14 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Juanito quiere podrirse en Miami

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – Juanito tiene 27 años. Maneja un bici taxi en la playa Santa Fé, en La Habana, y se busca diariamente la comida. La otra tarde fui con él a Jaimanitas. En el trayecto del viaje me confesó su gran secreto: se ha lanzado en dos ocasiones al mar y no ha podido llegar a Miami, como era su deseo.

Esa mañana, mientras Juanito pedaleaba sudoroso, nos detuvimos y compramos el periódico Granma. Casualmente en una de sus páginas aparecía un artículo de Max Lesnik titulado Miami: la ciudad podrida.

Según este colega de origen cubano que vive precisamente en Miami, donde no es reprimido por escribir para la prensa castrista, esta ciudad de Florida es actualmente el Chicago de la época de Al Capone en los años treinta, o la pequeña Italia de New York, con sus familias mafiosas.

Dice Lesnik que Miami es una ciudad que huele mal, tan mal como una cloaca porque está podrida.

Leo a Juanito algunos párrafos del artículo. Me cuenta entonces que allá, en esa ciudad podrida, vive su hermano, casado y con dos hijos. Que está pagando su casa y su auto y llegó allí hace sólo siete años. En Cuba no tenía casa, ni trabajo, ni ropa que ponerse. Hoy ayuda a su familia de Santa Fé.

Yo también le cuento que mi hijo es dueño de un negocio que se encarga de arreglar jardines, que tiene su buena casa, un nivel de vida alto que le permite viajar y pagarle estudios a sus hijos.

Le digo también que de Miami llega a Cuba regularmente una jugosa suma de dólares de cubanos residentes allí, y que son tantas las familias que viven de esa ayuda que hablar de cifras exactas es imposible. De Cuba se ha marchado el 25% de los cubanos. Solamente en Estados Unidos vive un millón 241,685. En Florida 883 mil 120.

Cuando llegamos a la playa Jaimanitas, a la entrada de los terrenos donde vive Fidel Castro y algunos de los ministros del gobierno, Juanito me dice, con una sonrisa de oreja a oreja, que tiene como fin en la vida podrirse totalmente. Que no ansía otra cosa, porque en cualquier momento se cansa de pedalear y se pregunta cómo se ganaría la vida, porque no quiere ser policía, ni enterrador, ni recogedor de basura.

-La  cuestión es podrirse en Miami –me dice-, Granma tiene razón.

 

 

 

 
 
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