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Denuncian engaños a balseros varados en México
El Nuevo Herald
Después de 27 días perdidos en el Mar Caribe con un
brújula que tenía un error de 30 grados y a punto de
morir de inanición, los balseros cubanos Angel Ricardo Zamora
Domínguez y su esposa Helen pensaron que la libertad los esperaba
en México.
Tuvieron más razones para creerlo cuando sus familiares en
California pagaron $11,000 a un abogado mexicano que se comprometió
a sacarlos en cuestión de días de una estación
de Inmigración en el estado de Chiapas, a donde fueron enviados
a mediados de julio después que los interceptaron en alta mar.
Pero todo salió mal.
A los 91 días de detención la pareja fue deportada
a Cuba y el abogado, Luis Felipe Mendoza Tallava, no ha dado una sola
explicación convincente para justificar el incumplimiento de
su promesa, según Milagros Rosell, una prima de Zamora.
''Me agarraron de tonta'', explicó Rosell a El Nuevo Herald.
``El abogado y su esposa se aprovecharon de nuestra angustia por sacar
a mi primo''.
Rosell no es la única decepcionada con el abogado.
Según varios cubanos de esta ciudad que ayudan a compatriotas
recién llegados, varios familiares de balseros en Estados Unidos
se están apresurando a contratar abogados en México
sin conocer las verdaderas posibilidades jurídicas de que liberen
a sus familiares.
Según uno de los cubanos solidarios con los balseros que pidió
no ser identificado pues teme por su vida, el desconocimiento de los
trámites jurídicos y la desesperación por sacar
a sus familiares conspiran para facilitar que envíen el dinero
rápidamente, muchas veces sin necesidad, o sin saber que hay
casos en los que la deportación es inevitable.
Damaris, una cubana que trabaja en un hotel de Las Vegas preparando
y sirviendo ensaladas por $17 la hora, también considera perdidos
los $5,000 que le envió a Mendoza para liberar a un hermano
que fue interceptado con el mismo grupo el 17 de julio. Era la tercera
vez que lo intentaba.
El dinero se lo prestó un amigo y ahora, para cubrir la deuda,
ha dejado de pagar la hipoteca de su casa, que da por perdida, explicó.
''Están enriqueciéndose a costas de los sentimientos
y los sueños de otras personas, y eso no está bien'',
afirmó Damaris, quien pidió que no se publicara su apellido.
El abogado Mendoza no respondió a varias llamadas de El Nuevo
Herald a su teléfono y al de su esposa.
Rosell contó que había contratado telefónicamente
a Mendoza por recomendación de un tal Frank, un refugiado que
compartió la travesía con su sobrino.
Según su versión, la esposa cubana del abogado, Irina
Fonseca Lorente, conocía a los familiares de Frank en Cuba.
Esa relación le dio tranquilidad a Rosell, que envió
el dinero desde Los Angeles a través de Western Union en dos
partes, según documentos que mostró Rosell a El Nuevo
Herald.
Antes de ser deportados, agregó Rosell, el abogado decía
que todo estaba bajo control.
''Una vez me dijo que había roto todos los papeles de deportación
de Ricardo y Helen'', dijo Rosell, ``que ya estaban a punto de salir
[en libertad]''.
El 17 de octubre por la madrugada a sus parientes los maniataron
con cinta adhesiva y los deportaron por avión a la isla con
130 refugiados más.
Cuando Rosell se enteró de que habían deportado a sus
familiares, llamó a Mendoza a reclamarle y éste le dijo
que le habían prometido que enviaría a la pareja a la
capital mexicana, pero que no se preocupara, que él presentaría
una demanda para pedir a Cuba la extradición.
''En ese momento me di cuenta que me había engañado
todo este tiempo'', afirmó Rosell.
Las leyes mexicanas dictan que los refugiados cubanos interceptados
en alta mar son deportados a Cuba. Los que logran tocar territorio
mexicano tienen derecho a un permiso de 30 días para permanecer
en el país y luego abandonarlo voluntariamente hacia el país
que decidan.
Un funcionario de inmigración en Cancún, que pidió
no ser identificado, explicó a El Nuevo Herald que teóricamente
en ninguno de los dos casos se requiere un abogado pues los que son
detenidos en el mar no tienen derecho a apelar la deportación,
y los que logran tocar tierra el trámite del permiso cuesta
$1,000, que el refugiado puede pagar directamente en las oficinas
de los bancos autorizados.
La abogada Patricia Morales Pando, especialista en inmigración
de Monterey, se mostró sorprendida al enterarse de la intervención
del abogado Mendoza.
''Eso parece muy turbio'', explicó a El Nuevo Herald. ``No
parece que el abogado hubiera hecho alguna gestión además
de cobrar una suma que me parece muy alta''.
Zamora, un barbero de Bayamo de 28 años y su esposa, Helen
Guerra, maestra de niños incapacitados, de 23, salieron de
Manzanillo, en la antigua provincia de Oriente, en compañía
de otras 10 personas a bordo de un bote fabricado por ellos de seis
metros de eslora y uno de ancho. Su plan original era llegar a Honduras,
pero a los tres días el motor se descompuso y quedaron a la
deriva. Esa falla, agregada a las malas condiciones del tiempo y a
una brújula averiada, los desvió de rumbo, explicó
Zamora desde Bayamo.
''Estábamos muy débiles, no teníamos qué
comer, pero pensar en la familia nos daba ánimo'', dijo Zamora.
Su esposa leía la Biblia y oraba en voz alta, pero como algunos
de los balseros no sabían rezar les pidió que se limitaran
a responder amén.
En medio de la zozobra, el primo de Domínguez, Ricardo Domínguez,
sufrió un infarto y murió. Otro pasajero murió
ahogado. Después de 27 días, un operario del barco pesquero
Pescamex 56 los divisó y los transbordó a una patrulla
de la Armada de México 370 kilómetros al noroeste de
Puerto Progreso, en Yucatán.
Rosell viajó con su esposo Rúl de Los Angeles a Mérida
para ver a su primo y su esposa. Les llevó mudas de ropa nueva,
que no pudieron llevar al regresar a Cuba el día que los guardias
los despertaron a gritos para anunciarles que regresaban a la isla.
''Dios sabe lo que hace y todo lo ponemos en sus manos'', le escribió
Zamora a su prima desde Bayamo, donde ahora atiende la barbería
Salón Moderno.