7 de agosto de 2008   IMPRIMIR   VOLVER AL INICIO
 

Ser o no ser trabajador destacado

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - El fantasma de Shakespeare deambula por el Sindicato de la Educación, la Ciencia y el Deporte en Cuba.

Al parecer, una nueva versión del monólogo de Hamlet, “Ser o no ser…”, la interpreta en la Isla Onell Pérez, profesor de la Facultad  de Construcciones de la Universidad de Oriente.

Según el príncipe de las planchas, después de ser  seleccionado destacado municipal y recibir como estímulo una estancia en el motel Costa Morena, ahora resulta que no lo es, por lo que decidió  presentar su monólogo en el escenario de acuse de recibo, donde se estrenan cada día dos o tres sainetes cubanos.

En este teatro del periódico Juventud Rebelde, ensayó su versión el Hamlet santiaguero, con una gran acogida de público y dirigentes sordos, aunque capaces de aplaudir el gasto de tinta y papel que tal estreno exige.

La obra consta de dos actos: en el primero, lo declaran trabajador destacado municipal del sindicato. En el segundo, le quitan esta condición.

Entre ambas decisiones, él debía recoger un cheque por cien pesos en el sindicato municipal, pero de ahí lo mandaron al provincial. De allí a otra parte, y así sucesivamente hasta que le quitaron la condición de destacado.

En el interín, hizo lo que dijo Adela, quién lo envió con Gloria y esta de rebote a Adela hasta convertirlo en una pelotica de pim pom.

Cansado de rebotar de aquí para allá y de allá para acá sin saber si en fin era o no era destacado, escribió y escenificó el siguiente monólogo, merecedor del premio nacional de su sindicato;

“Ser o no ser: he aquí el problema ¿Qué es más desgraciado para el espíritu del trabajador: sufrir los golpes y la ineficacia insultante de un sindicato, o tomar las armas contra un rebaño de pelafustanes hasta acabar con ellos? ¡Sufrir… gemir… no más! ¡Y pensar que por el sueño de hospedarme en Costa Morena con un cheque de cien pesos, trabajé como un animal, hice guardia, marché, pagué mi cuota sindical y de milicias, además de acumular cien horas de trabajo voluntario remendando un canapé para un círculo infantil! ¿Quién querría enfrentar tan duras caras, desteñirse y cantar bajo el proceso de una doctrina mentirosa, si no fuera por el temor de ser despedido y tener que vivir de la venta de café en bolsa negra?”.

 “Así, la conciencia hace de nosotros unos cobardes, y así, los vividores malditos de la revolución se explayan en francachelas desde los podridos resortes del sindicato y a costa de los “estímulos” que corresponden al trabajador. Los sindicatos y las administraciones de las empresas de mayor presupuesto tuercen su rumbo y dejan en la estacada al humilde obrero. Pero, ¡silencio!... ¡La burócrata Adela!”.

“¡Adela, acuérdate en tus gozaderas dominicales de mis certificados de destacado municipal!”. Y ahí se baja el telón.

No hay dudas de que la atención que brinda el sindicato al hombre es de máximo rigor. Ser o no ser un trabajador destacado municipal: he ahí el problema. Si no, pregúnteselo a Onell.

 

 

 

 
 
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