28 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Ingenio y voluntad

Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - No podíamos suponer que Joaquín, en pleno apogeo del llamado “periodo especial”, construiría por si solo la casa; modesta pero decente. Mucho menos imaginar el empeño con el que salía a recoger piedras y tablas en la parrilla de una bicicleta.
 
Construir una morada con las propias manos es uno de los más sublimes méritos de un hombre, pero en Cuba el mérito se convierte en un verdadero dolor de cabeza, consecuencia no sólo de la escasez de recursos monetarios y de elementos constructivos que angustia a los cubanos, sino por el asedio al ingenio y a la voluntad popular.

Contrasta la personalidad ingeniosa de Joaquín con la de otro amigo que está enfermo. Su vivienda es en extremo húmeda, por lo que necesita cambiarla. Él pretendía denunciar públicamente a una funcionaria de la Oficina Municipal de la Vivienda porque ella desatendía sus reclamos de cambio. Bastó parafrasear a Martin Luther King para que este amigo mío comprendiera: “Las leyes injustas, y además absurdas e impuestas, merecen ser violadas”.
 
Ahora solucionará su problema con objetividad, sin sumisión a los burócratas, en su mayoría corruptos. Venderá su apartamento y comprará otro. Después legalizará ante una permuta fantasma que es lo que están haciendo la mayoría de los cubanos. Todos los trámites relacionados con casas y terrenos requieren de la enmarañada autorización del Instituto de la Vivienda.

Volviendo al ingenio y la voluntad de Joaquín, en un terreno de aproximadamente cuatro metros de ancho por ocho de largo, levantó una pequeña cabaña con paredes rústicas de piedra y tabloncillo de madera. Ambientó el local con jarrones para plantas y figuras talladas por él en piedra y madera. En un reducido patio cavó un hoyo y construyó una fuente, que en los días de calor se convertía en piscina.  
 
Le sacaba lasca a la jocosidad. Subía sobre un banco de carpintería para improvisar una alocución dirigida a sus ocho compañeros:
 
“Querido pueblo. Integren mi partido 31 de diciembre. No los defraudaré. Haré que el arroz, los frijoles y la carne de puerco sean tan abundante que se amontonarán en las esquina, y el buen ron les llegara a través de las tubería del agua”.
 
Antes Joaquín era ateo. Hoy es cristiano. Se le conocen solamente dos labores oficiales: ayudante de carpintero y sereno nocturno en el mismo taller de carpintería. Con aires de bohemio imitaba a Benny Moré, dibujaba en papel y tallaba en madera. No lo hacía mal. En otros intervalos aguzaba su ocurrencia de bohemio y clamaba:

-Un mulato como yo: inteligente, fuerte y bien parecido, ¿qué hace aquí?
 
Siempre eludía las responsabilidades, al extremo de anhelar el oficio de acomodador en los cines:

-Para ver muchas películas, conocer gente importante y únicamente alumbrarle las butacas vacías a los cinéfilos

El problema de Joaquín está en el terreno en que construyó. Es propiedad del gobierno. La Oficina Municipal de la Vivienda no legaliza la propiedad. Una oficina con poca razón de ser si indagamos:
 
-¿Resuelve efectivamente la crisis de la vivienda esta institución?  

-¡No!
 
¿Controla eficazmente la maleza legal que crea?

-¡Tampoco!
 
-Concretamente, ¿qué función realiza?

-Obstruir el ingenio y la voluntad.

 

 

 

 
 
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