La
nueva coyuntura
ARIEL HIDALGO /
El Nuevo Herald
Durante mucho tiempo
las posiciones extremas de ambas orillas de la geografía
política cubana se alimentaron mutuamente para desplazar
a sus respectivas contrapartes moderadas.
A mediados de los 90, tras el fin del campo socialista
y la desintegración de la Unión Soviética,
era evidente que, con la política de distensión de
la administración Clinton, con el fortalecimiento de un segmento
moderado en la comunidad cubana del sur de la Florida y un ala reformista
cada vez más influyente en el sector oficial, el país
estaba abocado a un proceso gradual de aperturas aun más
profundas que las realizadas hasta entonces. Eran numerosos los
altos funcionarios cubanos que por entonces hablaban de la búsqueda
de un nuevo modelo. Pero los ''duros'' no podían cruzarse
de brazos contemplando la pérdida gradual del poder e hicieron
uso de la misma fórmula aplicada durante el proceso de distensión
de la administración Carter: crear un conflicto.
Los disparos contra dos avionetas civiles de exiliados
en febrero de 1996 iban dirigidos, en realidad, contra el ala reformista
del régimen cubano, pues estaban destinados a hacer aprobar
en Washington un proyecto-ley para endurecer el embargo económico,
lo cual, a su vez, generaba el clima de plaza sitiada que permitiría
paralizar el avance de los aperturistas, pues éstos, considerados
por los duros del exilio como ''portavoces de la dictadura'', eran
calificados por los duros del gobierno cubano de ''quintacolumnistas''
y hasta de ''agentes del imperialismo''. Al mismo tiempo se desviaba,
hacia el plano de la contradicción externa con los Estados
Unidos, la atención mundial sobre cientos de disidentes arrestados
por planear, para el mismo día de los derribos, la celebración
de un encuentro nacional de toda la oposición interna (Concilio
Cubano). A partir de entonces las pocas voces que clamaban por los
disidentes presos se perdían entre la algarabía provocada
por el asesinato de los tripulantes, mientras los moderados del
destierro perdían todo el terreno ganado.
El entonces presidente de la legalizada fundación
Félix Varela, Juan Antonio Blanco, definía la acción
militar como una ''deliberada emboscada política contra las
fuerzas del reformismo sistémico''. La palabra deliberada
es clave. No se trata de que los acontecimientos internacionales
determinen la política interna, sino de que esos acontecimientos
son forzados por la política exterior cubana según
las necesidades de la dirigencia en el plano interno, siempre dispuesta
a sacrificar cualquier ventaja económica en aras de sus objetivos
políticos. Rafael Hernández, por entonces vicedirector
del CEA --Centro de Estudios de América--, expresaba en La
Gaceta de Cuba: ''parece que es la economía lo determinante,
cuando en realidad es la política''. Así, el derribo
de las avionetas y el desmantelamiento del antiguo CEA estuvieron
inequívocamente vinculados dentro de una astuta jugada ajedrecística.
Parodiando a un poeta encarcelado por entonces, el ladino pastor
no dejará de provocar el acoso del lobo como medio de disciplinar
a las ovejas.
Procesos semejantes se han repetido en diferentes
épocas con igual resultado: el fortalecimiento de las jaurías
de ambas orillas, intercambiando ladridos que acallaban los famélicos
balidos de los corderos de ambos mundos para que éstos no
conocieran de la existencia de sus hermanos de la orilla opuesta
y sólo creyeran en la amenaza de otros lobos supuestamente
más feroces, cuando en realidad, si un espectador tapara
sus oídos y abriera bien sus ojos, tendría la impresión
de una alianza tácita de ambas camadas para el montaje de
un mismo escenario.
Pero el proceso general ya se agota. El panorama
comienza a cambiar radicalmente en todas partes, como si las condiciones
maduraran al unísono por una providencial sincronización.
He aquí tres escenarios: Cuba, Miami y Washington.
• La sucesión en Cuba no sólo
por un cambio de liderato en la cúpula, sino generacional
en todos los niveles, con una visión más pragmática.
• Cambio en la correlación de fuerzas
de la comunidad cubana en el sur de La Florida por el crecimiento
del llamado ''nuevo exilio'', producto de sucesivas oleadas migratorias
desde Cuba, con una perspectiva más realista de la situación
cubana y consecuentemente el surgimiento, por primera vez, de candidatos
con apoyo popular frente a los congresistas que han apoyado las
restricciones contra viajes y remesas a Cuba.
• Cambio de administración en la Casa
Blanca: fin de la política confrontacional de la administración
Bush y probable ascenso de un gobierno demócrata con una
política más flexible que priva a la línea
dura de La Habana de la coartada para el estado de sitio.
Esta coyuntura sólo ofrece las condiciones
para la solución definitiva del prolongado conflicto cubano,
pero no lo garantiza por sí solo, ni que el rumbo del proceso
no sea un nuevo reparto del botín del poder por muchos actuales
jerarcas en contubernio con otros actualmente al acecho, como ocurriera
en la antigua Unión Soviética. Los moderados de la
diáspora no pueden dejar escapar esta ocasión de unir
todas sus voces para que escuchen bien los que en la otra orilla
acarician el mismo sueño. Para que todos juntos podamos un
día forjar, en el hogar común, y para todos los tiempos,
la república de los corderos.
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