El
derecho al revés
José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Arte,
ciencia o artimaña (que el diablo califique), la política
continúa siendo lo que era más o menos para los antiguos
griegos: el modo de conducir un asunto para alcanzar ciertos fines.
Por eso resulta extraño que nuestro mundo, al que gustamos
llamar moderno y civilizado, deposite en manos de los políticos
la tutela de los derechos humanos, así como la responsabilidad
de regular sus normas.
Facultades tales constituyen quizás la primera violación
de los derechos de la gente común, habida cuenta que en predios
de la política cada intermediario acercará siempre
la sardina para su sartén, lejos o cerca, según sea
el caso, de la transparencia con la que supuestamente debieran abordar
el tema.
Si no lo sabremos los cubanos, luego de haber permanecido
varias décadas asistiendo (como lombrices en reunión
de patos) a la pugna política escenificada entre nuestra
tiranía y los gobiernos de Estados Unidos, en el retablo
de Naciones Unidas (lombriz mayor), para dilucidar, dicen, de qué
manera y por qué y según el gusto de quienes respetan
o no nuestros derechos.
El último capítulo de este vodevil
por entregas representa otra vuelta de tuerca para la tragedia.
Y qué vuelta. Se trata de un revés (si no definitorio,
apabullante) ante la esperanza de que sean respetados por fin nuestros
derechos. Y es al mismo tiempo un retorcimiento de los conceptos
que suelen ser dictados internacionalmente por los políticos
para entallar la talla.
Ahora leemos en los medios informativos de aquí
exclamaciones tan pintorescas como “histórica victoria”,
“golpe demoledor para Estados Unidos”, “cese del
chantaje, la amenaza y la coacción”. No hay que insistir,
ya que la noticia es conocida, que se refieren a la reciente ratificación,
por parte de la Asamblea General de la ONU, del fin del mandato
de un relator especial en materia de derechos humanos, que aunque
fue designado desde hace mucho tiempo, nunca pudo cumplir su tarea
en la Isla, pues el régimen lo impidió.
Las claques dominantes vuelcan entonces su alegría
en la prensa oficial luego de haberle ganado a Washington una nueva
partida en el juego. En tanto, para las lombrices no ha pasado nada,
y así, ni más ni menos, asumimos la “novedad”,
como es costumbre: a la chita callando y en el pico del pato.
Demasiado poco, tal vez menos que nada, deberá
importarle a las representaciones políticas de los 168 países
que votaron a favor de esta “histórica victoria”,
el hecho de que, como ya fue patentizado, el nuevo acuerdo no ayude
en lo más mínimo a la reconciliación, la paz
y el entendimiento entre cubanos, ni a los cambios pacíficos
que casi todos deseamos.
Eso por no detenernos en la lista de los numerosos
ejemplos por los cuales no consiguen sino ponerle el cuño
y darle pisón a lo que sin duda es nuestro destino como seres
humanos del montón: el derecho al revés como único
derecho.
Imprimir
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores,
y autoriza la reproducción de este material, siempre que
se le reconozca como fuente. |