Crónicas          
1 de abril de 2008

La corrupción viaja en triciclos

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, abril  (www.cubanet.org) - Los coco taxis aparecieron en las calles habaneras hace unos dos años. El uso de los coco taxis fue una de las soluciones para paliar las dificultades del servicio de transportes públicos en la capital cubana, según las autoridades del ramo pronosticaron.

Pero como una cosa dice el cliente y otra el cocinero,  ya comienzan las variables del asunto. Primero, los coco taxis tenían una piquera fija adonde regresaban por obligación después de cada trayecto. Sin embargo, el tiempo es el viento, y en Cuba todo lo indispone la desidia del tiempo, porque al cabo del primer año y medio, los vehículos salvadores del peatón fatigado por tanto caminar comenzaron a perderse  de las piqueras, y por último desaparecieron los carteles que identificaban los sitios donde se encontraban.

Resulta que una cosa hace el mono y otra la cadena, según indica un “coco taxista”. Este medio de transporte consiste en triciclos motorizados  con una superestructura en forma de coco.  Fabricados en los talleres de transporte carecen de piezas de repuesto. En consecuencia, los conductores para trabajar  son quienes costean las piezas que arreglan en los talleres mediante pago a los torneros. Por lo que el precio de la tarifa se encarece.

El-cocotaxi-ya-cobra-en-cualquier-moneda

La tarifa con la que los coco taxis salieron a las calles era de tres pesos MN el primer kilómetro y, a partir de esa distancia, cobrarían 45 centavos  el kilómetro recorrido. Pues, por aquí el entró el varo al coco, es decir, el dinero.

Sucede que al avistar cualquier coco taxi y hacerle seña al conductor para que se detenga,  ellos pasan raudos frente a uno arrojándonos un amargo aire de desprecio al rostro. También he acudido a los coco taxis que parquean frente al Capitolio en medio de la calle Prado, un lugar repleto de turistas y los precios que demandan por moverse del lugar son un escándalo.

Hace unos días observé y pude escuchar las frases que una señora con una niña de la mano le dirigió a un indolente conductor que veía el tiempo correr sin moverse. La mujer indignada lo calificó de “robo taxi” por lo alto del precio que pedía.

Así me ocurrió cuando le pedí, por pecado de ingenuidad, que me llevara del sitio mencionado hasta la calle Carlos III. La respuesta fue.

-Son tres pesos  convertibles.

Lo que equivale a 72 pesos MN. Me quedé de una pieza y ni siquiera le contesté.

Aparte de la necesidad de costear las piezas que se rompen, no es para tanto. Por otra parte, el precio no se corresponda con la tarifa oficial. Sucede que ya el coco se pudrió. Y ahora ¿qué?

 


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