La
isla de papel
Lucas Garve, Fundación por la Libertad de
Expresión
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) –
Hace tiempo conocí lo que denominan en Cuba “la calidad
del informe oficial”. En esencia, parten del principio fraudulento
de que el papel lo aguanta todo y plasman en blanco y negro un panorama
de cualquier aspecto de la realidad de Cuba mejorada gracias a los
efectos especiales de la ciencia ficción.
Datos, eventos, cifras son magnificados por una máquina
de propaganda que ya Hollywood quisiera tener, con el fin de ofrecer
una visión diferente de la realidad. En una edición
del periódico Granma, se publicó un titular tan increíble
como el siguiente: “Más de 30 mil soluciones aplicadas
en el país.”
Los cubanos que tuvimos la oportunidad de leerlo,
no pudimos más que reírnos a mandíbula batiente
del chiste de humor negro.
Algo parecido deben haber tenido entre sus manos
los miembros del actual Consejo de Derechos Humanos de la ONU para
eliminar la disposición que durante veinte años condenó
al régimen cubano por no respetar esos derechos.
|No se quién engañó tan groseramente
a los miembros del consejo de DH de la ONU. No puedo imaginar qué
suerte de magia empleó para travestir la realidad cubana
de tal modo. La olímpica capacidad de engañar al resto
del mundo acaba de coronarse con una medalla de oro.
Lo anterior está basado en los datos sobre
los presos políticos y de conciencia encerrados en las cárceles
en Cuba. Solamente puedo pensar que la intoxicación de los
miembros del consejo los confundió. El mareo fue tan grande
que ni siquiera tomaron el rábano por las hojas, sino que
confundieron el rábano con excrementos.
Al escuchar y leer en los medios de comunicación
del país la noticia sobre la nueva posición del llamado
Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre la violación
de estos derechos en Cuba pensé que ya no existían
prisioneros políticos y de conciencia en la Isla.
Pensé en Héctor Maseda, Omar Rodríguez
Saludes, Normando Hernández, Pedro Argüelles, Miguel
Galbán, Fabio Prieto Llorente, José Izquierdo y otros
hasta el número de 59, los cuales continúan prisioneros
en pésimas condiciones de reclusión desde marzo del
2003, sólo por ejercer el derecho a la libertad de expresión.
También vinieron a mi mente los casos de Carmelo
Díaz, Jorge Olivera, Luis Esteban Echevarria, a quienes las
autoridades les niegan el permiso de salida del país, aunque
han recibido visados de diferentes países.
No se olvida tampoco el caso de Miguel Valdés
Tamayo, gravemente enfermo del corazón, con licencia extrapenal,
fallecido mientras esperaba el permiso de salida de Cuba. Tenía
en sus manos las visas de asilo de dos países.
Estos hombres no son los únicos que han sentido
en carne propia la furia de los gobernantes cubanos exclusivamente
por divulgar una visión diferente de la oficial. En casi
medio siglo décadas de gobierno, la lista de nombres de prisioneros
de conciencia cubanos es bastante larga.
Entonces, no puedo creer en el dictamen de
un Consejo de Derechos Humanos cuya pérdida de la visión
los instala en el campo de la indecencia, y se presta a los re juegos
de un régimen caracterizado por pisotearlos y ofrecer al
mundo la mentira por realidad, y hacer de la calidad del embuste
la garantía de su mejor producto de exportación.
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