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15 de diciembre de 2008

 

OPINIÓN
 

Raúl Núñez CM, el buen sacerdote de La Merced

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, diciembre, (www.cubanet.org) -Mi hijo tenía entonces siete años. Edad de los primeros cuestionamientos existenciales, los miedos y las dudas; el por qué de la
muerte y el mal. A pesar de mis explicaciones nunca quedaba conforme y las preguntas se iban haciendo más complejas. Un día, mientras me acompañaba en una de mis cotidianas estancias en la iglesia de la Merced, se acercó al padre “viejito” para contarle sus preocupaciones. Fue la primera de varias conversaciones que desde entonces mantuvo con el sacerdote Raúl Núñez. La primera de ellas fue suficiente para que se estableciera la comunicación. Desde entonces las pesadillas dejaron de visitarle.

El tiempo ha corrido de prisa. Mi hijo se convirtió en un joven. Raúl, el sacerdote, ya no está entre nosotros. Hace apenas unas semanas supimos de su muerte en La Habana. “Nuestro querido P. Raúl falleció este lunes 3 de noviembre a eso de las 6.40 de la tarde.” Así de escueta llegó la dura noticia. El 12 de diciembre cumpliría un aniversario de su ordenación sacerdotal y el 24 del mismo mes ascendería un nuevo peldaño en la escala de los noventa años vividos. Una neumonía complicada con otros padecimientos pudo vencer la fortaleza del recio anciano.

Son muchas las personas que extrañan la presencia del Padre Raúl. Confesor por excelencia, dedicaba una gran parte de su tiempo a recibir a todo el que visitaba el santuario capitalino. No concebía iglesias de puertas cerradas. Trataba de estar siempre disponible en los pasillos del viejo claustro donde se paseaba a deshoras y no ponía reparos en escuchar a quien se lo pidiera. Cariñosamente les llamaba los peregrinos de María.

Se mantuvo hasta el final de su vida en la Iglesia que tanto quiso. En el mismo barrio donde nació. Murió acompañado de sus hermanos de la Congregación para la Misión de San Vicente de Paúl, los pocos familiares que le sobreviven y los amigos que cultivó con tanta afabilidad y amor. Cuentan que desde las primeras horas de la madrugada en que su cadáver llegó al templo, este se mantuvo lleno. Centenares de fieles acudieron a las misas celebradas por el Nuncio Apostólico, el cardenal Jaime Ortega, junto a varios obispos, así como el clero secular y religioso.

Raúl Núñez Llorens solo tuvo una única ambición en su vida: servir en condición de hermano lego en la orden vicentina. Las circunstancias vividas en Cuba después de 1959 y la falta de clérigos le impulsaron a enfrentar el reto del sacerdocio. Para ello tuvo que estudiar a edad tardía, en la que algunos comienzan a pensar en el retiro. Tomar los libros de filosofía a los cincuenta implica mucho esfuerzo y dedicación. Llegar a la meta con buenos resultados denota vocación y voluntad. Guantánamo, San Luis, San Francisco en Santiago de Cuba y finalmente la Merced en La Habana Vieja, conocieron de esta entrega en el servicio a los hombres por amor a Cristo.

En una silla de ruedas, con una pierna artificial, casi sin vista y víctima de una severa diabetes, era el modelo vivo de una fe anunciada con fervor. Nada le impedía celebrar la misa con alegría. Los fieles gustaban de sus celebraciones. Comunicaba espiritualidad porque el Espíritu vivía en él. No gustaba hacer juicios condenatorios. Nadie recibió nunca una mala respuesta de su parte. Si algo le molestaba era la falta de caridad y la incomprensión hacia los demás. Otra cosa que no toleraba era la insensibilidad hacia las cosas de la iglesia.

De Raúl nos hablan las lámparas que engalana los 24 de septiembre en el templo habanero. También a él se vinculan muchas de las figuras talladas que pueblan los nichos de esa iglesia o la de San Francisco. El más reconocido de sus aportes quedó registrado en los anales de la música cubana. Su nombre está en el libro "El archivo de música de la iglesia habanera La Merced estudio y catálogo", de Mirian Escudero, premio Casa de las Américas en 1997 en musicología.  El hallazgo de las partituras del compositor Esteban Salas (1725-1803), que Alejo Carpentier diera por perdidas, se debe a este humilde sacerdote, quien conservó lo que los especialistas consideran un valioso fondo de la historia musical cubana y del mundo.

Pero lo mejor de Raúl lo hablan los corazones. “…ha sido no sólo mi confesor por más de 20 años, sino que era mi real amigo, una persona con quien podía conversar, que me orientaba, me ayudaba, me consolaba. Con él se cierra toda una etapa de los Paúles en Cuba, y también de la Iglesia en la Isla.  Ya tenemos otro intercesor en el cielo, oremos por su eterno descanso.” Es el sentir de la profesora Josefina Toledo. Para mi hijo dejó el recuerdo de su sabiduría y bondad serena que una mañana, hace años, le provocó el diálogo. 

Vivimos en un mundo envuelto en una crisis que lo engloba todo. Desde lo económico hasta los valores fundamentales éticos y humanos. Cierta prensa no escatima espacios para presentar los desmanes cometidos por algunos sacerdotes y religiosos. Contrastando con el despliegue informativo de esas malas actitudes, se observa el más absoluto silencio sobre los buenos ejemplos. El de Raúl Núñez CM es uno de tantos. 

 

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