27 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Dictador en prisión 

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Vale la pena volver al tema de Sadam Hussein, sobre todo porque muchos no saben cómo se comportó en la cárcel donde estuvo durante tres años, hasta que en diciembre de 2006 fue llevado a la horca, algo a lo que no debió de haberse recurrido, por mucho daño que este dictador haya hecho a su pueblo.  

Pero lo curioso de estos dictadores -hay muchos ejemplos que contar-, es que no soportan la prisión calmadamente, como sólo puede hacerlo un hombre lleno de amor, de paz espiritual y de buenos propósitos. Le pesan demasiado sus culpas. 


Seguramente ni en la peor de sus pesadillas, Husein vio cómo un marine, con su bandera estadounidense, tapaba la cara de la gran estatua de bronce que se hizo erigir cuando pensaba que gobernaría  eternamente. Mucho menos que dicha estatua sería derrumbada y arrastrada por las calles de Bagdad.

En su ceguera los dictadores no atinan a pensar que en fracciones de segundos un régimen político puede desmerengarse.  

El tirano iraquí se obsesionó con la higiene de su celda. No permitió que le lavaran su ropa ni que esta se secara en tendederas colectivas. Mucho menos sus calzoncillos. A pesar de juzgársele por crímenes contra la humanidad y saber que quizás sería condenado a muerte, temía contraer una enfermedad.  

En la prensa nacional cubana nunca fue publicada una foto suya en la prisión de Cooper, mostrando su pelo revuelto, su larga barba y haciendo cola en ropas menores para lavar, escribiendo poesía o pidiendo contraer nupcias nuevamente con el propósito de dejar al mundo descendientes varones. 

Muertos sus dos hijos y su nieto durante los ataques de 2003 a la ciudad de Mosul, su propósito era reemplazarlos con un hijo varón y que este se convirtiera en continuador del temible ídolo que fue como dictador.  

Para nada le importaba haber dejado en la miseria al pueblo de una nación que vive en medio de un mar de petróleo, mientras él vivía en la opulencia, y encargaba a uno de sus hijos a torturar física y mentalmente a disidentes y opositores.  

Lo descubrieron en su escondite, junto a dos fusiles AK-47 y una pistola. Alguien que él propio Husein había mandado a torturar salvajemente, le preguntó:

-¿Por qué no te pegaste un tiro, cobarde?

Husein respondió con una frase propia de su vida en el poder: 

-¡Hijos de perra!  

No tuvo la valentía de Adolfo Hitler. Que se recuerde, el alemán es el único dictador que prefirió suicidarse a caer en manos de sus enemigos. Sabía lo que le esperaba. Stalin era tan cruel como él. 

 

 

 

 
 
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