Carpe
diem
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de
Expresión
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Disfrutar el momento,
es el mensaje que transmiten las heroínas poco felices de
las zarzuelas cubanas. Justo a los 80 años de iniciarse la
temporada teatral de zarzuelas cubanas, la figura de la mulata está
hoy ausente de los escenarios cubanos.
En 1927, precisamente en el escenario del teatro
Regina, Ernesto Lecuona y Eliseo Grenet inauguraron una temporada
de teatro lírico cubano con la puesta en escena de la zarzuela
de su inspiración Niña Rita o La Habana en 1830.
En 1928, del propio Lecuona subieron a escena las
zarzuelas El cafetal, El batey y El maizal. Ya en 1930, nos ofrece
su más depurada María la O. Además. Lecuona
dejó otras como Lola Cruz, Rosa la China La Plaza de la Catedral,
Cuando La Habana era inglesa, La de Jesús María, pero
lamentablemente desconocidas para el público actual.
En 1931, en el teatro Martí -aún hoy
pendiente de reconstrucción- gracias a la unión de
Manuel Suárez, comerciante y de Agustín Rodríguez,
actor y productor de sainetes, se dio comienzo a una larga temporada
de obras musicales cubanas que terminó cinco años
más tarde.
Durante este periodo se estrenaron obras de los maestros
Rodrigo Prats y Gonzalo Roig. Ellos, junto con Lecuona y Grenet,
forman el cuarteto de oro del teatro lírico cubano. De la
autoría de Prats quedaron La perla del Caribe, Soledad, La
Habana que vuelve, María Belén Chacón, Guamá,
El pirata, El gran desfile, Amalia Batista y entre las de Roig están
El clarín, La hija del sol, La Habana de noche, Cimarrón
y la obra más consagrada de este autor, Cecilia Valdés,
una versión teatral de la novela de Villaverde.
Lo particular de todas estas zarzuelas líricas
cubanas está en que los protagónicos femeninos son
mulatas. El mestizaje subió a escena e instaló la
imagen de la mulata como figura central.
Ahora bien, las mulatas no escapan al destino fatal
de preferir caer en los brazos de un blanco y al final ser traicionadas.
La presencia del triángulo amoroso interracial donde la mulata
es el eje generaliza el conflicto en casi todas las zarzuelas y
redondea lo que constituye una de las metáforas más
arraigadas de la cultura cubana.
Si examinamos los personajes femeninos, se observará
que la mulata es un personaje hasta cierto punto determinado por
un corto período de felicidad. Por tanto, el disfrute del
placer de forma hedonista, el disfrute del momento, es a lo único
que le está permitido.
En general, todas estas mulatas poseen rasgos trágicos,
y algunos no están muy alejados del melodrama. La psicología
de todos ellos seguía un patrón común de infelicidad.
En parte, no era más que un reflejo de la situación
racial existente en Cuba.
Hoy en día, el público cubano desconoce
estas obras de un período que pudiéramos llamar “nacionalista”
en las tablas. Vale aclarar, que la época en que se desarrollan
la mayoría de las zarzuelas cubanas es el siglo XIX o principios
del XX. Por consiguiente, a algunos les parecen obras muy alejadas
de los gustos imperantes en la actualidad.
Como representación de ellas, la Cecilia
Valdés de Roig es la que ha prevalecido sobre las otras en
escena. Quizás por su apego a la obra literaria y también
por la calidad de su música.
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