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16 de diciembre de 2008
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Tribus en La Habana (I parte)

Leafar Pérez 

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Se les puede ver donde quiera. Jóvenes que llaman la atención por sus peinados, vestimenta, gestos o la música que oyen. Lo mismo se reúnen en el céntrico parque de 23 y G, que toman por asalto el  muro del Malecón o alborotan en un barrio marginal de la ciudad. Son miembros de las diversas tribus urbanas que hacen gala de su identidad. 

El concepto tribu, desarrollado por Michel Maffesoli en 1990, se ha difundido en los medios académicos para interpretar los fenómenos sociales de la postmodernidad. Su uso ha diluido el concepto a un estereotipo social.  

Siempre han existido grupos juveniles identificados de manera propia (recordar a los rastafari y roqueros de los años 80 del siglo pasado), esos que oían la música a escondidas o eran constantemente molestados por la policía porque iban en contra del “hombre nuevo” inventado por el sistema.

Sin embargo, no es hasta hace unos años, con las bondades de un mundo globalizado, Internet y otros avances tecnológicos: DVDs, MP3, ordenadores personales y la perseguida “antena”, que los jóvenes cubanos se ponen a tono con un fenómeno mundial.  
A los antiguos amantes del rock se unen variantes más duras como los punk, friquis y los radicales, cada grupo con sus características que los identifican. A los que hay que añadir los repas, reguetoneros, miquis, turbios, góticos, pokemones y emos, entre otros que reflejan los cambios sociales y sociológicos de la juventud cubana.  

El contexto social en que surgen algunos de estos grupos nada tiene que ver con conductas marginales. Al contrario, muchos de sus integrantes son hijos y nietos de la clase política cubana (la media y la alta), con acceso a la educación universitaria y con ingresos suficientes para sostener su estilo de vida.

Sin embargo, ciertos grupos tienen su origen en fenómenos y conflictos sociales que durante décadas no ha podido resolver el proceso revolucionario: el racismo, la discriminación de la mujer, el hacinamiento de los individuos en precarias viviendas, y la falta de un proyecto ideológico definido que les ofrezca un futuro esperanzador.  Son algunos ingredientes idóneos para el caldo de cultivo que facilita el surgimiento y proliferación de estos grupos en nuestro país.   

Las tribus son entornos aislados de la sociedad, manifestación de rechazo a la misma, que se relacionan a través de redes personales que interactúan entre sí con el estereotipo dominante en la música y la vestimenta en el mundo, aún cuando no sea la más publicitada por los medios de difusión. Esto les permite una distinción inmediata de la sociedad y la cultura revolucionaria dominante. 

No existe en las tribus, como motivación, la búsqueda de un entorno social distinto o la negación de la cultura dominante a partir de su transformación. Son expresiones de desconfianza hacia los mecanismos de socialización en la sociedad (educación, estado, familia, trabajo), que se aíslan de su entorno sin la búsqueda de una explicación de la realidad social.  

Para comprender mejor este fenómeno, es necesario describir las características de los grupos, sus coincidencias, así como las diferencias que les son propias. Es fácil repudiarlos, como hace la mayoría. Para una mejor convivencia con ellos hay entenderlos y orientarlos. Y eso requiere más espacio y espíritu crítico con los métodos de educar a la juventud.

(Continúa)

 

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