22 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
22 de noviembre de 2007

El cerco de Leningrado

Fabián D. Arcos


LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – No se trata de un artículo histórico sobre el cerco que durante 900 días los alemanes impusieron a Leningrado, en 1941. El pasado 9 de noviembre se estrenó en la sala teatro Adolfo Llauradó, en el Vedado, la obra El cerco de Leningrado, de José Sanchis Sinisterra, montada por el grupo Teatro D´ Dos.

El título de la obra no concierne al episodio bélico, como su nombre sugiere. Es un drama de dos señoras viejas que sobreviven en un teatro viejo y desvencijado, llamado sugerentemente Teatro del Fantasma, bajo la amenaza de ser demolido. Esas señoras, Priscila y Natalia, encarnadas por las actrices Norah Hamze y Nieves Riovalles, son las sobrevivientes de una época de esplendor del grupo teatral.

Viven en los camerinos de la instalación, aisladas de la realidad que las amenaza. Día a día dedican su esfuerzo a buscar entre los papeles y libretos desperdigados en todos los salones el titulado El Cerco de Leningrado, que da nombre a esta obra.

De encontrarlo ellas tratarán de descifrar el misterio que llevó a la muerte a Néstor Coposo, autor y director de la obra, que era el esposo de una y el amante de la otra. Es en esa búsqueda, a través de los diálogos y actuaciones, que las actrices van develando la historia vivida y sufrida.

Heberto García Abreu, en reciente comentario sobre el estreno en Cuba de esa obra ha declarado: “El Cerco de Leningrado tiene numerosas resonancias y equivalencias con los tiempos que vivimos los cubanos desde hace ya muchos años”. Y razón le sobra. Esa obra, con la técnica de “teatro dentro del teatro” permite al espectador una interpretación abierta a partir de la posición que él ocupe.

Si de “teatro dentro del teatro” está construida la obra, su contenido entonces es de “cerco dentro del cerco”, ya sean embargos o bloqueos, externos o internos. En la interpretación el espectador desde cualquier posición que la aprecie, se siente cercado.

El enigma de la muerte de Néstor, accidente o asesinato, puede ser o no develado. Es el centro de la búsqueda de los personajes, pero para los espectadores no es esencial en la evocación teatral. La solución no está en el esclarecimiento de los muertos, sino en la de los vivos, las sobrevivientes, que en medio de una extraña angustia y anacrónico aislamiento se convierten en la antitesis de la salvación, en medio de la incomprensión y el rechazo hacia todos y de todos.

Si la puesta en escena en ocasiones parece lenta y pesada, no se puede descartar que haya sido el objetivo de alcanzar esa subjetividad por parte de su director Julio César Ramírez. Y para asombro de este comentarista, la sala permaneció llena hasta el final.

Esta obra había sido montada en Cuba por Vicente Revuelta, con Raquel y Daisy Granados en la actuación. Nunca se estrenó. Más tarde otros intentos vincularon a Verónica Lynn, Vivian Acosta, Alina Rodríguez y Nancy Campos en el grupo Rita Montaner. Al parecer, los cercos impidieron su presentación.

Buen momento vive la dramaturgia cubana cuando proyectos largamente censurados como Los siete contra Tebas y ahora El cerco ven la luz, en medio del respiro que brinda el poder hablar con valentía y coraje. ¿Responderán los artistas cubanos al llamado del momento?


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