19 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
19 de noviembre de 2007

Cinco palabras tiene el eslogan

GINA MONTANER

Cuando el rey Juan Carlos le soltó a Chávez la ya célebre frase de ''Por qué no te callas'' no pudo imaginar que ésta se convertiría en el eslogan que tanto necesitaba la oposición venezolana. No hizo falta recurrir a prestigiosas firmas publicitarias como Ogilby o John & Rubicam para dar con el lema perfecto que describe la hartura y preocupación de los demócratas frente al delirio totalitario del oficial golpista. Bastó con el gesto humano de un monarca que no pudo más con las groserías de quien, sin pizca de gracia, se autoproclama ``macaco mayor''.

En efecto. En esta última cumbre borrascosa el inefable Hugo Chávez se comportó como una criatura recién escapada del zoo. Desatado, insolente y enredado en esa jerigonza populista que se le sube a la boca como quien tiene atravesada una bola de pelos en el estómago. Y allí, en medio del estupor de políticos de bien como la Bachelet, Saca, Arias o Rodríguez Zapatero, una vez más el tipo se comportó como el invitado indeseable cuyos inexplicables eructos desconciertan al resto de los comensales.

Lástima que la excepción en este encuentro poco fructífero fuese la actuación de la delegación española, encabezada por un jefe de Estado que acabó hasta la mismísima corona de la cantaleta del victimismo indigenista que entona Chávez acompañado de Daniel Ortega y Evo Morales. Porque, se mire como se mire, lo del venezolano es verdaderamente impresentable y por mucho menos te expulsan de un colegio. Pero no hay que olvidar que ya desde la primera cumbre celebrada en Guadalajara en 1991 se plantó la semilla del pecado original cuando, a partir de entonces, se le permitió a un dictador como Castro --la madre de todos los ``macacos''-- firmar documentos que ratificaban el valor sagrado de la democracia. O sea, papeles mojados. Porque ni una sola de estas reuniones ha servido para que se ventile un resquicio de apertura en Cuba. A nadie debe extrañarle ahora que el relevo del comandante sea su discípulo bolivariano.

Como la memoria suele ser frágil y caprichosa hay quien está cayendo en la tentación de deformar el recuerdo de las nefastas intervenciones a las que nos tenía acostumbrados Castro cuando él era la vedette de estas fallidas cumbres. Ahora se escuchan comentarios del tipo de ''A diferencia de Chávez, él sí conocía los límites y nunca fue tan incorrecto''. Qué observación más ligera e inexacta. Si de alguien ha aprendido el milico golpista a soltar patadas y ejercer la intimidación verbal es de su maestro Castro. Otro gángster de barrio que siempre ha repartido insultos y calumnias a todo político que cortésmente se haya atrevido a decirle a la cara lo marrullero y abusador que ha sido y es con su pueblo. Otra cosa es que este decrépito ''Yoda'' del mal tenga el barniz de una educación universitaria mientras que el nuevo aspirante a príncipe de las tinieblas no sea más que un cadete de quinta categoría.

Sin proponérselo Juan Carlos I --a quien los españoles le están eternamente agradecidos por haberlos salvado de otro militar golpista en 1981-- les ha regalado a los jóvenes venezolanos una respuesta contundente a los deseos absolutistas de Chávez. Para que luego digan que este rey no está al servicio del pueblo.

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