16 de noviembre de 2007
 
 
Crónica            
16 de noviembre de 2007

Espejuelos (final)

Roberto Santana Rodríguez

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Al día siguiente Wences preparó un nuevo “plan de acción”, consistente en explorar a los técnicos que trabajan por cuenta propia. Tal vez con ellos pudiera solucionar el problema: o los cristales para montar, o las gafas completas.

-Mira a ver si puedes resolverme esta receta -le dice Wences al técnico que arregla espejuelos.

-Estás de buena. Ayer me trajeron éstos, te los dejo en 60 pesos -y extiende los espejuelos al cliente.

Wences se prueba las gafas. Al momento las devuelve.

-Lo mismo de ayer, veo bien, pero la armadura es muy estrecha.

-No tengo la culpa que tengas ese carón.

“¿Y ahora qué hago?” -se pregunta Wenceslao ante el nuevo palo que le ha propinado la vida. Pero, como buen cubano que es, se le alumbra el bombillo.

-Ven acá, ¿por qué no le quitas esos cristales a la armadura y me los montas en esta? -dice Wences señalando los viejos espejuelos que afean su rostro.

-Dame –responde el mecánico.

Luego de varios minutos de esfuerzos batallando con la armadura dice, fastidiado.

-Nada, compadre, estos cristales no se pueden montar en esa armadura.

-Bueno, entonces te compro los cristales. ¿Cuánto?

-Treinta pesos.

Y parte nuevamente Wenceslao a la aventura, consolado en parte porque tiene resuelta la mitad de su problema. “Me coloco los cristales delante de los ojos y leo los letreros y las letras”.

Wenceslao se dirige entonces a la óptica para buscar una armadura donde montar los cristales. Pero está cerrada. En la puerta un cartel: Horario: de 12 a 8 PM. Y su reloj marca las diez de la mañana. “Y si voy a ver a Pancho –piensa-, a lo mejor tiene una armadura de medio palo que me sirva”.

Cuando llega al trabajo de Pancho, luego de caminar 10 cuadras bajo sol, le comunican:

-Ya no trabaja aquí, se fue para Los coquitos, puedes coger un bicitaxi en la terminal, 10 para allá y 10 para acá.

Cuando llega, otro desencanto: Pancho ya no está en el negocio. Se retiró.

A las doce menos diez Wences espera a que la óptica abra sus puertas. Veinte personas delante de él. A las 12 y 15 el establecimiento abre.

Cuando llega su turno, Wenceslao aborda a la empleada, la misma del día anterior.

-Compañera, yo fui el que vine ayer. ¿Te acuerdas? Me regalaron dos cristales +3.50. ¿No tendrás por ahí una armadura que me puedas vender para montarlos?

Luego de un titubeo, la empleada le responde en voz baja.

-Vamos a ver lo qué puedo hacer -y se marcha al interior del establecimiento.

Cuando sale, llama a Wences aparte y le dice:

-Esta armadura es la única que pude encontrar, creo que le sirven los cristales.

-¿Cuánto? –pregunta, mientras observa cómo la joven destornilla y monta el primer cristal.

-50 pesos.

-Vaya, tu sabes de esa mecánica, eres técnica también.

-Aquí hay que saber de todo un poco, si no, te mueres.

Wences paga y se aleja de la óptica.

La felicidad lo embarga, aunque no le gustan mucho sus nuevos espejuelos debido al diseño y la estrechez de la armadura con respecto al ancho de su rostro. Pero piensa que a pesar de estas nimiedades, ya comienza a ver claramente las letras y los letreros.

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