A
pagar lo que se debe
Aleaga Pesant
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Nunca fue más
amargo ver atrapados entre populistas, corruptos e ignorantes al
valiente Zapatero y al gallardo Juan Carlos, pero las acciones tienen
repuestas y los errores se miden por el tamaño de las consecuencias.
Todo comenzó en 1991. España propuso
ser el “puente de plata” entre Europa y América
Latina y organizó la Primera Cumbre Iberoamericana, en Guadalajara,
México. Allí se sentaron como iguales los presidentes
elegidos democráticamente y el dictador. La idea era magnifica,
recreaba un área cultural común con un idioma y una
historia compartida, con flujos migratorios en una u otra dirección.
Intentaba también incidir en el fortalecimiento de la democracia
en la región y de paso, atraer a la isla al área de
las libertades fundamentales y el respeto de los derechos humanos.
Sin embargo, no pocos en Latinoamérica y en
el gobierno comunista, vieron en las cumbres la posibilidad del
enfrentamiento cultural con los Estados Unidos, el Área de
Libre Comercio de las Américas (ALCA) y sus políticas
liberales. Además, como desde el principio el protocolo permitió
la grosería y los desplantes, pronto Castro se convirtió
en showman de un espectáculo político incapaz de generar
acciones concretas, y violador de sus acuerdos, como el compromiso
democrático en Viña del Mar, de 1995.
Francisco Flores, presidente de El Salvador, puso
en su sitio de forma memorable en la Cumbre de 2000 en Panamá
al dirigente cubano, que se negó a volver a ellas, que siguieron
realizándose cada año, cada vez con más decepción
para las fuerzas democráticas y liberales de la región.
El showman barbudo tuvo sustituto en un golpista, más ignorante
y prepotente, pero con una chequera poderosa e interesado en cambiar
el escenario a su favor.
Los demócratas cubanos vieron con simpatía
las cumbres iberoamericanas. Con el tiempo comprendieron su inutilidad
para influir en la liberalización de la isla. Por lo que,
poco a poco, se fueron desentendiendo de ellas.
Como de los gobiernos latinoamericanos los demócratas cubanos
esperan poco, las esperanzas estuvieron en las relaciones con España
y su influencia en el área. Sin embargo, el cambio de política
de Madrid hacia La Habana en 2004 y su condescendencia hacia el
socialismo bolivariano y su injerencia en el sur y Centroamérica,
que llegó hasta la imposición de Insulza como Secretario
General de la OEA, hizo posible prever lo ocurrido.
La tendencia se definió cuando las eufóricas
fuerzas conservadoras continentales armaron un espectáculo
mediático contra el presidente norteamericano en Mar del
Plata en 2005. Ahora, le correspondió a España (como
Europa) representar el papel de imperialismo y recibir los dardos
del populismo dictatorial, cuando Hugo Chávez impuso la teoría
de los dos modelos y retomó el término neocolonialismo.
Si en el año 2000, cuando la dura reprimenda
a Fidel Castro en Panamá, Chávez mantuvo una posición
reservada, ahora más seguro e irresponsable, se lanza a fondo,
con sus cancerberos (Lage, Ortega y Morales) cubriéndole
los flancos y copando al plenario con opiniones extremas.
De esta manera, España paga su errada estrategia
hacia América Latina divorciada de su socio estratégico,
los Estados Unidos, y de los demócratas del continente; contemplativa
con los nuevos y viejos dictadores populistas.
La Venezuela bolivariana demuestra su fuerza
y arrogancia. Amenaza directamente a los países del área
que no se le subordinen. Desplaza estratégicamente a dos
potencias y deja en la mesa una nueva doctrina: “América
para los venezolanos”.
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