13 de noviembre de 2007
 
Crónica            
13 de noviembre de 2007

Trueque caníbal

José Hugo Fernández


LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) -Aunque lo sigamos tomando como un asunto corriente, resulta insólito (de una incoherencia siniestra) que cada vez que un prisionero de conciencia sale de la cárcel en Cuba antes de haber cumplido su condena, al igual que cuando se le permite trasladarse a otro país o ir a recibir tratamientos médicos en el exterior, tales dispensas no responden a una llana actitud humanitaria, por parte del régimen, ante su salud quebrantada entre las mazmorras.

Tampoco el “perdón” obedece a un acto de condescendencia con los familiares del prisionero, los cuales no se cansaron de rogar piedad proclamándolo inocente.

Mucho menos esta “gracia” se otorga (jamás, sin excepciones) como una muestra de reconocimiento y enmienda de la “equivocación” cometida al condenar a un individuo, casi siempre en juicio sumario, por el simple “delito” de no estar de acuerdo con la política del poder y por manifestarse pacíficamente.


Por lo visto, para el régimen de la Isla los presos de conciencia son como los caballos pura sangre para los jeques árabes: prendas muy personales de las que se deshacen sólo en ocasiones de excepción, generalmente porque se ven situados en el compromiso de obsequiarlas a determinados amigos también de excepción.

Y no es que pretendamos ser ingratos con los amigos famosos del régimen que, según trascendió a veces, ya que tampoco se le da publicidad (¿por pudor o pudir?), acumulan en su haber varios de estos obsequios especiales. Realmente son intermediaciones que no debemos sino agradecer y que, todavía más, deben quedar dentro de nosotros como deudas.

De lo que se trata ahora no es de cuestionar el indudable perjuicio que ocasionan al pueblo cubano algunas celebridades extranjeras autentificando al régimen ante la opinión pública mediante su amistad, su beneplácito y su apoyo. Allá ellos.

Lo medular, lo dantesco es la revelación que encierra el tratamiento dado por las autoridades a estos compatriotas a los que no conforme con haberles hipotecado toda esperanza (a ellos y a sus familiares) condenándolos al infierno en vida, los hace pasar por la humillación de ver convertida sus ansias de libertad en regalo que brinda sólo a ciertos amigos, sólo en ocasiones excepcionales y sólo si el amigo es de afuera.

Pareciera que no existe cabida para mayor chapucería en la proyección de un gobierno. Pero hay más. La política es como el retrete: siempre queda espacio para nuevos hedores.

Y en este caso el nuevo hedor lo aporta el hecho de que ya no tienen que ser necesariamente amigos personales del régimen aquellos a quienes se les concede algún preso de conciencia. Tampoco la concesión implica necesariamente un regalo. Más bien es el resultado de un negocio, tácito o no.

De tal forma hay ahora países, o representantes de países, que han llegado incluso a enarbolar como éxitos de su política internacional el haber conseguido que el régimen de Cuba saque de la cárcel a algún que otro prisionero de conciencia con graves problemas de salud. Por supuesto que los tales logros no han sido gratuitos, sino a cambio de apoyo, vista gorda y sólo Dios sabe qué deferencia más.

Si a este tipo de negociación ciertamente mefistofélica no se nos permite llamarle “trueque caníbal”, entonces me dirán qué otro nombre le cuadra mejor.


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