Crónicas          
9 de abril de 2008

Reflexionando sobre Fidel Castro

Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - En el año 1959 del siglo pasado, luego de recorrer triunfante la isla Fidel Castro, vestido de guerrillero, barbudo, con un rosario al cuello y visto por muchos como el nuevo Mesías, la gran mayoría del pueblo cubano comenzó a amarlo. Es cierto. Comerciantes, políticos, periodistas, burgueses, curas, abogados, prostitutas y hasta aristócratas lo aplaudían y esperaban de aquel hombre lo mejor para el país.

Pero pasaron los meses y el número de habitantes que amaban a Fidel Castro comenzó a ser cada vez menos. Los comerciantes, los políticos, los periodistas, los burgueses, los curas, los abogados, las prostitutas y los aristócratas se dieron a la fuga y Fidel Castro, sin aquella clase media cubana, profesional y bien preparada, se vio solo, acompañado de los trabajadores más pobres, de los vagabundos, de las nuevas prostitutas, de los borrachos, de los vagos, de todos los que, como no sabían ni una papa de política, podían ser fácilmente engañados.

Él, que había sido amado por casi todos, comenzó a ser amado  por unos pocos. ¿Quiénes son éstos? Vayamos por parte.

Fidel Castro escogió el peor de los caminos. El camino de las dictaduras. Prefirió engrosar la lista de los tiranos modernos, bastante larga por cierto en nuestros dos mil años de civilización, y tan egoístas como los griegos de la época de Platón, sometidos a un diluvio de publicidad, imágenes, etc., etc., y víctimas de esa víbora devoradora de almas humanas que es la ambición de gloria.  

¡Qué distinto fuera todo hoy para él, si el camino escogido  hubiera sido la democracia! Imagínense por un momento a un Fidel Castro con cuatro años de gobierno, de un buen gobierno,  sembrado el camino de igualdad social, prosperidad económica, respeto a los derechos humanos. Hoy todo el mundo pudiera decir: fue un excelente gobernante. No se aferró al poder como el macao a la concha. Hizo, en cuatro años, lo mejor que pudo.

Pero no fue así lamentablemente. Fidel Castro implantó un régimen totalitario de férrea izquierda asesorada por la Stasi, donde los poderes ejecutivo, legislativo y judicial están concentrados en su reducido número de dirigentes. Multiplicó las cárceles, aplastó a la libertad como si esta fuera un insecto y ha regido la vida de los cubanos con mano dura hasta convertirlos en indigentes cautivos, gracias a las tantas prohibiciones establecidas por él.

En sus primeros años de gobierno sin elecciones y sin constitución alguna, fusiló a todo el que se oponía a su revolución, tal y como dijo su portavoz,  Ché Guevara, en las Naciones Unidas; despojó de sus propiedades a todo el que quiso y empobreció al país, casi hasta el derrumbe total.

Hoy, después de casi medio siglo de dictadura en Cuba, si me preguntaran, yo no podría decir quiénes aman sinceramente a Fidel Castro, porque el miedo y la doble moral continúan siendo algo bochornoso en nuestra población. No huelo, ni veo, ni siento, ni percibo sinceridad en quienes dicen amarlo, pese a permanecer en una cama de enfermo. Me refiero a un amor de verdad, libre de fingimientos, sin compromisos políticos o intelectuales, sin conveniencia, sin miedo a la cárcel o a perder el empleo del patrón Estado. Un amor respetuoso, desinteresado y digno, como el que yo sentí por él hace muchos, muchos años.

Versión en inglés


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