Comedia de enredos

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Se acaba de producir en La Habana otra comedia de enredos. No fue exhibida en las salas del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, sino en los salones del Palacio de las Convenciones. 

Justamente eso pareció el Taller Internacional de Derechos Humanos que se clausuró, con discurso del presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, la noche del 10 de diciembre en la capital cubana. Una comedia de enredos. Una ironía. O una merienda de locos que Alicia y el gato de Ceshire hubieran envidiado. 

El taller se dedicó más a ensalzar el medio siglo de la revolución cubana que a celebrar el aniversario 60 de la Declaración Universal de Derechos Humanos. En todo caso, cuando se habló de derechos humanos, se hizo desde una interpretación limitada, chata y obtusa.  
Para la mayoría de los participantes, los derechos del hombre se limitan a que un Estado paternalista, a costa de conculcar las libertades, garantice precariamente la salud pública y la educación de sus súbditos.  

A partir de ahí, luego de los ditirambos a la revolución, los tirones de cada participante hacia los intereses de su agenda particular. Cindy Sheehan exigió la retirada  norteamericana de Irak y Afganistán. El boricua Rafael Cancel abogó por la independencia de Puerto Rico, por la que un día, al estilo del viejo Chicago, tiroteó el Capitolio de Washington y estuvo a punto de asesinar al presidente Truman.

Otros hablaron de los pueblos indígenas y sus culturas amenazadas, de la crisis financiera del capitalismo globalizado, de la contaminación y la ecología. De cualquier asunto excepto de la falta de libertades políticas en Cuba. Nadie se preocupó por la suerte de los prisioneros de conciencia cubanos, 22 de ellos culpables de ser periodistas.  

Tan ocupados estuvieron los reunidos que no se enteraron que mientras sesionaba el taller, la policía política arrestó a más de 30 activistas pro democracia para impedir que pudieran conmemorar el aniversario de la Declaración. 

De cualquier modo, la información no les hubiera afectado demasiado. Vinieron convencidos, rebosantes de amor por sus anfitriones, a agasajar y ser agasajados. Los compañeros de viaje que se respeten no hacen caso de las campañas mediáticas imperialistas.  

Para el maltrecho cantautor español Luis Eduardo Aute, “es más fácil encontrar rosas en el mar” que un paraíso como el cubano. El brasileño Frei Betto, para opinar sobre Cuba sólo necesita los datos que le confió el Máximo Líder para que escribiera, hace más de 22 años, Fidel y la religión. Son suficientes para que el fraile se congratule de que Cuba es “un país donde la gente es pobre, pero no hay miseria ni hay millonarios por ahí con sus lujos y privilegios”.  Con las noticias que tiene de primera mano – ¡y qué mano!-, ¿para qué se va a molestar Frei Betto en buscar las diferencias que hay entre Miramar o Nuevo Vedado y cualquiera de los llega y pon habaneros?  

El discurso de clausura del  famoso teórico y director coral Ricardo Alarcón fue para cortarse las venas. Alarcón está convencido de que la democracia real es sólo una utopía, tras la cual no vale la pena hacer esfuerzos. Lo disgusta que por estos días el Congreso norteamericano discuta ayudas millonarias a la industria automotriz. Eso lo preocupa más que la congestión en el cielo causada por el tráfico de aviones de que habló en memorable ocasión en la Universidad de Ciencias Informáticas. 

Ahora, teniendo en cuenta los excesos de la administración Bush en la guerra contra el terrorismo, Alarcón sentenció que el respeto a los derechos humanos en el mundo “es una mentira”. El canciller Pérez Roque, un experto en la materia, aplaudía que daba gusto. El resto de los participantes en la mascarada del Palacio de las Convenciones también.