Crónicas          
8 de abril de 2008

La leche nuestra de cada día
 
Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Al influjo de un reverdecimiento de los campos de Cuba tras las lluvias que pusieron fin a una larga etapa de sequía con la consiguiente abundancia de pastizales, y no debido a un aumento de la masa ganadera, se ha mejorado el abastecimiento de leche a la población.
               
Pero el factor decisivo de tan halagador hecho han sido las medidas adoptadas  por la administración raulista concretizadas en un aumento de los precios del producto a favor de  los proveedores y la entrega directa de la leche en las bodegas y otros centros de expendio. La eliminación, según se ufana en proclamar el gobierno, de los “intermediarios”.
                
Es bueno aclarar, en beneficio del lector, que el gobierno no ha in incrementado un gramo del líquido a las cantidades asignadas por la libreta de racionamiento y que en todo esto, los niños siguen perdiendo el derecho a la leche fresca al cumplir los siete años de edad. El beneficio para la economía nacional, según afirma el gobierno, estriba en la disminución de los niveles de importación con el correspondiente ahorro de divisas.
                 
El asunto tiene variadas aristas susceptibles de una imparcial reflexión.
                  
En alguna medida representa un retroceso en el orden sanitario y tecnológico, que retrotrae la actividad del expendio de leche a las primeras décadas del siglo pasado. Entonces, en pueblos y ciudades, la venta era basada en el suministro directo a los centros de expendio y, aun más, la vaca y el ordeñador solían apostarse en un punto y la entrega era directa de la ubre al recipiente del cliente.

Tal sistema contaba con el beneplácito de todos porque identificaba al proveedor y así contenía la propensión de éste de  echarle agua al producto; algo frecuente en el giro.  
                   
Sólo la modernidad dinamizada como nunca antes en el siglo XX y de la cual Cuba era claro exponente en el concierto mundial, fue introduciendo las pasteurizadoras o fábricas procesadoras encargadas de condicionar, envasar y distribuir el producto a la red gastronómica y a la propia casa del cliente. El proceso no cristalizó de un día para otro pero ya en l959 la capital y las ciudades más importantes se abastecían del producto por este sistema.
                    
El asunto tenia implicaciones positivas para la higiene y la salud y el responsable de tal práctica, realmente, fue el sabio francés Louis Pasteur quien en pleno siglo XIX demostró que, elevando la temperatura de los productos específicamente la leche y bajándola posteriormente de manera brusca, se destruían las bacterias perjudiciales al organismo.
                     
Como podemos constatar el asunto que nos ocupa no es tan sencillo como aparentemente sugiere. Si bien podemos halagarnos por un suministro de leche fresca al segmento de la población  “que le toca”  con el ahorro de divisas resultante, todo lo cual se ve, por otra parte no se observa, por ninguna parte, el mejoramiento en el estado de los hospitales y hogares de ancianos que como resultado del ahorro de tales divisas pudiera y debiera verse.
                   
De otro lado el suministro directo del producto expone a la población a un riesgo del cual se había librado, buena parte de ella, hace más de setenta años. Asunto en el que Cuba había avanzado mucho, todo lo cual la situaba a la vanguardia del continente antes de enero de 1959.

 


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