Crónicas          
3 de abril de 2008

Caviar en Somalia

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Un signo de interrogación flota sobre Cuba. La ansiedad es tan palpable que se pudiera cortar con un cuchillo.

La inmensa mayoría de los cubanos vive hoy pendiente de los cambios. No del Cambio (con mayúscula y todas sus implicaciones) porque sería mucho pedir en su desconsolada e indefensa resignación. Presienten que, aunque sea inevitable, todavía les llevará cierto tiempo. Pero al menos, porque dicen que la esperanza es lo último que se pierde, aguardan por “los cambios dentro del socialismo” que anunció la nueva (vieja) dirigencia.

Las expectativas crecen, pero los prometidos cambios no se materializan. Por el contrario, las señales indican escasa voluntad de los gobernantes a hacer transformaciones mayores al interior del sistema.

Luego de las asambleas de lamentaciones, la tan llevada y traída por los pelos “revolución dentro de la revolución” amenaza con reducirse a zurcido y maquillaje. Una vieja con colorete que trata de ganar tiempo. Cal, parches y remiendos en la deteriorada fachada. Como en Centro Habana, más apuntalamientos para evitar derrumbes.

Los anuncios oficiales de que se empezarían a levantar “prohibiciones absurdas” puso a los cubanos a devanarse los sesos tratando de adivinar, con tantas prohibiciones como hay, a cuáles de ellas se referían: al alojamiento  en los hoteles, las licencias de los trabajadores por cuenta propia, la navegación por Internet o las tarjetas blancas del Ministerio del Interior que autorizan las salidas del país. 

Se rumoraba que desaparecería la libreta de abastecimiento. Algunos se alegraron y otros se preocuparon por los de menor poder adquisitivo. Se decía que acabarían con la dualidad monetaria. Hubo colas y aglomeraciones en las casas de cambio. La gente se cansó de vender sus cuc, y viceversa.

Algunos confiaban que de la reunión del canciller Pérez Roque con un grupo de emigrados brotaría cierta flexibilización en la cuestión de los viajes. La reunión fue sólo un combativo encuentro del canciller con sus disciplinados soldados en el exterior. Nada más.

En cuanto a  liberaciones de presos políticos y la puesta en práctica de los pactos de derechos humanos firmados por Cuba en la ONU, ¿usted sabe algo? Nosotros, no. Tal vez en la Unión Europea o Monseñor Bertone, en el Vaticano, sepan.
 
 No hay milagros a la vista. La moraleja oficial, dicha de un modo u otro, es que hay que trabajar más. Elevar la productividad y la eficiencia. Tener confianza en la revolución. No hay otro arreglo posible. Ya lo dijo quien lo dijo en el periódico Granma (lo encomendaron debidamente para decirlo): no se puede hipotecar el futuro. Ni  hablar del asunto. A llorar al parque. O a la próxima asamblea que convoque el Partido.

No hay que dejarse vencer por el pesimismo. He aquí que autorizaron la venta de teléfonos celulares. Y aunque sin confirmar, también de DVD, computadoras, tostadoras y hornos micro onda.

¿Serán acaso esas las prohibiciones absurdas que iban a levantar?

En casa de un amigo, debido a su mala suerte con las fosforeras, usan una vieja tostadora americana de los años 50, no para tostar el pan único de cada día por la libreta, sino para encender los cigarros. Su mujer y él, que no tienen dinero para costear un celular, comprar un ordenador o un equipo de DVD, esperaban aumentos de salario, un % en cuc, que rebajaran los precios en las tiendas  y poder pasar su luna de miel en un hotel luego de 18 años de matrimonio.

Con tantas prohibiciones, carencias y problemas acumulados durante casi medio siglo, autorizar la venta de estos costosos cacharros que muy pocos cubanos tienen dinero para comprar, es como un chiste de humor negro. Es mentar la soga en casa del ahorcado. O repartir caviar en Somalia.

 


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