21 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
21 de noviembre de 2007

La isla de papel

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) – Hace tiempo conocí lo que denominan en Cuba “la calidad del informe oficial”. En esencia, parten del principio fraudulento de que el papel lo aguanta todo y plasman en blanco y negro un panorama de cualquier aspecto de la realidad de Cuba mejorada gracias a los efectos especiales de la ciencia ficción.

Datos, eventos, cifras son magnificados por una máquina de propaganda que ya Hollywood quisiera tener, con el fin de ofrecer una visión diferente de la realidad. En una edición del periódico Granma, se publicó un titular tan increíble como el siguiente: “Más de 30 mil soluciones aplicadas en el país.”

Los cubanos que tuvimos la oportunidad de leerlo, no pudimos más que reírnos a mandíbula batiente del chiste de humor negro.

Algo parecido deben haber tenido entre sus manos los miembros del actual Consejo de Derechos Humanos de la ONU para eliminar la disposición que durante veinte años condenó al régimen cubano por no respetar esos derechos.

|No se quién engañó tan groseramente a los miembros del consejo de DH de la ONU. No puedo imaginar qué suerte de magia empleó para travestir la realidad cubana de tal modo. La olímpica capacidad de engañar al resto del mundo acaba de coronarse con una medalla de oro.

Lo anterior está basado en los datos sobre los presos políticos y de conciencia encerrados en las cárceles en Cuba. Solamente puedo pensar que la intoxicación de los miembros del consejo los confundió. El mareo fue tan grande que ni siquiera tomaron el rábano por las hojas, sino que confundieron el rábano con excrementos.

Al escuchar y leer en los medios de comunicación del país la noticia sobre la nueva posición del llamado Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre la violación de estos derechos en Cuba pensé que ya no existían prisioneros políticos y de conciencia en la Isla.

Pensé en Héctor Maseda, Omar Rodríguez Saludes, Normando Hernández, Pedro Argüelles, Miguel Galbán, Fabio Prieto Llorente, José Izquierdo y otros hasta el número de 59, los cuales continúan prisioneros en pésimas condiciones de reclusión desde marzo del 2003, sólo por ejercer el derecho a la libertad de expresión.

También vinieron a mi mente los casos de Carmelo Díaz, Jorge Olivera, Luis Esteban Echevarria, a quienes las autoridades les niegan el permiso de salida del país, aunque han recibido visados de diferentes países.

No se olvida tampoco el caso de Miguel Valdés Tamayo, gravemente enfermo del corazón, con licencia extrapenal, fallecido mientras esperaba el permiso de salida de Cuba. Tenía en sus manos las visas de asilo de dos países.

Estos hombres no son los únicos que han sentido en carne propia la furia de los gobernantes cubanos exclusivamente por divulgar una visión diferente de la oficial. En casi medio siglo décadas de gobierno, la lista de nombres de prisioneros de conciencia cubanos es bastante larga.

Entonces, no puedo creer en el dictamen de un Consejo de Derechos Humanos cuya pérdida de la visión los instala en el campo de la indecencia, y se presta a los re juegos de un régimen caracterizado por pisotearlos y ofrecer al mundo la mentira por realidad, y hacer de la calidad del embuste la garantía de su mejor producto de exportación.

 

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