Crónicas          
14 de abril de 2008

Nefasto y el terrorismo mediático

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Se acabó el periodismo “progresista”. Y el cavernícola también. O escriben la presunta verdad de cuanto individuo, banda, guerrilla, gobierno, dictadura, partido y organización existen en el mundo, o serán cocinados en su propia tinta.

Nada de manipular u omitir la verdad que esgrime cada uno para su beneficio. 

Fuera los bombardeos verbales, los ametrallamientos con adjetivos, y las venenosas seis caras de una oración que cuando dice “Tendrán el pan garantizado”, omiten el griegazo “demónium”.

El consenso alcanzado por los participantes en el I Encuentro Latinoamericano contra el Terrorismo Mediático (que tuvo como sede a Venezuela), lo prescribe así en un documento final bautizado como la Declaración de Caracas.

De acuerdo con la Declaración, es hora de acabar con la “agresión masiva permanente contra los pueblos y gobiernos que luchan por la paz y la justicia, de poner fin al “uso masivo de la falsificación por parte de las transnacionales informativas, y declarar al terrorismo mediático como enemigo número uno de la libertad, de la democracia y de la sociedad abierta”.

Según se desprende a golpes de tinta simpática del mamotreto, los periodistas que de hoy en adelante se atrevan a escribir que los misiles norcoreanos no tienen sus ojivas cargadas con golosinas y botas rusas para sus compatriotas del sur de la península y otros países, serán calificados como terroristas mediáticos, y obligados a convertir su columna en una sección de espectáculos.

Además, todo aquel que declare a Robert Mugabe como dictador, o de sumir al pueblo de Zimbabwe en un estercolero donde la hambruna y el desempleo campean por su respeto, debe ir pensando en vivir del cultivo de la mandioca, o en su defecto, de espantador de moscas en un mercado de Harare, la capital del país.

Y en cuanto a nuestro continente, ay de aquel periodista que califique de narcoguerrilleros o terroristas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Pobre del que niegue que los norteamericanos viven bajo los puentes y comen gracias a la solidaridad del gobierno haitiano.

Y ni pensar qué pasará a quienes digan que Chávez quiere perpetuarse en el poder, Uribe llevar la paz al pueblo colombiano, o Correa permanecer a tiempo completo bajo los reflectores de la noticia mundial.

En Cuba sí que no tenemos esos problemas. Acá en vez de terrorismo mediático, existe el de inmediato.

Es decir, y para que no me malinterpreten, como nuestros periodistas no se dedican a esas tonterías de gastar tinta y papel en imponer nuestra verdad (pues estamos seguro la tenemos), nos dedicamos a tiempo completo a impedir el uso masivo de la falsificación.

Para ello, no dejamos ni un solo resquicio por donde se cuele una noticia envenenada, un reportaje bomba, o un artículo provocador que asegure, por ejemplo, que los americanos fueron a la luna, o una delegación completa de cubanos se asiló.

En esta batalla a favor de la verdad absoluta ¡la nuestra!, tampoco permitimos que nuestro pueblo se desgaste viendo novelitas rosas por el canal 41, falsos noticieros sobre la realidad cubana por el 23, o las provocaciones del Dalai Lama por CNN en español. De hacerlo, cuando nos cansemos de arrancarle las antenas, nos llevamos el televisor.

Aquí preferimos lo mejor de TeleSur, los sublimes panfletos de Rebelión o las serias monsergas de La Jornada.

Además, ¿qué mayor cantidad de información objetiva puede encontrarse fuera del periódico Granma, que ya alcanza cada viernes el  récord absoluto de 16 páginas?

¿Acaso no leyeron de la ofensiva semanal contra las antenas parabólicas? ¿No conocieron a través de sus páginas que la única Ana Belén que se conoce en Cuba es la cantante española, esposa de Víctor Manuel?

Un pueblo bien informado jamás será vencido. Y es por eso que condenamos a los cubanos a escuchar sólo nuestra verdad.

Porque como dijera un destacado periodista de la Isla: Ojos que no leen, corazón que no siente deseos de emigrar.

 

 


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