Guevara,
la foto de Kodak y dos artistas cubanos
EMILIO ICHIKAWA
Entre el esfuerzo de las últimas ''maestras normalistas'',
los ''educadores makarenkos'', el Destacamento Pedagógico
Manuel Ascunce y un intenso autodidactismo ha corrido la educación
de las últimas generaciones de cubanos. El capítulo
exiliar de la historia cubana, que como diría José
Luis Abellán para España más parece una institución
destinal que un accidente, le ha exigido a la autoeducación
un rigor universitario. Y es que el autodidacta no es aquel que
evade la escuela, sino simple y excepcionalmente quien puede cubrir
su currículum con independencia de la burocracia docente.
Los exilios, por otra parte, no terminan con el nacionalismo
sino que lo rectifican. En el caso cubano, por ejemplo, el desborde
patriótico perdura más allá de los destierros
porque cada quien cree (quizás con razón) que está
exiliado en el mejor lugar del mundo. O en el peor, que exhibe una
pretensión de excepcionalidad del mismo nivel de insolencia
que su contraria. ''Este es el exilio más hermoso (o más
feo) que ojos cubanos han visto'', parecen rezar el 99% de los emails
que recibimos diariamente.
Entre todos los núcleos exiliares cubanos
uno de los más interesantes es el catalán. Se percibe
allí una decidida vocación universalista, unos deseos
enormes de superar lo provinciano que no puede funcionar sino en
plazas donde las provincias asechen por todas partes.
Entre los trabajos que los cubanos muestran hoy en
la ciudad de Barcelona, uno de los más interesantes pertenece
a los creadores Radamés Molina y Jorge Mata. Me refiero tanto
al plan ''Linkgua'' (www.linkgua.com) como a la muestra ''!Che.
Revolución y mercado!'', una video instalación que
se puede ver en el Palau de la Virreina hasta enero de 2008. Todo
ello enmarcado en el proyecto Netbook, que los mismos artistas han
definido como una colección visual de la alquimia contemporánea
entre internet y el libro como objeto tradicional.
Radamés Molina nació en La Habana en
1968. Le conocí como un estudioso de rigor que jugaba ágilmente
con los silogismos de Raimundo Llul y leía con cuidado los
discursos de Celso contra los cristianos. Eran referencias muy singulares
en una Habana donde la ortodoxia postmoderna había sorprendido
a la ortodoxia marxista.
Jorge Mata nació en La Habana en 1970 y posee
una sólida formación académica. Estudió
en la escuela de arte de San Alejandro, incursionó en algunos
proyectos renovadores y llegó a Barcelona en el año
1993.
La alianza entre un pensamiento exquisito y una técnica
depurada, la sumatoria fértil de los talentos de Molina y
Mata, es lo que garantiza que la muestra ''!Che!. Revolución
y mercado!'' no sea un nuevo panfleto pop. En la instalación
del Palau existe una seria consideración del mercado en relación
con el tiempo; de política en nexo con los colores, el volumen
y las tretas de la publicidad.
El ''evento absoluto'', ese contrasentido que J.
Derrida inventó para referirse a ''septiembre 11'', es el
pasado intelectual inmediato del ''Ser digitalizado'', un nuevo
contrasentido que pulsa en el sistema de imágenes que muestran
los artistas.
El capitalismo es la substancia, el mercado es la
forma, el Che Guevara es la mercancía y Korda el agente promocional.
Todo un sistema de usura ideológica que, si se deja transcurrir
(como hacen Molina y Mata) desde 1967-68 hasta la actualidad muestra
incluso una dulce progresión moderna.
El Che Guevara muere cuando estos artistas nacen.
Sus restos son devueltos a Cuba cuando ellos se exilian. Y es mitificado
en la ciudad de Santa Clara minutos antes de que le revisen su historia
en Barcelona. Todo esto es una prueba de la movilidad e interconexión
del mundo. Una demostración de la existencia de Dios a través
de la tensión entre la impertinencia de la política
y la fuerza del talento artístico.
Imprimir
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores,
y autoriza la reproducción de este material, siempre que
se le reconozca como fuente. |