1952, quizás por la falta de una verdadera base social de los partidos políticos tradicionales, que no movilizaron a las masas en reclamo del restablecimiento del orden constitucional en la Isla. 

Esta falta de acción cívica a la larga se agregaría a la sumatoria de errores que desviarían el curso de la vida y la historia de los cubanos posterior a ese suceso.  

Vemos repetirse la misma conducta pasiva cuando de manera gradual el gobierno que se instaura el primero de enero del 1959 mediante una popular y triunfante Revolución que había prometido devolver el orden constitucional,   termina erigiéndose en dictadura de corte estalinista, manejando con una increíble habilidad a las masas, que nuevamente escuchando los cantos de sirena se hicieron cómplices de la usurpación y confiscación de la Patria.  

Cuando un poder político se ubica por encima de la condición humana de la persona y ahoga el ejercicio de todas las libertades públicas, sencillamente se erige en dictadura.  El ser social necesita de libertad creadora para mover los resortes que impulsan el desarrollo de la existencia humana; quien niega la libertad se niega así mismo. Los cubanos tenemos muy limitadas, o más bien secuestradas, las libertades civiles, económicas y políticas.
Somos medios básicos del inventario de un poder personal, que recuerda al de Luís XIV:
- El Estado Soy Yo. Al menos así ha sido durante casi cincuenta años.

Paradójicamente, esa pérdida de valores también contamina y comienza a convertirse en un gigantesco problema que, como la bola de nieve cuesta abajo, crece y ya presiona al poder político. Los dictadores ven, cada día con más preocupación, que el fenómeno puede convertirse en un incontenible movimiento de inconformidad social. 

Si bien existe una máxima responsabilidad por parte del poder político, que controla toda la nación, justo es señalar que el pueblo y la familia tienen su dosis de responsabilidad social y cada individuo por igual es responsable de todo lo positivo y lo negativo acontecido durante todos estos años.
 
Mientras los cubanos no tomen la debida conciencia, por encima de caracteres ideológicos, de que también es su responsabilidad reclamar y exigir el espacio de sus derechos civiles y realizarse como seres humanos, la sociedad cubana no transitará por buen camino. Urge encontrar ese sendero o corremos el riesgo de perdernos como pueblo. 

Forjar una cultura en el ejercicio de los derechos civiles y humanos universalmente reconocidos; erradicar la indisciplina social, la mentalidad corrupta a todos los niveles y los hechos antisociales que son una cotidianidad en la Cuba de hoy, debe ser también una tarea permanente. La familia cubana perdió el camino de los auténticos valores cristianos que históricamente formaron parte de la vida nacional. 

Miremos a nuestros alrededor, tomemos conciencia de la realidad y comprendamos que es hora de dejar de ser dóciles instrumentos y volver a ser simplemente personas, con todo lo que este término significa, por encima de cualquier ideología. 

Como dijera su Santidad Juan Pablo II en su visita a Cuba, “no espere que todo le venga dado”.

 

REVISTA CUBANET
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