23 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
23 de noviembre de 2007

El derecho al revés

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Arte, ciencia o artimaña (que el diablo califique), la política continúa siendo lo que era más o menos para los antiguos griegos: el modo de conducir un asunto para alcanzar ciertos fines. Por eso resulta extraño que nuestro mundo, al que gustamos llamar moderno y civilizado, deposite en manos de los políticos la tutela de los derechos humanos, así como la responsabilidad de regular sus normas.

Facultades tales constituyen quizás la primera violación de los derechos de la gente común, habida cuenta que en predios de la política cada intermediario acercará siempre la sardina para su sartén, lejos o cerca, según sea el caso, de la transparencia con la que supuestamente debieran abordar el tema.

Si no lo sabremos los cubanos, luego de haber permanecido varias décadas asistiendo (como lombrices en reunión de patos) a la pugna política escenificada entre nuestra tiranía y los gobiernos de Estados Unidos, en el retablo de Naciones Unidas (lombriz mayor), para dilucidar, dicen, de qué manera y por qué y según el gusto de quienes respetan o no nuestros derechos.

El último capítulo de este vodevil por entregas representa otra vuelta de tuerca para la tragedia. Y qué vuelta. Se trata de un revés (si no definitorio, apabullante) ante la esperanza de que sean respetados por fin nuestros derechos. Y es al mismo tiempo un retorcimiento de los conceptos que suelen ser dictados internacionalmente por los políticos para entallar la talla.

Ahora leemos en los medios informativos de aquí exclamaciones tan pintorescas como “histórica victoria”, “golpe demoledor para Estados Unidos”, “cese del chantaje, la amenaza y la coacción”. No hay que insistir, ya que la noticia es conocida, que se refieren a la reciente ratificación, por parte de la Asamblea General de la ONU, del fin del mandato de un relator especial en materia de derechos humanos, que aunque fue designado desde hace mucho tiempo, nunca pudo cumplir su tarea en la Isla, pues el régimen lo impidió.

Las claques dominantes vuelcan entonces su alegría en la prensa oficial luego de haberle ganado a Washington una nueva partida en el juego. En tanto, para las lombrices no ha pasado nada, y así, ni más ni menos, asumimos la “novedad”, como es costumbre: a la chita callando y en el pico del pato.

Demasiado poco, tal vez menos que nada, deberá importarle a las representaciones políticas de los 168 países que votaron a favor de esta “histórica victoria”, el hecho de que, como ya fue patentizado, el nuevo acuerdo no ayude en lo más mínimo a la reconciliación, la paz y el entendimiento entre cubanos, ni a los cambios pacíficos que casi todos deseamos.

Eso por no detenernos en la lista de los numerosos ejemplos por los cuales no consiguen sino ponerle el cuño y darle pisón a lo que sin duda es nuestro destino como seres humanos del montón: el derecho al revés como único derecho.

 

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