Crónicas          
16 de abril de 2008

Guaguas sin conductores

Oscar Mario González                                                          

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - En los meses más recientes aparecieron unos ómnibus articulados chinos, marca Yutong, que se distinguen, además del diseño, por la presencia única del chofer. Es decir funcionan sin conductores.
                                
Para beneficio del lector aclaramos que en Cuba, además del chofer, las guaguas tienen un conductor que es realmente el que trata con el pasajero y cuya tarea principal consiste en cobrar el pasaje. A ambos la población los identifica como guagueros indistintamente. 
                                 
Esto de los ómnibus sin  conductores no es nada nuevo en el contexto histórico del totalitarismo insular. En la década de los años setenta cuando estaba en boga la herejía ideológica de construir el socialismo con elementos del comunismo, al unísono, se eliminaron los conductores del sistema de transporte urbano y de tal modo funcionó durante no pocos años.
                                  
Pero la población que ya había sustituido el “embullo” y el enamoramiento revolucionario de los primeros años por el realismo y la decisión de “no coger lucha”; convencido de que todo aquello no era “ni tan-tan ni muy-muy”, empezó a jugarle “comancola” a la alcancía recaudadora. Nada, travesuras del criollo que ya empinaba su papalote por los aires del “invento”.
                                  
Según la prensa de aquellos días la evasión en el pago del pasaje resultaba escandalosa. Entre lo que se recaudaba y lo que se trasportaba existía un abismo. “La lista no jugaba con el billete”. “La gente se iba por tercera”. Pero además, en las alcancías aparecían monedas del tiempo de la colonia, tuercas, arandelas, medallitas de santos, piedrecillas y otras cosas raras. A mi me dijeron las malas lenguas-no el Granma, por supuesto- que aparecían hasta condones sin usar metidos en su cajita. ¡Mira que el cubano tiene cosas! ¡Y pensar que el comandante los alfabetizó desde el  año sesenta y uno del siglo pasado!
                                  
Ahora el gobierno ha retomado aquel sistema de alcancías. Pero a algo más de un mes de su puesta en práctica ya el noticiero de la televisión se estuvo quejando de que la gente  no paga.
                                   
Por otra parte muchos protestan, pues a veces, por no llevar menudo encima,  tienen que echar un peso en lugar de los cuarenta centavos que cuesta el viaje. Porque en este pedacito de mundo lleno de dificultades no sólo la libertad escasea sino también la moneda fraccionaria y a veces parece que se esfuma.

Por ello, algunos que montan con un peso, le piden los cuarenta centavos al pasajero inmediato antes de subir al ómnibus, para que al echar el peso el pasaje le salga en sesenta centavos. Pero muchos  no están dispuestos a complicarse y cuando no tienen los cuarenta centavos no  abonan y san se acabó. Todo lo anterior tiene que ver con  el segmento de la población que paga. Los restantes, quizás la mayoría, simplemente se hacen los “chivos locos” y evaden el pago.
                                   
Algo a tener muy en cuenta es que en estos ómnibus el guagűero deja de tener contacto directo con el dinero y con ello desaparece la “jugada” o el “invento” que, como sabemos, es  la razón que mueve al individuo frente a unos sueldos que no alcanzan para vestir y comer como Dios manda.
                                  
Finalmente y aplicando una lógica muy sencilla se llega a la siguiente conclusión: si antes, cuando el desembullo no estaba tan generalizado y la situación económica no era tan agobiante las alcancías se lamentaban de tanta indiferencia y tanta bellaquería, ¿qué no será ahora cuando todos saben que la vaca no da leche y que el pollo es “buche y pluma na’má”?

 


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