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16 de diciembre de 2008

 

INTERNACIONALES
 
Evo boca a boca

RAUL RIVERO

En el paraíso proletario que Evo Morales, su abuelo Fidel Castro y su hermanastro Hugo Chávez le han dibujado al pueblo boliviano con maestría de pintores de brocha gorda, ahora la serpiente es la Iglesia. Y la manzana, la prensa.

Es éste un Edén con lamparones de cal en las arboledas y las minas. Un paisaje pintado a campanazos por unos operarios apremiados, locos por terminar la obra para instalarse a pasar la eternidad en sus jefaturas.

Para alcanzar la excelencia -un dominio cerrado y bajo férreo control de sus fundadores-, los periodistas son un estorbo, igual que cualquier sector de la sociedad que no acepte, con fulgor de ojos de becerro en la mirada, el poder del santuario populista.

Evo Morales da los brochazos finales del año con la intención de sacar de la estampa a la jerarquía de la Iglesia católica y a los representantes de los medios de comunicación. A todos aquellos que no permiten que el Gobierno les pague, aunque tengan que soportar que les pegue.

El líder indígena, indignado porque un periodista reveló los detalles de un episodio de corrupción en el que aparece como presunto cómplice uno de sus hombres de confianza, sacó desde el fondo misterioso de su poncho una gran carga de odio y fuerza. Y, acto seguido, anunció que sólo un 10% de los periodistas bolivianos tienen dignidad. Por lo tanto, no dará más conferencias de prensa y no se le podrá hacer ninguna pregunta, porque él, no los necesita. «Yo tengo otro medio de información: el boca a boca es la mejor forma de comunicación», dijo.

Morales insultó a un joven reportero durante una ceremonia en el Palacio Quemado, y la Asociación Nacional de Prensa manifestó que el incidente fue «lamentable, doloroso, indigno y humillante».

La Iglesia boliviana se pronunció también a favor de la libertad de expresión y publicó una nota en contra de «el autoritarismo y el abuso de poder contra los periodistas que cumplen con su labor informativa».

El presidente descubrió entonces que su oposición fundamental está en la prensa burguesa y en la jerarquía católica, y recordó que, con la nueva Constitución, «la Iglesia perderá sus privilegios».

Evo y sus parientes quieren trabajar tranquilos en el cuadro del paraíso. El no sabe que los hombres y las mujeres que han vivido bajo el totalitarismo -convocados a meditar sobre el porvenir de sus almas y de sus cuerpos- lo único que prefieren del socialismo, frente a la propuesta de los textos sagrados, es el infierno.

Allí, se sufre menos. Un día falta el combustible para el fuego de los pecadores. Otro, se acaba el aceite.Y el fin de semana, Satanás no viene a dirigir los suplicios porque disfruta con amigos de su casa en la playa, está de viaje en el extranjero o preside una asamblea urgente del Partido.

 

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