22 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
22 de noviembre de 2007

A pagar lo que se debe

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Nunca fue más amargo ver atrapados entre populistas, corruptos e ignorantes al valiente Zapatero y al gallardo Juan Carlos, pero las acciones tienen repuestas y los errores se miden por el tamaño de las consecuencias.

Todo comenzó en 1991. España propuso ser el “puente de plata” entre Europa y América Latina y organizó la Primera Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara, México. Allí se sentaron como iguales los presidentes elegidos democráticamente y el dictador. La idea era magnifica, recreaba un área cultural común con un idioma y una historia compartida, con flujos migratorios en una u otra dirección. Intentaba también incidir en el fortalecimiento de la democracia en la región y de paso, atraer a la isla al área de las libertades fundamentales y el respeto de los derechos humanos.

Sin embargo, no pocos en Latinoamérica y en el gobierno comunista, vieron en las cumbres la posibilidad del enfrentamiento cultural con los Estados Unidos, el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y sus políticas liberales. Además, como desde el principio el protocolo permitió la grosería y los desplantes, pronto Castro se convirtió en showman de un espectáculo político incapaz de generar acciones concretas, y violador de sus acuerdos, como el compromiso democrático en Viña del Mar, de 1995.

Francisco Flores, presidente de El Salvador, puso en su sitio de forma memorable en la Cumbre de 2000 en Panamá al dirigente cubano, que se negó a volver a ellas, que siguieron realizándose cada año, cada vez con más decepción para las fuerzas democráticas y liberales de la región. El showman barbudo tuvo sustituto en un golpista, más ignorante y prepotente, pero con una chequera poderosa e interesado en cambiar el escenario a su favor.

Los demócratas cubanos vieron con simpatía las cumbres iberoamericanas. Con el tiempo comprendieron su inutilidad para influir en la liberalización de la isla. Por lo que, poco a poco, se fueron desentendiendo de ellas.

Como de los gobiernos latinoamericanos los demócratas cubanos esperan poco, las esperanzas estuvieron en las relaciones con España y su influencia en el área. Sin embargo, el cambio de política de Madrid hacia La Habana en 2004 y su condescendencia hacia el socialismo bolivariano y su injerencia en el sur y Centroamérica, que llegó hasta la imposición de Insulza como Secretario General de la OEA, hizo posible prever lo ocurrido.

La tendencia se definió cuando las eufóricas fuerzas conservadoras continentales armaron un espectáculo mediático contra el presidente norteamericano en Mar del Plata en 2005. Ahora, le correspondió a España (como Europa) representar el papel de imperialismo y recibir los dardos del populismo dictatorial, cuando Hugo Chávez impuso la teoría de los dos modelos y retomó el término neocolonialismo.

Si en el año 2000, cuando la dura reprimenda a Fidel Castro en Panamá, Chávez mantuvo una posición reservada, ahora más seguro e irresponsable, se lanza a fondo, con sus cancerberos (Lage, Ortega y Morales) cubriéndole los flancos y copando al plenario con opiniones extremas.

De esta manera, España paga su errada estrategia hacia América Latina divorciada de su socio estratégico, los Estados Unidos, y de los demócratas del continente; contemplativa con los nuevos y viejos dictadores populistas.

La Venezuela bolivariana demuestra su fuerza y arrogancia. Amenaza directamente a los países del área que no se le subordinen. Desplaza estratégicamente a dos potencias y deja en la mesa una nueva doctrina: “América para los venezolanos”.

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