13 de noviembre de 2007
 
Crónica            
13 de noviembre de 2007

Un poeta testimonial

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Al encontrar a Rogelio Fabio Hurtado en la peña literaria del Pen Club lo reconocí enseguida. Sus espejuelos redondos, la barba descuidada, su calvicie y el color cetrino lo convierten en un personaje inconfundible. Coincidimos hace años en la casa del investigador Jorge Domingo, quien iba a España a dictar conferencias. Estaba allí el poeta Jorge Luis Arcos. La tertulia fue breve e inolvidable. Fabio habló sobre Rumania y la muerte trágica del tirano Ceausescu. Me pareció un monje-bibliotecario escapado de un convento medieval.

Ahora me sorprende otra vez al obsequiarme Hurrá y otras elegías, su último poemario, un cuaderno inusual premiado en el Concurso literario Vitral 2004, y editado por el Obispado de Pinar del Río un año después, con un prólogo insuperable de Jorge Domingo, que deviene homenaje y reseña crítica de la obra de Rogelio Fabio, a quien ubica en la estética del conversacionalismo cubano de la década del sesenta. Con su habitual agudeza y honestidad cívica, Jorge repasa ese período de recelos e intolerancia revolucionaria contra los artistas e intelectuales negados a escribir bajo consigna.

El crítico recuerda los comienzos del poeta, su relación con el creador nicaragüense Ernesto Cardenal, artífice de la poesía exteriorista, quien incluyó dos poemas de Rogelio Fabio en su libro-testimonio En Cuba.

Jorge precisa otras publicaciones e influencias y las causas del silencio del autor de El poeta entre dos tigres (Miami, 1996). Advierte que Fabio: “ha ido acumulando sus versos en la gaveta de su escaparate. No ha corrido tras la inmortalidad y durante largo tiempo ha preferido preservar su obra de la divulgación nacional que merece. Se le ha visto en cambio vendiendo flores en Luyanó”.

La peculiar sensibilidad de Fabio Hurtado acrecienta el poder alusivo de sus versos. Sus poemas son esencialmente originales sin romper la estética que transita los recovecos del testimonio y las avenidas de la añoranza. La desnudez de su discurso lírico es como un solo de violín que desata los sueños y las pesadillas de un creador enfrentado a un tiempo de quimeras colectivas.

Las vivencias, los amigos, los recuerdos, algunos hechos y sus fatales consecuencias fluyen en Hurrá y otras elegías, cuya mirada crítica utiliza el humor para recrear paradigmas universales que nos acercan a sucesos actuales e innombrables.

La nostalgia galopa como un duende travieso en los versos de Rogelio Fabio. En “Canción de amigo”, el galope es un reclamo: No me dejéis solo/ sentado a mi mesa/ beberme el pasado/. /Venid, amigos y amigas, /desde lugares y criterios lejanos. /Venid, ni vigilantes ni vigilados, /ni vencedores ni derrotados. “En fotografía en el patio”, la evocación tiene resonancias irónicas que aluden al destino contrapuesto de hombres enrolados en hechos comunes: El que tiene puesto un casco de Sargento / Es Chuíto Piedra –todavía/ no era económico del Poder Popular ni Contador por la izquierda / para los judíos de Miami Beach; / Melchor, mi primo, con los botines al revés / porta el otro fusil; / yo ostento cruzada en la barriga la formidable Thompson/ -que a Dios gracias nunca disparé.

En ese tono sencillo y coloquial repasa el bardo hechos y personajes de un período desgarrador e irrepetible. La añoranza, la sátira y el sarcasmo habitan estos versos testimoniales, lúcidos y transparentes. El autor parece regresar de todos los caminos sin haberse detenido en ninguno.

Tal vez por eso Rogelio Fabio Hurtado usa la auto parodia como recurso formal vinculada al choteo criollo, tal y como lo hicieron –advierte Jorge Domingo- Tallet, Heberto Padilla y Raúl Hernández Novás. Al burlarse de si mismo Fabio revaloriza la asimilación de ciertas enseñanzas de la historia, lo cual enriquece sus poemas sin restarle originalidad.

En ese sentido, vale destacar, a modo de ejemplos, inspiraciones que revelan la sabiduría del literato y la pericia en el uso del sarcasmo. “Shelaviekas” y “Lecciones de filosofía” se llevan los laureles al respecto. En el primero satiriza la enseñanza del idioma ruso y brinda irónicamente con el clásico hurra. Siempre me aburrió el Manual de Nina Potapova/ nunca descifré el alfabeto cirílico/…/ lo poco que aprendí de la gran lengua rusa/ me basta para gritar Hurrá tres veces/por los alborotos de tiro que organizábamos a media noche/…/ por la inquebrantable amistad con Popov el gordito cocinero…/ Por todo alcohol potable sin distinción jerárquica/…/

“Lecciones de filosofía” es deliciosamente apabullante, cosmopolita y actual por sus resonancias. No se porqué me recuerda la maestría memoriosa y alusiva de Gastón Baquero, del cual Rogelio Fabio, salvando la diferencia vivencial y estilística, pudiera ser un discípulo aventajado.


Al releer Hurrá y otras elegías comprendí la clave del deleite que causó a los miembros del Pen Club la lectura de estos versos raros y luminosos en la voz de su creador. La clave está en el ritmo interior, en la cadencia satírica de un manojo de poemas, cuyas imágenes y metáforas transmiten el testimonio de un artista que no perdió la ternura, a pesar del mutismo y la desesperanza.


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