29 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
29 de noviembre de 2007

Carpe diem

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Disfrutar el momento, es el mensaje que transmiten las heroínas poco felices de las zarzuelas cubanas. Justo a los 80 años de iniciarse la temporada teatral de zarzuelas cubanas, la figura de la mulata está hoy ausente de los escenarios cubanos.

En 1927, precisamente en el escenario del teatro Regina, Ernesto Lecuona y Eliseo Grenet inauguraron una temporada de teatro lírico cubano con la puesta en escena de la zarzuela de su inspiración Niña Rita o La Habana en 1830.

En 1928, del propio Lecuona subieron a escena las zarzuelas El cafetal, El batey y El maizal. Ya en 1930, nos ofrece su más depurada María la O. Además. Lecuona dejó otras como Lola Cruz, Rosa la China La Plaza de la Catedral, Cuando La Habana era inglesa, La de Jesús María, pero lamentablemente desconocidas para el público actual.

En 1931, en el teatro Martí -aún hoy pendiente de reconstrucción- gracias a la unión de Manuel Suárez, comerciante y de Agustín Rodríguez, actor y productor de sainetes, se dio comienzo a una larga temporada de obras musicales cubanas que terminó cinco años más tarde.

Durante este periodo se estrenaron obras de los maestros Rodrigo Prats y Gonzalo Roig. Ellos, junto con Lecuona y Grenet, forman el cuarteto de oro del teatro lírico cubano. De la autoría de Prats quedaron La perla del Caribe, Soledad, La Habana que vuelve, María Belén Chacón, Guamá, El pirata, El gran desfile, Amalia Batista y entre las de Roig están El clarín, La hija del sol, La Habana de noche, Cimarrón y la obra más consagrada de este autor, Cecilia Valdés, una versión teatral de la novela de Villaverde.

Lo particular de todas estas zarzuelas líricas cubanas está en que los protagónicos femeninos son mulatas. El mestizaje subió a escena e instaló la imagen de la mulata como figura central.

Ahora bien, las mulatas no escapan al destino fatal de preferir caer en los brazos de un blanco y al final ser traicionadas. La presencia del triángulo amoroso interracial donde la mulata es el eje generaliza el conflicto en casi todas las zarzuelas y redondea lo que constituye una de las metáforas más arraigadas de la cultura cubana.

Si examinamos los personajes femeninos, se observará que la mulata es un personaje hasta cierto punto determinado por un corto período de felicidad. Por tanto, el disfrute del placer de forma hedonista, el disfrute del momento, es a lo único que le está permitido.

En general, todas estas mulatas poseen rasgos trágicos, y algunos no están muy alejados del melodrama. La psicología de todos ellos seguía un patrón común de infelicidad. En parte, no era más que un reflejo de la situación racial existente en Cuba.

Hoy en día, el público cubano desconoce estas obras de un período que pudiéramos llamar “nacionalista” en las tablas. Vale aclarar, que la época en que se desarrollan la mayoría de las zarzuelas cubanas es el siglo XIX o principios del XX. Por consiguiente, a algunos les parecen obras muy alejadas de los gustos imperantes en la actualidad.

Como representación de ellas, la Cecilia Valdés de Roig es la que ha prevalecido sobre las otras en escena. Quizás por su apego a la obra literaria y también por la calidad de su música.

 

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