Crónicas          
18 de abril de 2008

La razón para Walterio

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Ahora que en el VII Congreso de la UNEAC se habló de discriminación racial, cuando muchos, sin nombrarlo, empezaban a darle la razón, justo ahora, ha muerto en La Habana a los 88 años el historiador y etnólogo Walterio Carbonell.

El jefe de asuntos culturales del Comité Central del Partido Comunista, Eliades Acosta no duda hoy en destacar la importancia del  libro Cómo surgió la cultura nacional, pero cuando Walterio Carbonell lo escribió, en los años 60, los comisarios culturales y sus jefes no pensaban igual.

El libro fue recogido de las librerías y bibliotecas y su autor, a pesar de su vieja amistad con Fidel Castro, fue acusado, entre otras cosas, de revisionismo y desviación ideológica. Carbonell fue procesado y enviado a prisión. A su esposa, la pintora Clara Morera, la expulsaron de la Asociación Hermanos Saíz, de la cual fue una de sus fundadoras.

El pecado de Carbonell y su libro fue intentar restituir al negro su legítimo papel en la cultura cubana. Cómo surgió la cultura nacional era una valiente y bien fundada denuncia de la manipulación  del tema negro a través de la historiografía cubana.

Carbonell utilizó las herramientas que le daba el marxismo para tratar de acabar de una vez con la discriminación racial en Cuba, al menos en el plano teórico. Creyó que era el mejor momento para ello.

El 22 de marzo de 1959, un discurso de Fidel Castro originó una campaña nacional contra el racismo. Se inició un debate intelectual para analizar las causas y las posibles soluciones al problema y  revaluar prácticas culturales negras hasta entonces excluidas o silenciadas por “primitivas”.

Pero un congreso de abakuás que intentó organizar en 1960 el musicólogo Odilio Urfé no pasó del intento. Nancy Morejón, Rogelio Martínez Furé y otros intelectuales negros chocaron con los muros que erigía el nuevo orden.

La revolución destruyó lo que consideró “las bases institucionales de la discriminación racial”, pero no el sistema de creencias, prejuicios y valores que la sustentan. La percepción revolucionaria del problema negro resultó mucho menos conservadora que la de la República, pero ambas, amparadas en el discurso martiano de la igualdad racial, diferían poco en cuanto al silenciamiento nacionalista del tema negro.

En Cómo surgió la cultura nacional, Walterio Carbonell enfrentó la visión excluyente y con rezagos coloniales respecto al negro de algunos de los mayores intelectuales republicanos como Fernando Ortiz, Ramiro Guerra y Jorge Mañach.

Walterio Carbonell tuvo la ingenuidad de no comprender que sus tesis preocupaban y asustaban a los mismos “blancos de himno y banderita” que decía Nicolás Guillén. Sólo que ya no vestían de dril o guayabera, sino de verde olivo.

El no confesado pavor de los comisarios de la cultura revolucionaria a Franz Fanon y las tesis del poder negro era casi tanto como el de los sacarócratas del siglo XIX a la degollina y las llamaradas de las plantaciones de Haití.  

A Walterio Carbonell le costó caro. Las experiencias amargas de sus amigos Guillermo Cabrera Infante, Virgilio Piñera, Heberto Padilla y Carlos Franqui, debían haberle servido de advertencia.

Pasó años condenado al ostracismo. Tardaron años en rehabilitarlo. Fue a dar a la Biblioteca Nacional. No fue un mal sitio para que siguiera investigando la historia de su gente. ¿Creerían acaso que rodearlo de libros era una sanción adicional contra su osadía?

En cualquier caso, los inquisidores nunca pudieron convencer a Walterio Carbonell de que, cuando hablaba del racismo en Cuba, no tenía toda la razón.  

 

 


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